PORTADA DE HOY
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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 22 DE
JUNIO DE 2011 |
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OPINIÓN / ANÁLISIS |
¿Es que Aróstegui no piensa
pedir perdón? |
Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com
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Lógico hacerlo tras sus
retorticeras palabras de fechas atrás arrogándose la
representatividad de los trabajadores del Centro Nazareth a
quienes ni representa ni va a representar porque no quieren
tener nada que ver con él. Desmentido oficial con pliegos de
firmas de los empleados, exigencias de públicas excusas y
ladino enmudecimiento del Secretario General de Comisiones
como muestra de la consideración que le merecen los
ofendidos. Que es ninguna. ¿Estrategia? Dejar pasar el
tiempo hasta que se multipliquen las convocatorias por parte
de la Coalición Caballas para realizar “la denuncia semanal”
ante los medios-como-medio-de-salir-en-los-medios. ¡Cuan
sutiles y cuanto solapamiento!. Si bien desde un criterio
convencional lo evidente es que Juan Luis Aróstegui no cree
en los principios de la psicología cognitiva cuando se
refiere a que, pedir perdón por los errores resulta un
factor de sanación y reconforta el espíritu que se libera
del peso de la culpa. Pero para nuestros magines que
sanación, perdón y culpa le importan a Aróstegui un carajo y
que se trata de obcecarse en sus disparates, no recular, no
dar marcha atrás, premiar a los agraviados con su
indiferencia y “a otra cosa mariposa” porque ya es “la
semana siguiente” y resulta imperativa “la rueda de prensa”.
Semanas atrás “abogó” de manera cainita por los trabajadores
de Nazareth, se armó la que se armó y todo ello demuestra
que para abogada Santa Teresa de Jesús gracias a cuya
intervención salió Felipe II del purgatorio a los ocho días
de haber entrado en él ¿Y qué perpetrará próximamente? ¿De
qué persona o institución conculcará los derechos?.
Murmuran que alguien le oyó en su momento echando balones
fuera con lo de los enrrabietados trabajadores que le
requieren para que se disculpe y vino a decir que “sólo él”
sabe “lo que está pasando” se mostró magnánimo y conciliador
con los furiosos empleados y no les otorgó la mínima
credibilidad ni dio muestra alguna de arrepentimiento por su
pícaro y oportunista montaje. Y con esta actitud tan
desfachatada dan ganas de traducir los latinajos y exclamar
el echamano dialéctico del “¡Oh tiempos, oh costumbres!
¿Hasta dónde llegará la audacia de Catilina?” Aunque
Aróstegui no es Catilina y no existe factor de riesgo de que
glosen sus hazañas jugando con las declinaciones latinas.
Pero lo cierto es que ofendió a los del Centro Nazareth y
nunca se disculpó. Aunque si tuviera que andar disculpándose
y pidiendo excusas por sus semanales andanadas verbales no
tendría horas bastantes en el día durante la legislatura que
ahora se inicia. Sí, “esa” en la que piensa “ejercer una
oposición brutal” y debería añadir un “Si Mohamed Alí y
Fatima Hamed lo permiten” que no lo va a permitir, porque
Alí y Fátima son abogados y los leguleyos tienen “tics” muy
formalistas y muy de protocolo y no entran por la
chabacanería porque afecta a su imagen y les resta
categoría. ¿Obligará Mohamed Ali a que Aróstegui pida perdón
a los trabajadores de Nazareth aunque sea a tiempo pasado
para no iniciar la legislatura con agravios pendientes?
Puede que haga la tentativa pero no lo va a conseguir, para
las peculiaridades de Aróstegui cualquier rectificación se
convierte en una especie de derrota y en una especie de
atentado contra las características intrínsecas del “papel”
que se ha asignado en el guión de la realidad cotidiana de
la ciudad de Ceuta, donde borda el personaje de “justiciero
de la pradera” especialista en “ajusticiar” al primero que
se le ponga por delante.
