Lunes. Diez de la mañana. Llueve a
mares. Son las aguas torrenciales de una primavera que se
acerca a su final con truenos que ponen a mi perro muy
nervioso. A mi perro le agrada sobremanera caminar bajo la
lluvia, pero las descargas eléctricas le acojonan lo
suficiente como para que busque cobijo a mi vera.
Aunque el miedo de mi perro por culpa de la tormenta no es
ni siquiera parecido al que mostraba Juan Valderrama
en las mismas circunstancias. Aquella figura del cante, en
situaciones tormentosas, tardaba nada y menos en meterse
debajo de la cama. Tenía pánico Valderrama, según supe en su
momento y de buena tinta, a ser víctima de un rayo.
Hablando de rayos: con la misma velocidad de un rayo puede
pasar un político de estar en la cresta de la ola a verse
perseguido con saña de modo que no tenga más remedio que
renunciar a su destacada posición, que es lo menos malo que
le puede ocurrir. Puesto que le será imposible eludir el
sambenitado consiguiente. Y mucho temo que, en semejante
trance, vuelva a ponerse de moda hacerle beber al político
un vaso de aceite de ricino.
La nota del descrédito de cualquier personaje público está
instalada permanentemente en su bragueta. Lo cual es harto
conocido. Pero los hombres no escarmientan. Es lo que pienso
mientras leo lo que me queda de El País del domingo, cuya
lectura interrumpí para ver el partido Nadal-Federer.
Se trata de un escándalo en Turquía. Un escándalo de sexo,
vídeos y chantajes políticos. Donde las grabaciones sexuales
de candidatos turcos pueden influir en los resultados de las
elecciones. La misma historia de siempre. Una mujer se liga
al jefe de la oposición y lo conduce al cadalso: sitio
adecuado para que un grupo de chantajista pueda exhibirlo
ensartando a una tal Emine que se declara estudiante de buen
provecho. La que, a buen seguro, no tendrá el menor
inconveniente en propalar que ella no quería… Así, de paso y
como quien no quiere la cosa, la estudiante de provecho
consigue que el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan,
se quede sin el peor rival que podría tener en las próximas
elecciones.
Por lo leído, tanto ahora como en anteriores ocasiones,
estas grabaciones chantajistas, de políticos embistiendo a
chicas jóvenes fuera del tálamo nupcial, son de uso
corriente en Turquía. Es decir, que los turcos están más que
habituados a ellas. Porque las consideran un mal menor. Un
mal que ha venido evitando las conspiraciones con
derramamiento de sangre. En suma: que las grabaciones
sexuales, llevadas a cabo por un grupo chantajista, se han
instalado en el sistema político de Turquía. Y sirven, sin
duda alguna, para cambiar el curso de la política.
En fin, que todo se pega menos lo guapo. Y las grabaciones
de político, en plena tarea de refocilamiento con hembra
dispuesta a servir de gancho a cualquier grupo chantajista
de ese yacer, están a la orden del día.
Por consiguiente, si usted es político, no importa la
orientación sexual que tenga, haría muy bien poniendo a buen
recaudo su bragueta. Sobre todo si tiene pareja. Porque, de
no ser así, será grabado, vejado, humillado… E incluso puede
que le den un vaso de aceite de ricino. Y terminará
apestando. Que es lo peor del asunto.
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