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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE MAYO DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

Un beso de seis segundos

Por José Joaquín Miláns Del Bosch Jordá De Urríes


El pasado viernes día 20 de mayo, en el histórico acuartelamiento de “García Aldave” de nuestra ciudad, donde se instruyeron los primeros legionarios cuando se creó en 1920 el “Tercio de Extranjeros”, se vivió un emotivo acto castrense. El general D. Enrique Vidal de Loño se despedía de las Unidades militares a las que había tenido el honor de haber mandado durante los cuatro años en que fue su primer jefe, su Comandante General. Nuestro querido jefe militar pasaba reglamentariamente al día siguiente a la situación de “Reserva” después de haber servido fielmente al Ejército y a España durante 42 años de su vida.

Y califico bien de “emotivo” el acto que se vivió aquella mañana, en la que el sol pugnaba por abrirse a través de la niebla que arrastraba el levante, porque se humedecieron muchas retinas, se erizaron bastantes pieles y se encogieron algunos corazones. No solo fue un acto de despedida, sino de reafirmación de su compromiso con la Patria adquirido cuando lo hizo ante la bandera de España siendo cadete de la Academia General Militar, allá en el año 1969.

Su alocución fue vibrante, llena de expresiones de agradecimiento y pensamientos conmovedores dedicados a sus soldados, su razón de ser como militar, a sus compañeros y subordinados, con quienes compartió y aprendió, a su familia, verdadero soporte y apoyo durante su vida y a Dios por haberle regalado la oportunidad de haber vivido esa gran experiencia tan gratificante como es la de ser soldado. Dios, Patria y familia, los tres pilares de su existencia.

Pero, particularmente, no podré olvidar el beso emocionado que plasmó sobre los pliegues de la bandera de nuestra Patria representada por la Bandera del 2º Tercio de la Legión -“la más gloriosa porque está teñida con la sangre de sus legionarios”- y que duró seis inolvidables segundos. No fue un beso protocolario de un segundo, ni un beso de despedida. Fue un beso de amor y admiración a España, como el que da un buen hijo a su madre.

Durante esos intensos segundos, en los que sus labios no se despegaron del paño sagrado, recorrieron seguramente sus 42 años de servicio habiendo cumplido fielmente su juramento de entrega incondicional a España. Ser militar es un estilo de vida y se convierte en sublime porque es la única profesión que exige dar la propia vida para ejercerla hasta sus últimos extremos. Y el general Vidal, con su ejemplo, abnegación, entusiasmo, disciplina, trabajo, y otras virtudes que le adornan, ha sabido ser eso que llamamos un “magnífico jefe y militar”.

Yo incluso diría que fue la misma Bandera de España la que retuvo el rostro del general unido a sus pliegues durante esos palpitantes segundos como señal de reconocimiento por su vida ofrecida a ella. Solamente sabe el general Vidal la conversación espiritual que mantuvo con la Patria durante esos segundos de íntima comunión con nuestra enseña nacional. ¡Que otra manera hay de demostrar tanto amor y respeto a la Patria!

Tras los seis segundos que yo conté y presencié también emocionado, un silencio sepultó el patio del “García Aldave”, el sol venció a las tinieblas y un haz de luz diáfana de mayo, atravesando un claro celeste, irradió la escena vivida para hacerla inolvidable. Al menos en la memoria de Enrique Vidal de Loño durante el resto de sus días. Yo también recordaré siempre ese beso de seis segundos a la madre Patria, mi general.

*Teniente Coronel de Caballería
 

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