El rodillo oficial y sus
allegados, inclinaron con firmeza la balanza del “Sí”
laminando como una apisonadora a los partidarios de la
abstención, los activistas (y simpatizantes en la sombra,
que son los más) del Movimiento del 20 de Febrero, al fin y
al cabo los impulsores desde la calle de la dinámica de
reformas que cristalizó ayer con la aprobación de la nueva
Constitución (les escribo desde el vecino país siendo las
17.25 horas locales, una hora menos que en Ceuta), quienes
se mantienen discretamente al margen pues el horno no está
para bollos rumiando eso sí para sus adentros, ello me
consta, “¡manfakinch!”. Para que lo entiendan y en
traducción libre, algo así como “No vamos a dejar esto así”.
Alguien, pienso yo, debería tomar buena nota de este
legítimo sentimiento de frustración, pues el proceso antes
de llegar al plebiscito constitucional de ayer no ha sido
precisamente limpio…
Aunque se anunció que el resultado oficial no se dará
conocer hasta mañana (ya se sabe que guisos y “tallines”
llevan su tiempo), o quizá incluso hasta el domingo o lunes
según advierten algunos medios, el siempre atento ministerio
del Interior se ha apresurado a ir dando puntualmente las
tasas de participación global, ¡cuántas prisas Mon Dieu!:
así, a las 10.30 de la mañana ya había votado, madrugadores
que son, el 10,5% del cuerpo electoral, a mediodía subió un
poquito, 26,2%, a las 14.00 los votantes ya eran el 39%
mientras que a las 16.00 (última consulta que he hecho),
¡albricias!, el porcentaje ya había alcanzado el 48,1%
pudiendo llegar tras el último rezo antes del cierre de las
votaciones (es una estimación sobre la marcha) ¿al 60,
70…80%?. Todo es posible, pues tanto la Administración como
sus simpatizantes y colaboradores han echado el resto. La
horquilla sobre la que se asentará la legitimidad de la
nueva Carta Magna será, no cabe la menor duda, ancha pero…
¿a qué precio?. Y escribo en un doble sentido: económico y
político. A ver, el espectáculo de ayer por la tarde en las
calles de la Novia de la Yebala así como en la céntrica
plaza “Primo”, oficialmente conocida como Muley El Mehdi…,
como les diría, rozaba el esperpento. Y fue una pena, porque
no dejaré de escribir hasta la saciedad que la figura del
joven soberano Mohamed VI no está cuestionada en absoluto,
ni siquiera entre los partidarios del “No” como el sindicato
CDT (Confederación Democrática de Trabajadores) o los
miembros de la Coalición por una Monarquía Constitucional
Ahora. Entonces… ¿hacía falta ese espectáculo teatral?. Pues
no puede calificarse de otra forma a la chica subida al
pequeño estrado desgañitándose por la megafonía con su
“¡Malik, Malik!” (Rey!!, Rey!!), mientras la coreografía
formada por centenares de mujeres y menores de edad (era el
público dominante, levanto acta) desfilaban una y otra vez
alrededor de la histórica plaza… ¿El coste?. Junto a otros,
50 dirhams los niños y entre 150 y 200 dirhams las mujeres.
Redondeando, entre 5, 15 y 20 euros. Ya saben las pautas de
este escribano del “limes”: los hechos como son y se los
cuento como los veo. Punto pelota.
Entiendo, sinceramente, que ni a Mohamed VI ni al
interesante proyecto de reforma de la Constitución puñetera
falta les hacía este espectáculo que, además de ser
escasamente edificante, erosiona su imagen dentro y fuera
del país y dilapida su capital político. En las comarcas
agrarias, autobuses trasladan a los fieles “fellah
(campesinos) hasta los centros de voto, en las ciudades los
siempre ojo avizor “mokadem” (uno por “manzana” en cada
barriada) animan a la ciudadanía a votar y, en las
mezquitas, los imames no dejan de recordar lo obvio: el buen
musulmán vota por Allah, Al Watan y Al Malik (Dios, la
Patria y el Rey). Alto y claro. Haya salud. Visto.
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