Estoy tomándome un piscolabis
tumbado a la romana en el sofá (¡qué cutre!) mientras veo al
mentalista resolver crímenes en la pantalla de plasma 42”
(¡qué borde!)
Noto una especie de hormigueo en la parte de mi cuerpo donde
habitualmente están los tubitos esos parecidos a salchichas
alemanas pero más largos.
No sé si es debido a la coca-cola que contiene el piscolabis
o a la noticia del enorme error que han cometido los
llamados ‘indignados’.
Bien está que se manifiesten, están en su derecho, pero todo
el cuadro que han ido pintando, que iba teniendo
reminiscencias del estilo de Vincent Willem van Gogh, ha
quedado totalmente destrozado con esas pintadas rojizas
arrojadas a algunos de los diputados del Parlamento catalán.
Con esa gamberra actuación, los ‘indignados’ son indignos de
representar a cualquier ciudadano de éste país en ninguna
manifestación.
Con esa actuación se han ganado, retrospectivamente, la ira
desatada de Puig, Consejero de Interior, y los palos de la
policía catalana.
Me han desanimado, por completo, quienes exigen derechos
pero que no toleran que los demás ejerzan su derecho.
Me dejan un marrón.
Que no vengan con cuentos, los representantes de esos
‘indignados’ con que los hechos ocurridos a las puertas del
Parlamento catalán son obra de unos cuatro desalmados de
siempre. Sabían lo que ocurriría, sabían quienes iban, todos
son los que representan estos hechos infames. No hay excusa
alguna.
El lema de ellos, de los llamados ‘indignados’ ha demostrado
ser una falacia. ¿Con qué protestemos de manera pacífica?,
desde este momento ya han dejado de serme simpáticos. Ahora
son chusma.
Justo cuando se cumplen 34 años de las primeras elecciones
democráticas después de la guerra.
Atención peperos: calmad a vuestro líder, a Mariano Rajoy, y
que no meta baza en estos asuntos catalanes. Todavía no es
el presidente.
Que no sea tan borde porque perderá votos.
Punto final sobre el tema.
Tenía yo razón cuando escribí, días atrás, sobre los
pepinos.
Alemania no ha tenido más remedio que reconocer su enorme
metedura de pata. Los manejos de la soja alemana son de
laboratorio. Como decía.
Esos doscientos cincuenta millones de euros no compensan en
nada el daño realizado. Nuestros horticultores deben exigir
muchísimo más.
Alemania, y con ella la UE, se está comportando de una
manera bastante pueril.
Bueno, dejemos a nuestros políticos que suden en las
reclamaciones.
Para eso están.
No sé de qué se asombran porque a nuestros abuelos los están
estafando sus familiares y amigos. Esa noticia nos hace
parecer que ahora estamos descubriendo la sopa de ajo.
Hace años que esto ocurre en todas partes.
Olvidamos a aquellos estafadores y ladrones que se hacían
pasar por trabajadores sociales y monjas pero que
desvalijaban a esos pobres ancianos. No es cosa nueva.
Este mundo es injusto. Así nos va con tanta ausencia de
vergüenza.
El hormigueo continúa recorriendo esa parte de mi cuerpo
donde están unos tubitos parecidos a las salchichas alemanas
pero más largos…
En fin, la vida sigue, yo también.
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