Me parece que nos quedaremos con la curiosidad de presenciar
una comparecencia del sindicalista pidiendo perdón,
excusándose, plugiéndose, disculpándose, justificándose,
declinando el verbo “rectificar” en primera persona del
indicativo o realizando cualquier tipo de iniciativa con una
pizca de coherencia.
Él es así.
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Emilio Carreira y la
tubería “indispuesta” |
Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com
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La ironía constituye a la vez
privilegio y temible arma arrojadiza de las mentes más
preclaras. Será porque conlleva rapidez intelectual y
predica como característica la posesión de un cerebro
inquisitivo. De la dialéctica de Emilio Carreira poco se
puede contar a excepción de su hábil mordacidad y en esta
ocasión al referirse al dilema-problema de la avería que ha
dejado sin agua a la barriada del Príncipe por mor de las
obras de los viales del futuro Centro Penitenciario en los
que se está gastando más tiempo y más energía que para la
construcción de la Grandes Pirámides de Keops y Kefren, la
ágil intervención de Carreira realizando comparación entre
las “indisposiciones” que impiden la asistencia de las
políticas a los actos institucionales y el derecho a
“indisponerse” de una tubería de conducción del agua es algo
sin duda relevante en una actualidad política muy correcta,
muy medida, sin más sonido chirriante que algunas críticas
tan destempladas como tediosas, pero lenguaje político donde
la vivacidad y el chisporrotear lingüístico brillan por su
ausencia.
Y Emilio Carreira que adopta una apariencia solemne y el
tono oficial de quien se sabe un gran gestor para lanzar
alguna de sus ágiles elucubraciones mentales, es
precisamente el contrapunto woodyalleniano que necesita como
agua de mayo el equilibrado stablishment, más que nada para
salpimentar la realidad y darle el toque de “gran chef” a la
res publica. Como es lógico ni usando y abusando de la
corrección política con su carga de excesivos escrúpulos y
nula consistencia real, puede nadie darse por ofendido
porque el Gerente de Acemsa se preocupe por el estado de
salud de una tubería agredida por terceros, lo que le supuso
a la víctima una “indisposición” consustancial al ataque
sufrido. Se diserta y se analiza sobre si el atentado a la
tubería estuvo motivado por los menesteres de alguna máquina
mal utilizada, si se debió a un descuido o a un despiste o
si algún artilugio produjo la rotura o lesión del ser
material del tubo conductor “indisponiéndola” en sentido
genérico y traducible por “causándole una indisposición o
deterioro que impidió que realizara su labor o cometido”.
Por fortuna para los críticos Emilio Carreira se limitó a
soltar “el pildorazo demoledor” y a ironizar muy
someramente, ironía muy leve, de hecho si llega a insistir y
sigue por ahí la sarta de lindezas que podían haber salido
de su bien equipado sistema neuronal habrían sido de órdago,
algo inolvidable que desafortunadamente no pudimos paladear
quienes admiramos y nos arrobamos ante la agudeza oratoria.
De hecho referentes de las cualidades y capacidades
inherentes a Emilio Carreira existen y muchos, lástima que
se desperdicien esas facultades sin emplearlas en otras
funciones, donde podría desgranar sin esfuerzo y ante
preguntas capciosas todas las doctas malignidades que le
surgen de modo espontáneo e inmeditado, con una tranquilidad
y una rotundidad apabullantes.
Lo del derecho de la tubería averiada a sufrir “la repentina
indisposición” merece permanecer escrito con letras de oro
en el Libro de Honor de las Tuberías. Las mentes brillantes
(me refiero a la mente del de Acemsa que no a la mía) poseen
la cualidad de ser capaces de transmutar en segundos la más
fría, aséptica y rigurosa excelencia gestora en una sarta de
aguijonazos inesperados que desarman al contrario y le dejan
huérfano de argumentos.
Me figuro a Emilio Carreira compareciendo en rueda de prensa
y me refocilo mentalmente de antemano ¡Que experiencia más
sublimadora! porque amen de las acepciones lógicas,
meditadas e inteligentes seguro que contestaba en algún
momento con el florete de la bífida ironía y entonces todos
nos quedaríamos con “ese momento” para disfrutar.
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