Los animales son la obra de arte
de los veterinarios. El profesional que pone en práctica
esta ciencia, debe llegar a tomar conciencia de lo que
representan las especies como parte integral de las
maravillas de la creación. Y aunque el hombre en multitud de
ocasiones ha hecho del planeta más bien un infierno para los
animales, confundiendo el uso con el abuso, pienso que ha
llegado el momento de poner orden y hacer justicia. No
podemos seguir por este camino destructor. Por eso,
considero, aparte de una gozosa noticia también un cabal
detalle, celebrar en todo el mundo, con todo el mundo, la
profesión veterinaria, y por ende la defensa del mundo
animal; una órbita de reinos que forma parte de nosotros,
con los que convivimos y nos desarrollamos.
A propósito, hagamos historia de cómo despuntó la ciencia y
se tomó razón de prevenir, diagnosticar y curar las
enfermedades. Sabemos que la primera escuela veterinaria del
mundo fue fundada en la histórica capital de la seda, Lyón,
en 1761, y fue seguida inmediatamente por la de Alfort,
cerca de París, en 1764, ambas por iniciativa de Claude
Bourgelat y el deseo del rey de Francia, Luis XV, preocupado
por una enfermedad que afectaba al ganado. Evidentemente
nace por una preocupación hacia nosotros mismos. Por
consiguiente, este año en el que celebramos el 250
aniversario de la enseñanza veterinaria en el mundo, bien
merece recuperar el amor a los animales, que es también
recuperar el amor a la vida. Sin duda, estudiando la
biología y la patología del animal, hoy se puede entender
mejor la del ser humano.
Saben bien los veterinarios que el reino animal nos devuelve
con creces nuestro cariño vertido hacia ellos. Es verdad que
todo en esta máquina del universo se mueve por afectos y las
bestias, motivadas por ese instinto de servicio al hombre,
no iban a ser menos. Sin embargo, el hombre que es un animal
racional, no siempre ha sido un animal razonable para con
los animales. Por ejemplo, olvidamos con bastante frecuencia
que para mantener el equilibrio ecológico básico del planeta
no sólo hay que cuidar el ganado y los cultivos en tierras
agrícolas, sino también los muchos miles de plantas y
animales de los bosques, mares y otros entornos. En esta
tarea tienen que estar los profesionales de la veterinaria,
porque se lo requiere su profesión; pero también debemos
estar cada uno de nosotros, porque nos lo requiere el
sentido estétic del orbe.
Este año marca también el 300 aniversario de la elaboración
de medidas de lucha contra la peste bovina por parte de
Bernardino y Ramazzini y Giovanni Maria Lancisi, cuyo
acertadísimo eslogan es: “Veterinario para la salud, la
alimentación y el planeta”. Es público y notorio que la
medicina veterinaria ha contribuido a un mejor bienestar de
los humanos, erradicando enfermedades gestadas por las
propias bestias. En consecuencia, es de agradecer que cada
día sean más los veterinarios que trabajan, con gran
profesionalidad y a destajo, en el tajo del mundo, por
eliminar la multitud de enfermedades infecciosas y
parasitarias que afectan a los animales domésticos y a la
fauna silvestre, además de trabajar en otras cuestiones de
sanidad pública veterinaria.
Si queremos un mundo saludable es fundamental cuidar de los
animales. Todos los veterinarios lo dicen. El animal tiene
que estar sano para producir un alimento sano.
Consecuentemente, es una necesidad global y globalizadora
custodiar el cosmos de los bichos. La ciencia veterinaria, a
la que le avala una gran historia de logros en favor de las
especies, a mi juicio tiene que tomar un mayor protagonismo
en los tiempos actuales y liderar la gestión para el
mejoramiento de la seguridad, higiene y calidad de los
alimentos. Esto debe considerarse prioritario y la medicina
veterinaria debe propiciar los controles precisos y
necesarios para asegurar la calidad de los productos
alimenticios de origen animal. De lo contrario, estaremos
actuando irresponsablemente.
A mi manera de ver, resulta incuestionable la función
sanitaria del profesional veterinario. Téngase en cuenta que
es el principal profesional responsable del recurso animal,
lo que exige a cada país una mayor implicación en el fomento
y desarrollo de las ciencias veterinarias, así como una
mayor sensibilización por problemas relacionados con la
salud animal y humana. Estos aniversarios, por tanto, deben
servirnos para descubrir la necesaria actividad veterinaria
como médico de los animales y defensor de su bienestar, y
también como recurso humano clave en la salud pública
mundial. Por desgracia, no es la primera vez que la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO), advierte a diversos países sobre la
urgencia de restablecer unos servicios veterinarios eficaces
para proteger de las epidemias tanto al ganado como a la
población. En algunas naciones carecen hasta de normativas
para la prevención y el control de enfermedades en animales,
en otras de recursos y capacitación personal. La crisis no
puede afectar a algo tan primordial como es la salud de los
ciudadanos.
Bravo, pues, por engrandecer la profesión veterinaria. El
mundo precisa más que nunca de la mano especializada en
sanidad animal. A veces es bueno recordar hechos para no
bajar la guardia, me viene a la memoria el virus de la gripe
aviar que se propagó rápidamente tras su primera aparición
en 2003, pero una pronta respuesta internacional permitió
frenar la enfermedad. Desde luego, el control de las
enfermedades de los animales es un elemento indispensable
para prevenir las infecciones humanas y reducir la
probabilidad de una pandemia. Sirva, pues, este homenaje a
los veterinarios para reconocer su labor, pero también para
reflexionar todos nosotros. En cualquier caso, los gobiernos
de los Estados tienen que prever y proveer que el mundo está
preparado para combatir cualquier enfermedad que amenace la
seguridad de la raza humana. Es lo mínimo que se puede
pedir.
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