No tiene arreglo. Está demostrado
que su encono contra la sociedad ceutí, perteneciente a la
religión católica, es tan grande como para que no pierda
ocasión de maltratarla todos los días y fiestas de guardar.
Su fobia contra quienes profesan la fe en Cristo, aunque sea
más por tradición que por religiosidad, es realmente digna
de estudio por si merece atención adecuada.
Ni siquiera le exime el complejo de culpa: haber nacido en
el seno de una familia carlista. La que lo reducía todo a
Dios, Patria y Rey. Por más que esa forma de pensar, con
todos mis respetos, era como para no sentirse muy contento.
Ya que los fanatismos son siempre muy peligrosos. Máxime
cuando se mezclan religión y política.
Juan Luis Aróstegui no entiende que la maldad que
viene empleando contra Carolina Pérez es tan
innecesaria como peligrosa. Pues está alentando un odio
cerval contra ella. Cierto es que a Carolina se le fue la
olla durante su intervención en el Senado. Pero –creo- ya ha
recibido suficiente castigo. Por lo cual no hay motivo
alguno para seguir cebándose con la exdiputada
Persiguiéndola sañudamente. Probando a ver si es posible que
Pérez se arrugue hasta extremos insospechados. Conviene
decirlo. Por lo que pueda ocurrir.
Como me conviene a mí decir lo siguiente: llevo muchos años
sin cruzar una palabra con Carolina Pérez. Desde que un día
se molestó porque yo publiqué unas declaraciones que me hizo
y que estaban grabadas. Lo que no me impide a mí romper una
lanza por ella.
También lo haría en el caso de que Aróstegui se convirtiera
al Islam. Vamos, si decidiera abrazar esa religión. Si ello
ocurriera, por qué no, yo sería el primero en salir en su
defensa. Ya que, seguramente, habría otras personas que no
dudarían en dedicarle denuestos violentos.
Siempre y cuando, claro es, Aróstegui no usara su
religiosidad para dividir a musulmanes y cristianos. Que es
lo que viene haciendo sin descanso; tal vez porque su
condición de ateo le incita a enfrentar a dos culturas
distintas pero acostumbradas a vivir en paz. La paz que a
veces se rompe por meteduras de pata de algunos miembros de
ambas confesiones. Nada que no suela ocurrir en las mejores
familias.
El ateo, Aróstegui, no cesa de llamar racistas a todos los
ceutíes que han votado al PP y a los demás partidos que no
sea el suyo. O sea, el partido que antes era liderado por
Mohamed Alí. El ateo, por la gracia de Dios, no tiene el
menor empacho en volver a recordar que innumerables ceutíes
siguen dando muestras de racismo a cada paso. Y se queda tan
pancho.
Aróstegui, ateo que está en su derecho de serlo, de la misma
manera que lo estará cuando decida abrazar la religión
islámica, por qué no, no ceja de cizañar entre culturas
distintas pero acostumbradas a compartir muchas cosas. Y ha
de ser tenido en cuenta su impulso desestabilizador. No vaya
a ser que, cuando haya necesidad de decirle basta, sea
tarde.
Aróstegui ha vuelto a dar la nota. Y es que su odio hacia
los cristianos, fundamentado en el aborrecimiento por no
votarle, le manda acusar a estos de racistas, nuevamente.
Que Dios nos libre de su vesania. Amén.
|