Amanece un lunes radiante. Vivir
en esta tierra es un placer. Porque así lo permite su
microclima. Ahora bien, hoy sólo se habla de las elecciones
celebradas el domingo. Como no podía ser de otra manera. La
gente no se cansa de decir: “No hay quien pueda con él en
las urnas”.
Él, como todos ustedes saben, es Juan Vivas. Quien
acaba de conseguir su tercera mayoría absoluta en unas
elecciones (2003, 2007 y 2011). Vivas es algo más que el
presidente de la Ciudad. Venerado por sus fieles, se ha
convertido en uno de los valores más sólidos del PP. Y, por
tanto, no deja de ser una garantía de éxito en todas las
elecciones a las que se presenta.
Juan Vivas ha pasado la difícil prueba de la abstención, en
unas elecciones en la que sus adversarios estaban dispuestos
a demostrar que el león no era tan fiero como lo pintaban. Y
se equivocaron. Se equivocaron sus enemigos, que no son
solamente los que se cobijan bajo las siglas de Caballas,
sino otros muchos pertenecientes a su partido. Es decir, al
PP. Cuyos nombres no nominamos por razones obvias.
En esta ocasión, hablaron las urnas; de la misma manera que
lo hicieron en 2003 y 2007, y volvieron a pronunciarse con
rotundidad: el PP consiguió dieciocho escaños.
El gran perdedor de las elecciones, celebradas el 22 de mayo
del año que corre, ha sido Caballas. Un partido, cuyo líder,
por más que se haya equivocado gravemente, merece todo el
respeto del mundo. Máxime cuando supo mantener la calma y el
estilo en momentos donde el recuento de votos mantenía la
espada de Damocles sobre su cabeza.
Dije ayer, y vuelvo a decir hoy, que me agradaron
sobremanera las declaraciones hechas por Mohamed Alí en
RTVCE cuando ninguna certeza se tenía sobre a qué partido
iba a corresponder el último escaño que estaba flirteando.
Ojalá que otros entrevistados de Caballas hubiesen mantenido
el buen talante que mostró Alí en momentos cruciales para su
carrera política.
A partir de ahora, a Mohamed Alí, como dirigente principal
de una coalición que no ha sido capaz de superar los votos
conseguidos por la UDCE, en su día, le quedan dos opciones:
la primera, reconocer que su decisión de juntarse con
Juan Luis Aróstegui ha sido funesta. Es decir, que se ha
equivocado. Que la juntera ha sido mala en todos los
sentidos. Y la segunda, debido a la tunda recibida en las
urnas, o sea un vapuleo de mucho cuidado, dirigirse al
sindicalista y decirle, sin titubear lo más mínimo, que bien
haría en darse el piro. Vamos, en desligarse de Caballas
para permitir que el partido se quede bajo la custodia
exclusiva de los dirigentes de la extinta UDCE.
De no ser así, mucho me temo que Mohamed Alí, un tipo a
quien aprecio de veras, se vea obligado a pasar vergüenza
ajena por culpa del comportamiento chabacano que Aróstegui
sacará a relucir en los plenos. Porque una cosa es
fiscalizar al gobierno. Y otra, muy distinta, es procurar
por todos los medios que los plenos se conviertan en la casa
de tócame Roque.
|