Paso unas horas en el estudio
fotográfico de un amigo. Estudio de los de antaño, con
decorados en forma de telones, focos con kilómetros de
recorrido en vigas suspendidas del techo, cámaras
fotográficas que hoy figuran en un estante a modo de pequeño
museo, rollos y rollos de fotografías de gente, etc.
No es que me vaya a dedicar a la fotografía, aunque llevo
toda la vida haciendo reportajes fotográficos, si no que he
aceptado enseñar a mi amigo, el fotógrafo, las nuevas
tecnologías de la era digital.
En ese tiempo que he estado una baraúnda de moros y negros,
a quienes viene dado en llamar subsaharianos, han pasado por
el estudio en demanda de fotos carné.
Todos ellos con la premisa de necesitar urgentemente las
fotos para “arreglar” sus papeles y demostrar al Gobierno,
el catalán en este caso, su arraigo en el país al objeto de
que no los incluyan en los recortes que realizarán en las
ayudas económicas a las familias.
Familias enteras, con seis o más hijos todos pequeños,
desfilan ante la cámara de mi amigo con la frialdad
esculpida en sus rostros.
Un grupo de negros piden copias de unas fotos realizadas por
ellos mismos en sus “correrías” por el país. Fotos de
familiares con las más llamativas ropas típicas del África
profunda.
A pesar de que son ellos mismos, los negros, los que señalan
las copias que quieren en la pantalla del monitor digital…
una vez realizadas se ponen a discutir si esa sí o esa no y
se pasan una hora discutiendo.
Tengo que interceder por mi apabullado amigo y cortar
rotundamente la cháchara de ese grupo africano diciéndoles
que se fueran a discutir a sus respectivas aldeas porque
muchos clientes están esperando.
La sangría sufrida, supuestamente, por la economía española
ha obligado entrar en la UCI a la mayoría de estamentos
políticos dedicados a su manejo. Lo malo es que hicieron
esta manirrota oferta, y otras muchas, con la vista puesta
en los votos del inmigrante. Las consecuencias de esa
maniobra económico-política no se han hecho esperar.
Lo malo de todo ello es que afecta, más aún, a las familias
españolas en sí.
Me aclaro: el tope impuesto para optar a esas ayudas (8.000
euros por familia) es tremendamente discriminatorio si
aceptamos que la mayoría de las familias de inmigrantes
arraigados en el país, reciben cientos de ayudas económicas
de las instituciones y que no se incluirán, por supuesto, en
el total de ingresos familiares por trabajo.
Se han dado casos de familias moras que ha recibido por
duplicado, hasta por triplicado, estas ayudas debido, en
primer lugar, a la confusión de los Mohamed repetidos en
casi todas las solicitudes y las diferentes mujeres que
acompañan al solicitante. Un nombre, común a todos, que
hacen florecer fuentes de ingresos insospechadas, hasta
ahora, para ellos.
Mal asunto.
Los recortes promulgados por el Gobierno, al objeto de
recuperar el tren económico europeo, no tienen justificación
alguna, toda vez que el dinero no sale del país, y solamente
perjudica a quienes luchan cada minuto del día por
sobrevivir dentro de unos límites medianamente aceptables y
benefician, con mucho, a los que siempre están al pie de las
especulaciones, legales o no.
La presión económica estallará algún día y entonces… veremos
quienes salen perjudicados realmente.
En fin, la vida sigue, yo también.
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