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OPINIÓN - VIERNES, 24 DE JUNIO DE 2011

 
OPINIÓN

El fútbol, cuando los hombres se visten por los pies

Por Nuria de Madariaga


El principal requisito para que se pueda decir de un hombre “que se viste por los pies” es el ser coherente y el “mantenella y no enmendalla”. La reflexión me viene al caletre con respecto a los clubes de fútbol y a los equipos que son santo y seña de la identidad local y un factor de conjunción de ilusiones, afición, esperanzas y desvelos para todos los ciudadanos. Y digo “todos” porque los españoles somos irremediable y perdidamente “futboleros” y hasta en el enclave más modesto se cuenta con “el equipo” y con “los colores” y la gente se vuelca, vive como propios los éxitos y padece los fracasos echándole la culpa al árbitro. He asociado ese “vestirse por los pies” atávico, genético e idiosincrásico con los clubes deportivos porque siempre me viene a la memoria el trauma del descenso a segunda del Atlético de Madrid, fueron malos tiempos para una afición que reúne a gente de todas las clases sociales y que cuenta entre los suyos con el Príncipe de Asturias Felipe de Borbón que es hincha-hincha. ¿Y hubo una desbandada ante el batacazo? En absoluto, al revés, los colchoneros se pusieron como basiliscos, se crecieron, se multiplicaron y los publicistas diseñaron un anuncio muy exitoso en el que se veía la cabeza de un jugador emerger de una alcantarilla bajo la leyenda “Un año en el infierno”, porque allí los hombres y las mujeres tenían sangre en las venas y se palpaban “las ganas”. Tal vez por ello me asombran la pasividad y la tibieza con la que vive esta ciudad la existencia de su AD Ceuta, pasividad reciclada en energía y contento en las fechas inolvidables del “que voy que vengo” con el Barcelona, proyección mundial de la ciudad, telediarios con la anécdota de la llegada de los del Barça en helicóptero, la mejor campaña que haya podido existir y que existirá de marketing turístico de Ceuta, difusión, publicidad. Fue un auténtico “boom” lo bastante relevante como para no olvidarlo hasta que nos toque jugar contra el Madrid, entonces la afición enloquecerá de nuevo y reventará de autocomplacencia por “los colores”. Y eso no es coherencia, para coherencia la de los aficionados del Atlético de Madrid que llueva o nieve, aunque el equipo descendiera a tercera, están ahí, motivando, apoyando, oxigenando y estimulando a la plantilla y a los directivos. “Hacer sangre” en época de vacas flacas y atiborrarse de canapés en la de vacas gordas es mezquino, ventajista y mangurrino. Cuando “se está” hay que “estar” y mantener el tipo dando la cara. Porque no se defiende a una escuadra sino a un símbolo, al sentimiento común que representa al pueblo de Ceuta a través de una asociación deportiva, a quienes pasean el nombre de esta ciudad a patada limpia y muchas carreras por el campo por todos los rincones de la geografía, es marketing en calzón corto, es proyección y es enseñar a los más jóvenes a aficionarse y a que ese sentimiento colectivo les una.

Recuerdo la barcelonesa plaza de Canaletas el día del triunfo en el Mundial. Una pura bandera roja y gualda, ni una senyera, allí todos españoles en torno a la selección. Hasta en el País Vasco. Porque el fútbol tiene una magia que elimina barreras y cuando se juntan dos aficionados del mismo equipo todo el resto, ideología, estracción social, factor religioso, raza, todo es accesorio, el deporte “tira más” y borra distancias y diferencias. Por eso me parece tan miserable la crítica a la AD Ceuta ¿Un embargo? Ya está solucionado ¿Un problema? Se supera, pero quienes atacan al club van más allá del hecho deportivo y no se interesan por la simbología, el objetivo es convertirse en depredadores de un estilo de vida, de una manera de estar, perjudicar a la colectividad tratando de demoler y destruir algo que para ellos es tan peligroso como el sentimiento común de los ceutíes, “divide y vencerás”. A los críticos y a los destructivos no sirven explicaciones sobre lo mucho que representa a nivel sentimental y de conciencia colectiva el defender unos colores y el formar parte de una afición, ni los lazos de unión entre todos que conlleva, ni como desaparecen las diferencias porque el fútbol une y aúna. Tampoco se les puede explicar lo que es vestirse por los pies ni el sentido de la coherencia, pero sí se pueden rechazar sus pontificaciones obsoletas desde la razón y con ejemplos reales e invitarles a recordar el comportamiento, la hidalguía y la dignidad de aquellos que se volcaron cuando “los suyos” sacaban la cabeza por la alcantarilla anunciando que les esperaba “un año en el infierno”
 

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