Alí utilizó la anterior legislatura como si fuera un
auténtico laboratorio de construcción política artificial,
que le sirvió para trazar la estrategia definitiva que
llevase a Aróstegui al Ayuntamiento. Consciente de sus
limitaciones para llevar a cabo ese ensayo, recurrió a
diferentes personajes de la vida política y mediática ceutí
para desarrollar la agenda más secreta sobre ‘construcción
política antinatural’ de los últimos años.
Alí ya había hecho, por si mismo, unas pequeñas pruebas que,
como tales, le dieron resultados excelentes, cosa que le
animó para dar el salto definitivo que llevase a su querido
Juan Luis Aróstegui a a la Asamblea de Ceuta.
El conejillo de Indias primigenio del laboratorio político
de Alí fue el líder de Izquierda Unida (IU) en Ceuta,
Mohamed Haddu Musa. Con Musa se hicieron toda serie de
pruebas, ensayos, amputaciones, operaciones cerebrales del
lóbulo derecho y especialmente del izquierdo, que era el
lado que mejor le funcionaba. Todo fue bien y además Musa
dejaba una buena referencia: había que colocar a Aróstegui
el tercero en la lista electoral como se había ensayado con
Musa.
Aróstegui, aquel líder sindicalista y muchas otras cosas más
al que tanto admiraba Mohamed Alí ya no tuvo duda de que
podría abusar de la inexperiencia de su socio para que
cayera rendido ante sus discursos y conseguir, de esta
manera, su tan anhelado sueño que la Ciencia política
racional le negaba. Alí, torpemente, desafió los
razonamientos científicos de la cosa política y como un
nuevo Prometeo se convenció de que podría burlar todas las
leyes de la creación ideológica.
Aquella operación ‘Frankenstein’ había que manejarla con
cuidado y para ello se buscó a los mensajeros del terror,
educados bajo la misma chepa de ‘Aigor’, personajes
enfrentados a todo aquello que supusiera alegría, luz,
belleza y un desarrollo científico dentro de los cánones de
la ética. Pero el equipo de Aigor solo quería someter todo a
su creación particular y, por supuesto, bajo ningún control
ético de nadie ni nada. Es más, aquellos personajes que
osaron enfrentarse a ellos eran seres corruptos, enfermos de
poder, despiadados con la gente sin trabajo, racistas y
arrogantes.
Alí siguió con aquella operación ‘Frankenstein’ que
funcionaba de maravilla según sus ayudantes pelotas del
laboratorio, hasta que el propio monstruo empezó a tener
vida propia y demandar el protagonismo exclusivo que le
correspondía como un ser sobrenatural al que esperaba un
futuro lleno de masas humanas obedientes bajo sus órdenes.
Todo empezó a cambiar cuando algunas personas se dieron
cuenta de que aquella masa corporal con patas y un tornillo
en la cabeza no era más que un disparate político
acientífico que no se ajustaba a los mínimos parámetros
racionales de la cosa política. Es más, algunos periodistas
conscientes de que aquello sólo era un fundido ideológico
absurdo así se lo hicieron saber tanto a Alí (el doctor)
como a ‘Franki’ (el soberbio). Tal atrevimiento e insulto a
su ciencia política sobre construcción de ideologías
artificiales llevó a que los autores de la obra montasen en
cólera contra los periodistas que no comulgaban con sus
chulerías acientíficas. Así nació el terror y el pánico en
el laboratorio. Había un grupo de gente que se enfrentaba a
ellos y que denunciaba que un uso irresponsable de aquella
tecnología no generaría más que daño en mucha gente.
La soberbia del creador y la soberbia del creado no se
hicieron esperar y arremetieron contra muchos de nosotros
con una virulencia tenebrosa. Auténticamente satánica: ¡Me
dáis asco!, gritó el construido a trozos, mientras el doctor
siniestro asentía junto a él con carita de inocente pero con
su bata todavía ensangrentada.
Hubo momentos de pánico cuando aparecieron sus colaboradores
panfletarios llenando de mentiras difamaciones y amenazas
las vidas profesionales de quienes creyendo en “lo racional”
denunciaron que el monstruo lo que iba a hacer era a chupar
la sangre y la ilusión de mucha gente.
Nos chulearon los incompetentes. Nos insultaron los
apologetas del lado obscuro de la vida. Pero la alianza de
extorsionadores cometió un error: desconocer la fuerza moral
y profesional de aquellos a los que insultaban. Alguien,
como yo, ya ha rebuscado en su viejo baúl, antiguos ropajes
de mil batallas que servirán para plantar cara a estos
cachorrillos de la indecencia y de la estafa.
Radiopredicadores de mínima audiencia que después de
insultar y especular lo único que dicen de verdad es eso de
que “porque no tengo pruebas, que si no...”, lo que define
la catadura moral de los personajes.
El ‘doctor’ Alí ha conseguido colocar a su zombi político en
el Ayuntamiento. Un desafío impresionante que nadie había
conseguido antes. Un ser vivo tan lleno de soberbia que
destruirá a su creador en breve espacio de tiempo.
El ‘Frankenstein’ de la Asamblea es una alegoría, no
obstante de la perversión de la evolución política. Un
experimento político tan desafiante como insostenible. Un
personaje hecho a base de trozos que se han robado de varias
tumbas ideológicas ya superadas. Un ser preparado para
cargarse a su creador de la misma manera que poco después
puede ponerse a ver la flor que le lleve una niña y poner
cara de tonto.
La operación ‘Frankenstein’ ya es un hecho. Sólo queda
esperar a ver lo que pasa cuando le diga el ‘doctor’ Alí a
Aróstegui que su cerebro político salió de un bote que ponía
‘ A normal’.
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