OPINIÓN - MIÉRCOLES, 15 DE JUNIO DE 2011

La Plaza de España: donde Ceuta se vuelve sevillana

Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com
 

Sé que debo hacer una especie de Guía Mágica de Ceuta donde refleje mis rincones preferidos que suelen ser aquellos en los que me recargo de energía espiritual de una manera espontánea, sin tener que adentrarme en estados modificados de conciencia con técnicas de meditación o enfrascándome en la lectura de los Maestros. Los lugares energéticos influyen en la bioquímica del cerebro y los “sientes”, como “sintieron” el mensaje espiritual los templarios camuflados que atracaron cargando sobre unas parihuelas a la esotérica Virgen de África para acomodarla en un santuario abierto al Poniente.

Así en la ceutí Plaza de España bajo los naranjos y escuchando la música del agua en la fuente central me parece haber llegado a un fragmento del Parque de María Luisa de Sevilla o a una de sus recónditas plazoletas, por todo, por la sombra de los naranjos que son los primeros en florecer de toda España y sentarse a tomar el cafelito que me trae mi amigo el catalán Anás hurtándote del sol bajo un naranjo es un privilegio sentimental de primer orden. Y más cuando sé que hoy a las siete y media de la tarde en las Murallas Reales hay enjaretado un homenaje a mi maestro de corazón Federico García Lorca, aquel que supo robar en caligrafía picuda y sobre una cuartilla el alma de Andalucía. ¡Y cómo era la letra de Federico! Puro arte, como la de Rafael Alberti, ambos creaban belleza con los arabescos trazados por sus plumas estilográficas ¿Y cómo dibujaban estos poetas andaluces? puras reminiscencias picassianas, pero para mí imágenes más bellas porque iban acompañadas de textos y de sentimientos. Y ese que llamaba a los calés “morenos de verde luna” hubiera disfrutado en la Plaza de España y lo sé por experiencia directa, he estado en la casa de Fuentevaqueros, he recorrido los rincones granadinos que el poeta amaba y participé en los setenta en el primer homenaje en su memoria en el barranco de Víznar, aquel que los árabes bautizaron como “Ainadamar” que en la algarabía de ellos significaba “de las lágrimas” porque “Entre Viznar y Alfácar mataron a un ruiseñor porque quería cantar”. Puro simbolismo porque hay que atravesar la carretera y meterse de lleno en los olivares quietos para llegar a la cárcel de Albolote donde tienen un Módulo de Respeto que los internos, con la complicidad del director, diseñaron como el Generalife con jardines y requiebros. Mucho arte. Porque ese rincón del mundo que es Andalucía respira arte. Y nosotros que somos la Andalucía que los mares parten en dos tenemos la vena artística igual de marcada y bombeando idéntica sangre curete y celtíbera, gnóstica y atlante. Y por esa conjunción la Plaza de España “existe” con sus cuidados arriates donde las flores se visten de gran gala y los arbustos son tan frondosos que se dirían edredones verdes. Desde mi mesita de siempre veo los brotes de un granado enano, de una granadina que rompe en flores de coral y observo con interés la “okupación” de la fuente por las palomas que realizan allí sus abluciones, chapotean, beben, se lavotean sin reparos y tienen en el lugar su punto de encuentro o baños públicos, según se mire. Pero todo con muy poca verguenza porque esa fuente “también” pertenece a los humanos y no tiene que ser invadida ni por las palomas ni por los querubines, porque si unas nadan en el tazón superior los otros nadan y salpican en la parte de abajo y no hacen más que incordiar. ¿Que a quienes molestan las palomas y los querubines? Pues a quienes pasean y aprovechan para sentarse en los bancos de hierro forjado que tienen los respaldos simulando encaje y parecen arrancados de un jardincillo de Triana. Y la tierra fresca y las flores y el vapor del surtidor de la fuente huelen trianeros y “serían” trianeros si el viento no hiciera sus típicos trapicheos celestes impregnando el paisaje con aromas salobres y atlánticas. Que yo no sé por qué pero aquí clima, vientos y mares se arriman más a lo portugués que a lo andaluz, como si entre aquellos que acompañaron en su día a Enrique el Navegante, aparte de los del Temple que iban con el esoterismo de incógnito, hubieran traído a unas cuantas meigas del lugar donde Portugal se hace celta y gallega, sortilegio va, saumerio viene, amarre por aquí, “aojamiento” por allá, poción al caletre y queimadas removidas con la mano reseca y mutilada de un descansado, séptimo hijo de una séptima hija. Todo entre “los nuestros” porque Portugal forma parte y “es” nuestra Iberia Vieja y si un día de mañana no nos levantamos y la invadimos para unificar Iberia es porque no sabríamos que hacer con diez millones más de parados que ya es pasarse.

Pero lo importante es que el espíritu de Federico parece estar y merece estar en la mesa del café, en plácida tertulia con un libro y bajo la sombra de los naranjos que ya apuntan frutos ¿Que mejor lugar que un rincón sevillano de Ceuta para acoger al poeta de la luna? ¿Qué no escribiría Federico contemplando los chapoteos de las palomas que tienen el color de las nubes de levante y de los querubines con las plumas de las alas empapadas? La Plaza de España, palmeras, fuente y naranjos, siempre será para mí rincón de Sevilla vivido por el poeta de Granada, mágico, esotérico y sentimental.

Dedicado a Antonio Gómez que me supo inspirar este paseo sentimental por Ceuta.