Mientras el conjunto de la clase
política, cómodamente apoltronada, se muestra más seguidista
y prudente que nunca, los partidarios del “No” en el
referéndum constitucional tocan a rebato. Debidamente
engrasadas por el digamos “sistema”, oportunas contra
manifestaciones intentan hacerse oír por las calles de las
principales ciudades marroquíes, un día sí y otro también,
por la mañana y al atardecer. Y como en Marruecos todos
sabemos, para ello hacen falta tres cosas: dinero, dinero y
dinero. ¿De qué fuente está fluyendo con tanto dispendio…?
Mientras escribo a vuela pluma estas líneas, 18.00 horas
locales en Tetuán, una larga caravana de coches, camiones y
hasta autobuses fletados para la ocasión, entre bocinazos y
enarbolando grandes banderas marroquíes, desfila
ruidosamente por la céntrica avenida Hassán II de la
histórica capital de la Yebala: ¡Alláh, Watán! y, sobre
todo, ¡Malik, Malik! (¡Dios, Patria y Rey!, ¿les suena
verdad?). A los españoles de nuestra generación, como acabo
de comentar con el periodista Alberto Rubio destacado por el
diario “La Razón” en Rabat, la actual “movida” marroquí no
deja de parecernos algo “déjà vu”, a caballo salvando las
distancias entre los famosos “XXV Años de Paz” y las
concentraciones de “lealtad inquebrantable” en la Plaza de
Oriente. Con todo, naturalmente, “atado y bien atado”.
Tengo la más absoluta convicción de que el día 1 ganará el
“Sí”, pero… ¿con cuánto margen?. Lo que se está dilucidando
no es ya el triunfo de la propuesta constitucional, que se
da por descontado, sino particularmente el porcentaje de
participación en un peculiar referéndum que, pese a su
indudable importancia, no encandila precisamente al marroquí
medio, con otro horizonte de preocupaciones bastante más
prosaico enraizado en el clásico dicho aristotélico “primun
vivere, deinde philosophare”. Y es que, una cosa es la
“legalidad” y otra la “legitimidad”. ¿Representa la nueva
Constitución un cambio profundo o sigue la estela de “solo
se reforma lo que nunca se quiere cambiar”…?.
Una de las piedras de toque en la aceptación, el próximo 1
de julio, de la nueva Constitución marroquí serán los
resultados arrojados por las urnas en la norteña región del
Rif, entre Xauen al oeste y Nador al este, en la que según
las notas de campo que llevo recogiendo estos días el “Sí”
no se presenta claro y nítido, perfilándose cuando menos
según todos los indicios una fuerte abstención. Pese a los
esfuerzos desplegados desde el primer momento por el joven
soberano Mohamed VI para reconciliar al Trono con el
martirizado territorio, donde aun se recuerda con simpatía y
añoranza a los españoles y la labor del Protectorado, sigue
muy viva y presente la cruel y dura represión de los años
1958 y 1959 del ejército marroquí (la loable iniciativa del
IER cosechó en la zona un sonoro fracaso), así como las
recientes tensiones que no dejan de producirse: desde el
abandono de buena parte de los damnificados en el terremoto
de Alhucemas del 14 de febrero de 2004, a los luctuosos
sucesos de la jornada del 20 de febrero de este año, en la
que cinco personas murieron abrasadas en oscuras
circunstancias aun por dilucidar. Las injurias e insultos de
un policía de la DGSN la pasada noche del lunes 13, en el
centro de la ciudad de la lavanda, tildando a la población
rifeña en su conjunto de “awbach” (algo así como
“antisociales” o “rebotados” de la sociedad) e “hijos de
españoles” (tome nota el lector), mientras tiraba de navaja
y hería a tres personas, no han hecho más que recordar a la
población rifeña la secular represión vivida en los últimos
decenios. Alhucemas ardió y el calor de la indignación
alcanzó los zocos y aduares de todo el Rif. Un ambiente nada
propicio para el referéndum constitucional del 1 de julio.
Visto.
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