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OPINIÓN - DOMINGO, 12 DE JUNIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Cuando yo iba al colegio (I)
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

CARLOS F.V. 47 AÑOS: Yo hice mi escolarización en el “Convoy de la Victoria”, hoy “Santiago Ramón y Cajal”. Fueron muchas anécdotas las vividas con mis compañeros, pero la que voy a relatar, la recuerdo con mucho cariño: Desde los primeros cursos de mi etapa escolar, llamaba la atención la Sra. Directora, que era muy respetada. Yo era un alumno un poco revoltoso, pero no de mala conducta, y conocía la obsesión que tenía nuestra Directora por mantener la disciplina del Colegio. En una ocasión, mi tutor me sorprendió haciendo una pequeña gamberrada en el aula. Me mandó al despacho de la Sra. Directora, cosa muy habitual en el funcionamiento del Centro. Yo tenía que contar el motivo de mi presencia ante ella, para que me impusiera la sanción que me correspondiera. En la entrada al despacho, había varias sillas para “guardar” cola. Una de ellas ya estaba ocupada por un compañero, de un curso anterior al mío. Su problema era como el mío, y no era la primera vez que acudía a “saludar” a la Sra. Directora. Entró él, y yo esperaré mi turno. Escuché la regañina que la Sra. Directora le echaba. Así que, antes de que él saliera y, asegurándome de que nadie me veía, me dirigí a mi clase, como si ya hubiese recibido el “mensaje” que me merecía. Viendo la cara de arrepentimiento que me “marqué”, de la inexistente regañina, mi tutor ni me preguntó, y volví a la actividad normal de la clase. Después de la experiencia vivida aquel día, y de los ocho años que estuve en el mismo Colegio, nunca mi comportamiento fue para que volvieran a mandarme al despacho de la Sra. Directora… Recordando aquella situación, no me queda más remedio que sonreír”.

JESUS. B.O. 44 AÑOS: Yo hice mis primeros cursos en el C.P. “La Marina”, centro escolar muy antiguo, cuyo edificio fue compartido por la Escuela de Magisterio. El resto de mi escolaridad la realicé en el “Convoy de la Victoria”, del que guardo gratos recuerdos, en particular de mis compañeros y de aquellos maestros que tuvieron la responsabilidad de enseñarme, y tengo que relatar una anécdota muy curiosa: “A pesar de la buena consideración que mis maestros tenían con mi persona, en una ocasión, cometí una pequeña gamberrada: estaba de ‘moda’ el uso de las llamadas ‘bombitas de peste’, que en realidad no eran otra cosa –no quiero equivocarme- que la semilla de cierto árbol. Al ‘explotar’ la bombita, el olor despedido era muy desagradable. Mi querida maestra, tutora, dudó en acusarme, pero lo hizo, y yo me negué. Pero tenía que demostrar que yo no había sido. La tutora, astutamente, me descubrió, invitándome a que le mostrara las suelas de mis zapatos. En uno de ellos estaba “el cuerpo del delito”. No había la menor duda. ¡Yo era el culpable! Quiero recordar que mi admirada tutora fue muy benevolente conmigo. No me impuso ninguna sanción, y con un toque en la espalda, me recomendó que no volviera a proceder así.”

MUSTAFA A.M.47 AÑOS: Mi primer colegio fue el de Benzú. Estuve sólo en los primeros cursos. Después pasé al “Convoy”, donde se respiraba un clima de absoluta normalidad. Había respeto entre todos. Una gran familia. Nos necesitábamos todos. Tuve la suerte de disponer de un cuadro de profesores muy bueno. Entre ellos destaca uno que nos daba las Matemáticas en 8º Curso, muy comunicativo, un tanto “atípico” que a veces empleaba “extrañas fórmulas de motivación”, pero muy eficaces, que nos tenía muy contentos.

Quiero recordar que nuestro profesor de Matemáticas, en 7º, en una prueba –control, un grupo de compañeros (los de la primera fila), llegamos a superarla. Ello extrañó mucho al “desconfiado” profesor, que no admitía que nosotros habíamos mejorado. Con una nueva prueba, se convenció.

Esta “anécdota” sí que me impactó: “Estaba mi grupo realizando una tabla de Gimnasia. De pronto, sentí unas ganas enormes de orinar. Con permiso del profesor, me dirigí a los aseos, y entré en el de las niñas. La Sra. Directora, que no se perdía ni una, me observó. De inmediato, se hizo con ropa de una niña, en especial una falda, que me hizo colocar encima del pantalón de deporte. Y así me mantuve durante un tiempo “prudencial”… vestido de niña. La Sra. Directora no tuvo otra sanción que aplicarme. ¡Me sentí humillado!”.

MARÍA DOLORES A.B. 47 AÑOS:Mi anécdota, quizás más significativa, fue la siguiente: “Un día normal de clase. Una actividad extraescolar: asistencia a la Misa de “Corpore in sepulto” de nuestra Sra. Directora, fallecida el día anterior. Nos pusimos muy contentas, no por el fallecimiento de ella, sino porque no íbamos a tener clase, en esa tarde. Todos y todas para asistir, en la Iglesia Parroquial, al luctuoso acto.

El ataúd ya estaba allí. Los profesores nos sentaron en la parte central de la Iglesia. Dio comienzo la Misa. Junto a mí, una inseparable amiga; detrás de nosotros, los profesores. Pronto empezamos a inquietarnos y a decir tonterías, movernos, reírnos. Pretendíamos pasar “desapercibidas”. Imposible. Enseguida, los encargados del orden, profesores y profesoras, empezaron a “actuar”. Una entrañable profesora nos “endiñó” a cada una un “cariñoso” pellizco a la espalda. Así permanecimos calladas. Al finalizar la misa, a casa, comentando lo del pellizco entre risas.

No podemos imaginar que esa tarde, en lugar de entrar a clase, íbamos a acudir a un funeral, acto que nunca habíamos tenido la oportunidad de asistir a algo parecido. Y había sido el de nuestra Directora. Claro que, nosotras ya estábamos en los cursos superiores. Quizás nos seleccionaron para representar a todo el alumnado. ¡Menuda representación! ¡Aunque, menos ir a la escuela, todo!
 

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