Hace cuatro años cumplía su
cometido como ama de casa. Madre de dos hijos, que hacía sus
pinitos laborales en varios sitios, pero que acabaría
entregándose de lleno a la política activa. Gracias a que
Mohamed Alí la supo ganar para su causa. Es decir, para
la causa de la UDCE.
Fatima Hamed se hizo abogada estudiando en la UNED,
gracias a su voluntad. Robándole horas al sueño y privándose
del tiempo de ocio que le correspondía a sus veintitantos
años. Una edad en la cual vivir la vida es lo que prima. No
obstante, ella supo prescindir de todo lo superfluo para
obtener un título.
En todo momento seguí la trayectoria política de FH. Debido
a que siempre fue una mujer que gozó de mis simpatías. Y el
motivo fue el siguiente: a mí me encantan las personas que
son capaces de abrirse paso en la vida a base de voluntad y
espíritu de sacrificio.
La voluntad y espíritu de sacrificio de Fatima Hamed,
atendiendo las labores de su casa a la par que no cejaba en
su empeño de estudiar abogacía, la convirtió en una mujer
que le venía que ni pintiparada a la política.
Y, claro, dado que Mohamed Alí es persona despierta, bien
pronto entendió que debía tirarle los tejos políticos a
Fatima. Y a fe que acertó de pleno el que era entonces líder
de un partido que ha terminado naufragando al coligarse con
el PSPC.
La primera vez, y única, que tuve la oportunidad de hablar
con Fatima Hamed fue durante el descanso de un pleno. Un
pleno en el cual había destacado la oratoria de Mohamed Alí.
Y, por tanto, no tuve el menor inconveniente en contarle a
la diputada lo bien que éste había estado en sus
intervenciones.
Fatima, entonces, tras oír mis ditirambos dedicados al
entonces líder de la UDCE, amén de darme las gracias, me
hizo la siguiente pregunta: Manolo, es Aróstegui,
de verdad, tan nefasto como estáis diciendo en “El Pueblo de
Ceuta”.
Y Fatima, mujer que tiene fama de suspirar poco y de no
darle la menor oportunidad a la languidez, debe recordar mi
respuesta: el socio que habéis elegido acabará por dividiros
y terminará gobernando el partido que con tantos esfuerzos
habéis creado.
A partir de ese día, es decir, de cuando pude hablar con
ella en el descanso de un pleno, jamás se me presentó la
oportunidad de volver a conversar con una mujer, Fatima
Mohamed, que me había causado una magnífica impresión.
Impresión que dejé escrita en alguna columna y, sobre todo,
en la página que le dediqué al pleno al cual me refiero.
Lector de sus artículos en el periódico añejo, pues mi
curiosidad me hace leer incluso a quienes escriben con
faltas de ortografías -no es el caso de la diputada de
coalición Caballas-, Fatima se convirtió en una de mis
políticas preferidas. Porque sí. Porque descubrí en ella
modos y maneras que me hacían tilín.
Por todo ello, o sea, por ese aprecio que le tengo, he
sentido muchísimo que FM haya tenido que renunciar a
prometer su cargo como concejala. Y es más: en cuanto me la
eche a la cara, le recordaré algo que ella sabe y que aún no
ha digerido: “Mora con tacones…”. Por consiguiente, bien
haría nuestra estimada Fatima, señora de arriba abajo, en
tomar la siguiente decisión: irse, deprisa y corriendo, al
Grupo Mixto. Y, desde esa posición, hacer durante cuatro
años lo que a ella le salga del… alma.
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