CARLOS F.V. 47 AÑOS: Yo hice mi
escolarización en el “Convoy de la Victoria”, hoy “Santiago
Ramón y Cajal”. Fueron muchas anécdotas las vividas con mis
compañeros, pero la que voy a relatar, la recuerdo con mucho
cariño: Desde los primeros cursos de mi etapa escolar,
llamaba la atención la Sra. Directora, que era muy
respetada. Yo era un alumno un poco revoltoso, pero no de
mala conducta, y conocía la obsesión que tenía nuestra
Directora por mantener la disciplina del Colegio. En una
ocasión, mi tutor me sorprendió haciendo una pequeña
gamberrada en el aula. Me mandó al despacho de la Sra.
Directora, cosa muy habitual en el funcionamiento del
Centro. Yo tenía que contar el motivo de mi presencia ante
ella, para que me impusiera la sanción que me
correspondiera. En la entrada al despacho, había varias
sillas para “guardar” cola. Una de ellas ya estaba ocupada
por un compañero, de un curso anterior al mío. Su problema
era como el mío, y no era la primera vez que acudía a
“saludar” a la Sra. Directora. Entró él, y yo esperaré mi
turno. Escuché la regañina que la Sra. Directora le echaba.
Así que, antes de que él saliera y, asegurándome de que
nadie me veía, me dirigí a mi clase, como si ya hubiese
recibido el “mensaje” que me merecía. Viendo la cara de
arrepentimiento que me “marqué”, de la inexistente regañina,
mi tutor ni me preguntó, y volví a la actividad normal de la
clase. Después de la experiencia vivida aquel día, y de los
ocho años que estuve en el mismo Colegio, nunca mi
comportamiento fue para que volvieran a mandarme al despacho
de la Sra. Directora… Recordando aquella situación, no me
queda más remedio que sonreír”.
JESUS. B.O. 44 AÑOS: Yo hice mis primeros cursos en el C.P.
“La Marina”, centro escolar muy antiguo, cuyo edificio fue
compartido por la Escuela de Magisterio. El resto de mi
escolaridad la realicé en el “Convoy de la Victoria”, del
que guardo gratos recuerdos, en particular de mis compañeros
y de aquellos maestros que tuvieron la responsabilidad de
enseñarme, y tengo que relatar una anécdota muy curiosa: “A
pesar de la buena consideración que mis maestros tenían con
mi persona, en una ocasión, cometí una pequeña gamberrada:
estaba de ‘moda’ el uso de las llamadas ‘bombitas de peste’,
que en realidad no eran otra cosa –no quiero equivocarme-
que la semilla de cierto árbol. Al ‘explotar’ la bombita, el
olor despedido era muy desagradable. Mi querida maestra,
tutora, dudó en acusarme, pero lo hizo, y yo me negué. Pero
tenía que demostrar que yo no había sido. La tutora,
astutamente, me descubrió, invitándome a que le mostrara las
suelas de mis zapatos. En uno de ellos estaba “el cuerpo del
delito”. No había la menor duda. ¡Yo era el culpable! Quiero
recordar que mi admirada tutora fue muy benevolente conmigo.
No me impuso ninguna sanción, y con un toque en la espalda,
me recomendó que no volviera a proceder así.”
MUSTAFA A.M.47 AÑOS: Mi primer colegio fue el de Benzú.
Estuve sólo en los primeros cursos. Después pasé al
“Convoy”, donde se respiraba un clima de absoluta
normalidad. Había respeto entre todos. Una gran familia. Nos
necesitábamos todos. Tuve la suerte de disponer de un cuadro
de profesores muy bueno. Entre ellos destaca uno que nos
daba las Matemáticas en 8º Curso, muy comunicativo, un tanto
“atípico” que a veces empleaba “extrañas fórmulas de
motivación”, pero muy eficaces, que nos tenía muy contentos.
Quiero recordar que nuestro profesor de Matemáticas, en 7º,
en una prueba –control, un grupo de compañeros (los de la
primera fila), llegamos a superarla. Ello extrañó mucho al
“desconfiado” profesor, que no admitía que nosotros habíamos
mejorado. Con una nueva prueba, se convenció.
Esta “anécdota” sí que me impactó: “Estaba mi grupo
realizando una tabla de Gimnasia. De pronto, sentí unas
ganas enormes de orinar. Con permiso del profesor, me dirigí
a los aseos, y entré en el de las niñas. La Sra. Directora,
que no se perdía ni una, me observó. De inmediato, se hizo
con ropa de una niña, en especial una falda, que me hizo
colocar encima del pantalón de deporte. Y así me mantuve
durante un tiempo “prudencial”… vestido de niña. La Sra.
Directora no tuvo otra sanción que aplicarme. ¡Me sentí
humillado!”.
MARÍA DOLORES A.B. 47 AÑOS:Mi anécdota, quizás más
significativa, fue la siguiente: “Un día normal de clase.
Una actividad extraescolar: asistencia a la Misa de “Corpore
in sepulto” de nuestra Sra. Directora, fallecida el día
anterior. Nos pusimos muy contentas, no por el fallecimiento
de ella, sino porque no íbamos a tener clase, en esa tarde.
Todos y todas para asistir, en la Iglesia Parroquial, al
luctuoso acto.
El ataúd ya estaba allí. Los profesores nos sentaron en la
parte central de la Iglesia. Dio comienzo la Misa. Junto a
mí, una inseparable amiga; detrás de nosotros, los
profesores. Pronto empezamos a inquietarnos y a decir
tonterías, movernos, reírnos. Pretendíamos pasar
“desapercibidas”. Imposible. Enseguida, los encargados del
orden, profesores y profesoras, empezaron a “actuar”. Una
entrañable profesora nos “endiñó” a cada una un “cariñoso”
pellizco a la espalda. Así permanecimos calladas. Al
finalizar la misa, a casa, comentando lo del pellizco entre
risas.
No podemos imaginar que esa tarde, en lugar de entrar a
clase, íbamos a acudir a un funeral, acto que nunca habíamos
tenido la oportunidad de asistir a algo parecido. Y había
sido el de nuestra Directora. Claro que, nosotras ya
estábamos en los cursos superiores. Quizás nos seleccionaron
para representar a todo el alumnado. ¡Menuda representación!
¡Aunque, menos ir a la escuela, todo!
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