Francisco Umbral, quien
manejaba el castellano como le daba la gana, y cuyo careto
daba siempre la impresión de cabreo y lejanía, era poco dado
a regalar ditirambos en sus columnas. No obstante, en el
tramo final de su vida, aprovechaba cualquier ocasión para
elogiar a Mariano Rajoy. Actitud que llegó a causar
extrañeza. Y que le hizo decir que regalarle el oído a Rajoy
era más o menos la penitencia que se había impuesto por
haberle tratado con sumo desdén en alguna que otra ocasión.
De haber vivido Umbral, seguramente habría celebrado el
momento que está viviendo el presidente del Partido Popular.
Un momento cumbre en su carrera política, tras haber pasado
años en los que se le tenía como un perdedor cuya forma de
ser dañaba la imagen del partido.
Propios y extraños, cuando se referían al hombre que fue
designado candidato a la presidencia, por la dedocracia de
Aznar, lo hacían para tacharle de perezoso, de estar
cortito de valor, muy limitado en casi todo y, por tanto, un
mal candidato. Un candidato que nunca, ni siquiera en los
momentos más bajos de popularidad de José Luis Rodríguez
Zapatero, había conseguido ser valorado ni medianamente
bien en las encuestas de opinión de los ciudadanos. Que han
sido muchas y cuyos resultados fueron motivos de críticas
acerbas contra el jefe de una oposición que ahora está
siendo adulado por doquier.
Para ello, es decir, para llegar a este crucial momento
donde parece más que factible que pueda, al fin, convertirse
en inquilino de La Moncloa, el presidente del PP ha tenido
que aguantar con asombroso estoicismo los envites de las
corrientes contrarias y las propias; o sea, las de los
suyos, casi siempre más peligrosas y dañinas.
Mariano Rajoy ha hecho suyo ese lema tan manido, y que
Cela no dejaba de airear a cada paso: “En España, quien
resiste gana”. Y a fe que está a punto de alcanzar su logro.
Aunque no debería dormirse en los laureles, debido a que
será Rubalcaba, salvo imponderables de la política,
su rival. Y éste, sin duda alguna, es un candidato de mucha
talla.
A lo que iba. Mariano Rajoy se ha convertido después de las
elecciones del 22-M en la figura indiscutible de la política
española. Ha pasado de ser un político de perfil bajo,
carente de atractivo y escaso tirón popular, a ser tenido
como el hombre que ha liderado con acierto su partido en
unas elecciones en las que los populares obtuvieron casi
nueve millones de votos. Un éxito indiscutible y que él
viene disfrutando sosegadamente y, sobre todo, sabiendo que
en momentos así no conviene salirse de madre y exponerse a
cometer estupideces.
En una de las entrevistas concedidas por Rajoy, entre otras
muchas cosas dice que él no está en política para entretener
ni dar espectáculo. Que seguirá siendo un hombre tranquilo.
Aunque reconoce que la política es dura. Que a veces se ve
tratado injustamente. Que carece de privacidad. Pero que es
un peaje que todos los políticos deben pagar. Debido a que
es una actividad voluntaria.
Ya lo dijo Thomas Jefferson: “Cuando alguien asume un
cargo público debe considerarse a sí mismo como propiedad
pública”. A ver si aprenden la lección los políticos
locales.
|