Ya terminó la campaña electoral, ya pasaron las
elecciones... ¿y ahora? Lo que se ha dilucidado en estos
días ha sido algo más que la composición de ayuntamientos y
organismos de comunidades autónomas. Se ha votado, con mayor
o menor participación, una necesidad de cambio, una
oportunidad de rehacer nuestras vidas desde la desesperanza
de las oficinas de empleo, los ERE o desde la desolación de
autónomos y pymes. No podemos resignarnos al 2026, como
sentencia la OCDE, para alcanzar cifras de empleo similares
a las del año 2006. Mientras tanto, el presidente del
gobierno se ve acorralado por los de su propio partido que,
en un intento de auto regeneración y en menos de un año,
debe inventar un líder y curar las heridas de unos ideales
tocados por la crisis. Esta situación contrasta con la
exaltación de optimismo que vive el partido Popular, sin ver
o sin reconocer, el tsunami que viene detrás de la aparente
tranquilidad de estos días.
España agoniza, se muere... No es el momento de derrotas ni
de triunfos, es el tiempo de los pactos de Estado, es la
hora de los estadistas, no de los políticos. Por una vez hay
que dejar de mirar a las próximas elecciones y los intereses
partidistas y ver los márgenes de actuación reales que
cualquier gobierno que se enfrente a una situación duradera
como la que vivimos puede soportar. Como tantos millones de
españoles, celebraría las fórmulas mágicas y los ungüentos
curativos que el partido popular pudiera aportar para
solucionar esta gran depresión, pero el futuro no es
alentador si todos no trabajamos en la misma dirección. En
la Historia de España podemos reconocer episodios de intensa
desunión con nocivas consecuencias políticas y sociales, y
debemos aprender de estos errores quizás consustanciales a
nuestra forma de ser. Desde hace unos días los noticiarios
no dejan de centrarse en realidades y especulaciones acerca
del año próximo, un año perdido o ganado para otra
generación condenada también quizás al desánimo. Las
emisoras de radio, periódicos o televisiones deben dejar un
pequeño espacio para liderar una particular cuota de otra
“acampada en la Puerta del Sol”, un momento para decir que
el mundo evoluciona, mientras España discute y ese no es el
camino.
Con este espíritu de colaboración entre todas las fuerzas
sociales y políticas, Ceuta y Melilla deben abordar su
futuro inmediato. No tendrán problemas con un gobierno en
declive y descomposición, pero tampoco obtendrán grandes y
prontos beneficios de un gobierno del partido popular que
sin lugar a dudas se va a encontrar una España endeudada
interna y externamente, desfragmentada y anímicamente
hundida ante posibles nuevas reformas impuestas por nuestros
socios europeos. Como en arqueología, la solución está en el
propio suelo social de Ceuta y Melilla y hay que
encontrarla, está ahí; luego, una vez que la situación se
estabilice a nivel nacional e internacional, que lo hará, ya
lo llevaremos de adelanto. Se debe seguir haciendo hincapié
en el sector turístico, el único sector a corto plazo capaz
de levantar la economía y tirar del resto del de servicios,
y al que Nuria de Madariaga refleja de una forma totalmente
gráfica y acertada. En paralelo y es nuestra
responsabilidad, Ceuta y Melilla siguen siendo desconocidas
a nivel nacional y deberíamos poder solucionarlo. Esto es
inmediato y con un coste solo publicitario. Más adelante, la
conversión de ambas ciudades en los centros de
interpretación de los países y revueltas árabes, de las
corrientes migratorias y la vida en la frontera que podrían
cambiar la simbología de que seamos el fin de Europa en el
sur.
La ventaja y el inconveniente de escribir un día a la semana
es tener más tiempo para elegir un tema pero dejar de lado
cuestiones de interés que van surgiendo; el Informe sobre
derechos humanos en la frontera sur 2010-2011 o la
desaparición del Banco de España dentro de dos días, son
solo unos ejemplos a los que me gustaría volver si la
coyuntura nos deja…
|