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OPINIÓN - VIERNES, 27 DE MAYO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Me apetece loar al delegado del Gobierno
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me encuentro con un profesor universitario, gaditano él, a quien hacía mucho tiempo que no veía. Está a punto de jubilarse, y lo primero que hace es recordarme los buenos ratos que hemos pasado juntos en el Hotel La Muralla, antes de convertirse en Parador. Pues él, por tener novia aquí, frecuentaba el famoso rincón del Muralla, sito en este establecimiento, hace casi treinta años. Lugar donde nos presentaron. Luego, tras casarse, dejó de venir. O mejor dicho: sus visitas fueron ya mucho más espaciadas.

Cada vez que nos vemos, que dicho ha quedado ya es de higos a brevas, mi estimado profesor me echa en cara el que yo no haya ido a la Universidad. Que ha sido una pena, continúa diciéndome, esta vez, que me haya quedado sin titulación académica. Una titulación que me habría venido muy bien, según él, en todos los sentidos.

Y mi respuesta es siempre la misma: llevas razón, claro que sí; pero bien es verdad que unas veces por hache y otras por be no pude permitirme hacer carrera alguna. En realidad, tampoco ha sido algo que me haya dejado secuelas. Y es entonces cuando mi estimado profesor pone cara de extrañeza. Porque está convencido de que mis palabras tratan de quitarle importancia a lo que significa ser licenciado en cualquier materia.

De modo que aprovecho la ocasión para provocarle. Así que le digo lo siguiente: mira, Fulano, en mis conversaciones con un catedrático balear, acerca de los estudios universitarios, éste me decía que saber cuenta muy poco en la Universidad; que lo principal era aprobar. Y cuando yo le contaba mi disgusto por no haber podido ser universitario, se rebelaba. Y no se cortaba lo más mínimo en pronunciarse así: “A los temperamentos fuertes, la Universidad los ahoga”. Y a partir de ahí argumentaba de carrerilla todos los males que se generaban en los templos del saber, y que, por razones obvias, eran para mí desconocidos.

Mi estimado profesor, con cara desencajada, tarda nada y menos en cambiar de conversación. Y lo hace preguntándome si es verdad que José Fernández Chacón ha cumplido sus obligaciones como delegado del Gobierno en Ceuta, de manera notable. Que es lo que él tiene entendido. Más bien lo que ha venido oyendo entre sus amistades en Ceuta. Pero que desea saber mi opinión al respecto.

Opinión que no tardo en ofrecerle. Vamos a ver, le digo al profesor universitario: José Fernández Chacón ha cumplido, a principios de este mes que está dando las boqueadas, tres años en la Delegación del Gobierno. Y, durante ese tiempo, ha sabido ganarse el afecto de innumerables ceutíes. Y, por encima de todo, ha contribuido al bienestar de esta tierra, en la medida de sus posibilidades y mucho más. Ha sido generoso con el presidente de la Ciudad. Importándole un bledo y parte del otro, el que Vivas pertenezca al PP. Lo cual es digno de encomio. Y demostración palpable de que Fernández Chacón es una persona de bien.

-¿Es tratable? –pregunta el profesor universitario.

“La verdadera talla de un hombre la da su sencillez, no el pedestal al que se aupa”. Es el caso de JFCH. Lo vamos a echar de menos en su momento. Sobre todo, como no podía ser de otra forma, todos los que hemos tenido la suerte de conocerle más. Porque tiene simpatía, sentido del humor, deseos de agradar y, naturalmente, porque se prendó de Ceuta desde que arribó a ella.
 

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