Los responsables del proyecto de construcción del nuevo
albergue o ‘Centro de realojamiento temporal para colectivos
vulnerables’ de san José prevén que el edificio esté
terminado el próximo 30 de junio. Las obras se encuentran en
fase de remates interiores y han dado lugar al mayor
edificio de Europa construido con la técnica de arquitectura
sostenible empleada.
La edificación del nuevo albergue de San José está a punto
de finalizar y según señalan desde la Gerencia de
Infraestructuras y Urbanismo (GIUCE) su desarrollo ha
causado cierto interés en el sector, puesto que según lo
describen los técnicos, con sus más de 5.000 metros
cuadrados de superficie construida, es “el mayor edificio de
Europa con este sistema constructivo”. Se trata en concreto
de un modelo a base de prefabricados que provienen de
Portugal y cuyo empleo ha supuesto un ahorro de costes.
Además, los materiales elegidos responden a criterios de
sostenibilidad ambiental, de modo que el edificio tiene la
clasificación ‘A’ de eficiencia energética. Las obras han
sido visitadas por técnicos procedentes de Estados Unidos,
señalan desde la GIUCE.
De acuerdo con la previsiones de la GIUCE, las obras, que
están en fase de remates interiores y para las que se pidió
una prórroga estarán terminadas el día 30. La empresa
especializada ‘SES Consulting’ y la constructora Jomasa han
sido las responsables de su ejecución.
El proyecto del albergue de San José ha sido financiado, a
propuesta de la Ciudad Autónoma, con una partida de 8,5
millones provenientes del Fondo Estatal para el Empleo y la
Sostenibilidad Social (FEESL). Dentro del mismo programa se
incluyó el proyecto de rehabilitación del chalé de Ybarrola
para convertirlo en sede del Centro Asesor de la Mujer, con
una inversión que alcanzó los 3,5 millones de euros.
De acuerdo con la información aportada por el autor del
proyecto, el arquitecto Jorge Chaves, el sistema
constructivo empleado en este edificio es mixto, a base de
hormigón y acero ligero estructural, materiales a los que se
suman paneles de un derivado de la madera conocido como
aglomerado “marino”, y resina. El también director General
Técnico de Urbanismo de la GIUCE explica que se trata de un
sistema “autoportante”, es decir, que no requiere del
tradicional encofrado (que conlleva la construcción del
inmueble planta a planta y hace necesario esperar a que los
niveles inferiores estén terminados), que permite abordar
todo el proceso, incluidos los acabados, de forma
simultánea. Es, en definitiva, un método “mecanizado e
industrializado” en el que pocos elementos se montan en obra
y que ofrece por tanto rapidez de ejecución. Por su parte,
el modelo de eficiencia energética ‘A’, conlleva la
generación de muy pocos residuos constructivos, un 5% de los
que produce una obra tradicional de hormigón y ladrillo.
En lo que respecta a los interiores, los paneles del
derivado de madera se complementan con otros dobles de
cartón y yeso que proporcionan aislamiento térmico, acústico
y también una protección ignífuga o “retardante del fuego”.
El último de los paneles que conforman la distribución
interior es el que lleva los acabados, incluido el color y
la impermeabilización de las paredes. La utilización de
estos materiales, de ingeniería avanzada, permite por tanto,
y según destacaba también el arquitecto, una reducción de
costes.
Estructura de acero
Los sistemas constructivos industrializados, utilizando
estructuras de acero ligero galvanizado, se han convertido,
desde su lanzamiento en Canadá, Estados Unidos y muchos
otros países, en la alternativa tecnológica “que con más
autoridad ofrece una respuesta ecológica de preservación y
sostenibilidad, por ser el acero, material reciclable por
excelencia”. Por no tratarse de un sistema modular, sino que
cada panel se construye conforme al proyecto, se adapta a
cualquier diseño arquitectónico. Entre sus características
se cuenta el hecho de que el peso propio de la estructura es
varias veces menor que el de cualquier sistema tradicional.
Por otra parte, la cimentación necesaria es siempre
sustancialmente menor, con el consiguiente ahorro, tanto en
las partidas de excavaciones, como en las de cimentación. El
ahorro económico se estima entre un 20% y un 40% según el
tipo de suelo de que se trate.
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