Uno de los mayores problemas que
tenemos los seres humanos es el no querer reconocer que, en
ciertas profesiones o cargos, se tiene fecha de caducidad.
Por eso me hace gracia cuando escucho, a alguna persona
metida en años, decir que se encuentra como un chiquillo.
He conocido a muchos artistas que a pesar de cumplir años ha
querido seguir siendo lo que fueron pero que,
indiscutiblemente, con el paso del tiempo ya no lo son. Y no
lo son porque la juventud viene empujando y pidiendo paso,
ofreciéndole al público lo que ya ellos no les pueden
ofrecer.
Estos casos se dan mucho, sobre todo, en los humoristas que
se niegan a decir adiós a una profesión de la que fueron
artistas destacados en el humor pero que, a lo largo de los
años, contando siempre el mismo repertorio han cansado al
público, mientras nacían otros artistas jóvenes que estaban,
con sus nuevos repertorios, habiendo auténtico furor en el
público.
La vida es así, y nada ni nadie la va a cambiar, mientras
existan todos aquellos que, a pesar del paso de los años,
habiéndose quedados atrasados en sus profesiones, se
consideren aún indispensables.
Poro esto que les ocurre a los humoristas, de los que antes
hablábamos, ocurre también de la misma manera entre la clase
política, que cuando se aferran al sillón, no hay quienes
les echen ni con agua caliente.
Poco les importa que el público, cansado de escuchar de su
boca siempre lo mismos comentarios, le vuelvan la espaldas y
se nieguen a darle los votos que les permitirían seguir en
su sillón de poder.
Nada les importa, ni siquiera sus discursos medievales,
basados en una época ya pasada de moda que a nadie les
importa ni les interesa. O sea igual que esos humoristas, de
los que les hablábamos, que siguen con el mismo repertorio,
sin darse cuenta de que el público está cansado de escuchar
siempre lo mismo.
Su empeño en mantenerse en primera línea es tal que llegan a
pastar con el mismo diablo si es necesario para seguir
agarrado al sillón.
Puede que a algunos les cause pena el caso de estas personas
que no saben que su tiempo ha pasado y que, en los momentos
actuales, de querer continuar siendo lo que fueron, sólo les
lleva a hacer el ridículo y a servir de mofa a la gente
joven.
Por cierto cuando estos acabados, sin darse cuenta de que su
tiempo ha pasado, largan ante el personal joven, sus
retrógrados discursos. La juventud se dedica a bostezar en
el mejor de los casos. En el peor de los casos, se dedican a
patear y silbar esos discursos trasnochados y de otra época
ya en el olvido.
Y es que, cuado esos discursos antidiluvianos son lanzados
por estos acabados, al final de los mismos el personal dice:
“lo bien que habla, pero me ha parecido un discurso de ese
genio del humor que se llama Cantinflas, habla mucho pero
nadie se entera de nada de lo que quiere decir”. Lógico que
la gente joven piense así, son discursos antidiluvianos y de
una época que ellos no conocieron,
Como los humoristas malos, estos politiquillos del tres al
cuarto siguen manteniendo el repertorio de los años 70. Y
encima se creen genios de la política. ¡Anda, ya!
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