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OPINIÓN - MARTES, 24 DE MAYO DE 2011

 
OPINIÓN / 7º DE MICHIGAN

Alí y la operación ‘Frankenstein’

Por Fidel Raso


Alí utilizó la anterior legislatura como si fuera un auténtico laboratorio de construcción política artificial, que le sirvió para trazar la estrategia definitiva que llevase a Aróstegui al Ayuntamiento. Consciente de sus limitaciones para llevar a cabo ese ensayo, recurrió a diferentes personajes de la vida política y mediática ceutí para desarrollar la agenda más secreta sobre ‘construcción política antinatural’ de los últimos años.

Alí ya había hecho, por si mismo, unas pequeñas pruebas que, como tales, le dieron resultados excelentes, cosa que le animó para dar el salto definitivo que llevase a su querido Juan Luis Aróstegui a a la Asamblea de Ceuta.

El conejillo de Indias primigenio del laboratorio político de Alí fue el líder de Izquierda Unida (IU) en Ceuta, Mohamed Haddu Musa. Con Musa se hicieron toda serie de pruebas, ensayos, amputaciones, operaciones cerebrales del lóbulo derecho y especialmente del izquierdo, que era el lado que mejor le funcionaba. Todo fue bien y además Musa dejaba una buena referencia: había que colocar a Aróstegui el tercero en la lista electoral como se había ensayado con Musa.

Aróstegui, aquel líder sindicalista y muchas otras cosas más al que tanto admiraba Mohamed Alí ya no tuvo duda de que podría abusar de la inexperiencia de su socio para que cayera rendido ante sus discursos y conseguir, de esta manera, su tan anhelado sueño que la Ciencia política racional le negaba. Alí, torpemente, desafió los razonamientos científicos de la cosa política y como un nuevo Prometeo se convenció de que podría burlar todas las leyes de la creación ideológica.

Aquella operación ‘Frankenstein’ había que manejarla con cuidado y para ello se buscó a los mensajeros del terror, educados bajo la misma chepa de ‘Aigor’, personajes enfrentados a todo aquello que supusiera alegría, luz, belleza y un desarrollo científico dentro de los cánones de la ética. Pero el equipo de Aigor solo quería someter todo a su creación particular y, por supuesto, bajo ningún control ético de nadie ni nada. Es más, aquellos personajes que osaron enfrentarse a ellos eran seres corruptos, enfermos de poder, despiadados con la gente sin trabajo, racistas y arrogantes.

Alí siguió con aquella operación ‘Frankenstein’ que funcionaba de maravilla según sus ayudantes pelotas del laboratorio, hasta que el propio monstruo empezó a tener vida propia y demandar el protagonismo exclusivo que le correspondía como un ser sobrenatural al que esperaba un futuro lleno de masas humanas obedientes bajo sus órdenes.

Todo empezó a cambiar cuando algunas personas se dieron cuenta de que aquella masa corporal con patas y un tornillo en la cabeza no era más que un disparate político acientífico que no se ajustaba a los mínimos parámetros racionales de la cosa política. Es más, algunos periodistas conscientes de que aquello sólo era un fundido ideológico absurdo así se lo hicieron saber tanto a Alí (el doctor) como a ‘Franki’ (el soberbio). Tal atrevimiento e insulto a su ciencia política sobre construcción de ideologías artificiales llevó a que los autores de la obra montasen en cólera contra los periodistas que no comulgaban con sus chulerías acientíficas. Así nació el terror y el pánico en el laboratorio. Había un grupo de gente que se enfrentaba a ellos y que denunciaba que un uso irresponsable de aquella tecnología no generaría más que daño en mucha gente.

La soberbia del creador y la soberbia del creado no se hicieron esperar y arremetieron contra muchos de nosotros con una virulencia tenebrosa. Auténticamente satánica: ¡Me dáis asco!, gritó el construido a trozos, mientras el doctor siniestro asentía junto a él con carita de inocente pero con su bata todavía ensangrentada.

Hubo momentos de pánico cuando aparecieron sus colaboradores panfletarios llenando de mentiras difamaciones y amenazas las vidas profesionales de quienes creyendo en “lo racional” denunciaron que el monstruo lo que iba a hacer era a chupar la sangre y la ilusión de mucha gente.

Nos chulearon los incompetentes. Nos insultaron los apologetas del lado obscuro de la vida. Pero la alianza de extorsionadores cometió un error: desconocer la fuerza moral y profesional de aquellos a los que insultaban. Alguien, como yo, ya ha rebuscado en su viejo baúl, antiguos ropajes de mil batallas que servirán para plantar cara a estos cachorrillos de la indecencia y de la estafa. Radiopredicadores de mínima audiencia que después de insultar y especular lo único que dicen de verdad es eso de que “porque no tengo pruebas, que si no...”, lo que define la catadura moral de los personajes.

El ‘doctor’ Alí ha conseguido colocar a su zombi político en el Ayuntamiento. Un desafío impresionante que nadie había conseguido antes. Un ser vivo tan lleno de soberbia que destruirá a su creador en breve espacio de tiempo.

El ‘Frankenstein’ de la Asamblea es una alegoría, no obstante de la perversión de la evolución política. Un experimento político tan desafiante como insostenible. Un personaje hecho a base de trozos que se han robado de varias tumbas ideológicas ya superadas. Un ser preparado para cargarse a su creador de la misma manera que poco después puede ponerse a ver la flor que le lleve una niña y poner cara de tonto.

La operación ‘Frankenstein’ ya es un hecho. Sólo queda esperar a ver lo que pasa cuando le diga el ‘doctor’ Alí a Aróstegui que su cerebro político salió de un bote que ponía ‘ A normal’.
 

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