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OPINIÓN - JUEVES, 2 DE JUNIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aróstegui desea la desaparición de la ADC
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Nunca me he cortado lo más mínimo en decir que José Martínez “Pirri” ha sido uno de los más grandes jugadores de la historia del Real Madrid. Y, naturalmente, una de las grandes figuras del fútbol español y mundial. Martínez, que así quería Santiago Bernabéu que se nominara al extraordinario jugador ceutí, porque le desagradaban los sobrenombres o apelativos, lo primero que hizo al llegar a la capital de España fue darse una vuelta por la calle de la Victoria. El pasaje más frecuentado del Madrid de los años cincuenta y sesenta.

Sucedió ello a mediados de agosto de 1964, y fue en el Bar Club, lugar de cita de toreros y futbolistas, de artistas y de cuantas personas acudían a los madriles para buscarse la vida, donde yo lo conocí gracias a que me lo presentó José Sánchez Pérez, “El Trompi”. El Trompi había brillado cual jugador en el Granada de los años cuarenta y cincuenta. Futbolista genial, cuyo juego se basaba en regates inverosímiles, fintas esplendorosas, pases geniales, y asimismo era capaz de usar todas las superficies para golpear el balón con una precisión deslumbrante. Resaltaban sus taconazos, como recurso, con una fuerza y colocación que causaban estupor.

El Trompi se dedicaba a los corretajes de muchas cosas. Y hacía de intermediario de futbolistas y entrenadores. Era mi amigo y a mí se me caía la baba oyéndole hablar de sus momentos históricos como jugador de la Ferroviaria madrileña y del Granada en la División de Honor.

Aquella mañana de agosto, cuando vio llegar a José Martínez “Pirri” al Bar Club, lo primero que hizo, tras abrazarle, pues había sido su entrenador en el Recreativo de Granada, es preguntarle, con socarronería, por su estancia en Madrid. Cuando El Trompi sabía ya que José Martínez había sido fichado por el club merengue.

Y cuando Pirri le dijo que había firmado contrato con el mejor equipo del mundo, El Trompi le gastó una de sus acostumbradas bromas, con el aire achulado de los madrileños castizos. Poco tiempo después, tras una lesión de Puskas y también de Félix Ruiz y de Suárez, ocurrió lo que es harto conocido: Pirri debutó frente al Barcelona y ya no dejó de ser figura grande del más grande de los deportes.

Viene a cuento acordarme nuevamente de Pirri, porque tres días antes de las elecciones celebradas el 22-M, a éste le dijeron en el ABC que pidiera un deseo para Ceuta. Y respondió así: “Quiero que mi equipo, la Asociación Deportiva Ceuta, que ha jugado varias veces la promoción de ascenso a Segunda División A, consiga pronto tan ansiado ascenso y que al año siguiente logre ser equipo de Primera División”.

El deseo de Pirri, publicado en el ABC, quizá haya pasado inadvertido en su tierra. Porque, de no ser así, no tendría sentido el ataque sistemático que viene recibiendo la institución deportiva por parte de Caballas. Mejor dicho: por parte de Aróstegui. Por el odio cerval que éste le tiene al editor de ‘El Pueblo de Ceuta’ y presidente del primer equipo local. Y la causa es bien sencilla: achaca su fracaso electoral a las críticas recibidas por los colaboradores de este periódico.

Pobre hombre es Aróstegui. Cuya fobia enfermiza, hacia todas las cosas de su pueblo, le hace desear fervientemente la desaparición de la Asociación Deportiva Ceuta. Cuidado con él.
 

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