Es la hora vaga de mediodía y me
encuentro sentado a la mesa de una terraza donde se está de
dulce. Tengo por delante una cerveza para refrescarme los
ánimos y enfrente se me ofrece la imagen de una mujer cuya
figura me acelera el deseo de vivir cada vez más y mejor.
A mi alrededor se oyen claras muestras de satisfacción por
parte de personas que celebran que le hayan concedido a
Gloria Muñoz la Medalla al Mérito en el Trabajo.
Profesora de literatura, con 42 años en su haber impartiendo
lecciones, GM sigue haciendo proselitismo de la lectura.
De pronto, llama mi atención José Luis Morales Montero;
Senador que fue del Partido Popular en los años noventa. Y,
tras saludarle, comienzo a darle vueltas al magín y caigo en
la cuenta de lo siguiente: en Ceuta, como en otras muchas
ciudades, la primera manifestación del poder consiste en
colocar gente próxima. Antes se contrataba a parientes
carnales y ahora a parientes políticos, militantes del
partido que reclaman el pago de las lealtades. Una clientela
que suele sobredimensionar una Administración ineficaz y mal
organizada y que contribuye a fomentar el rencor popular
contra la función pública.
El clientelismo ha existido siempre. Y así seguirá siendo si
no queremos que el lugar de los partidos sea ocupado por la
voz tonante de un líder dispuesto a darle matarile a la
democracia. Régimen imperfecto en la misma medida que lo
somos los hombres. Pero, sin duda alguna, el menos malo de
todos los conocidos.
El Gobierno presidido por Vivas ha usado el clientelismo si
no a discreción sí en la misma proporción que otros
gobiernos anteriores de esta ciudad. Las cosas son como son.
Y, por tanto, me parece muy justo que el objetivo legítimo
de los opositores sea echarles en cara a los gobernantes
semejante comportamiento. Porque todos sabemos que la moral
la esgrimen los políticos cuando están en la oposición; así
como la política cuando están en el poder.
Pero quienes están en la oposición, sobre todo si otrora
disfrutaron de cargos gubernamentales, deberían tener mucho
tiento antes de ponerse a vociferar contra las autoridades
que están haciendo lo mismo que ellos hicieron en su día; es
decir, colocar a dedo a cuantas personas crean conveniente.
Me decía una funcionaria del Ayuntamiento, días atrás, que
en él hay muchas personas que consiguieron su empleo gracias
a que así lo quiso la persona que ahora no cesa de clamar
contra Juan Vivas por los mismos motivos. O sea, por
darle empleo a los de su cuerda o bien a los que le sale al
presidente de los mismísimos.
Me contaba la funcionaria municipal, eso sí, sabiendo con
certeza que de mi boca no saldrá su nombre, los muchos
chanchullos que se han cometido durante los gobiernos
anteriores al del PP. Ya con Jesús Fortes, ya con
Juan Vivas. Pero, si me apuras, me decía ella, sería
interminable el número de corrupciones perpetradas por otros
gobiernos. Lo del tráfico de viviendas de protección
oficial, del que tú sueles hablar en ocasiones, Manolo,
es una insignificancia comparada con otras acciones. Por
consiguiente, a los políticos que están en la oposición les
cabe la misión de fiscalizar al Gobierno. Por supuesto. Pero
no todos los políticos de la actual oposición están
legitimados para hacerlo. Salvo que se llame Carracao.
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