La previsión del tiempo para mañana lunes en ambas ciudades
es de cielos despejados, con tendencia a irse cubriendo por
la tarde con nubes de evolución. Soplarán vientos de
levante, con más fuerza en Ceuta, y las temperaturas
oscilarán entre los 18 y 21 grados. En meteorología, lo
mismo que en economía o incluso en la política, se utilizan
modelos para intentar predecir el futuro; las perturbaciones
meteorológicas, los sondeos de opinión o los propios medios
de comunicación alimentan esos modelos para ajustar nuestras
predicciones y hacerlas más fiables. Pero no hace falta
ninguno de estos instrumentos para saber que el lunes
seguiremos en España con los mismos problemas que tenemos
hoy. Habrán cambiado de “color” algunas ciudades, las caras
de los políticos que repiten tendrán hoy más arrugas que en
los carteles de hace cuatro años, pero la ciudadanía, como
espectadora de lujo, volverá a la normalidad.
En los últimos días de campaña, uno de esos fenómenos que ha
trastocado las predicciones ha sido el, tan comentado,
movimiento de los “indignados”. Como si de las revoluciones
árabes se tratara, el descontento y la comunicación, a
través de las redes sociales, han sido su detonante. Podemos
hablar de teorías conspirativas en cuanto a su origen,
intereses o beneficiarios, pero lo que sí podemos asegurar
es que si sobrevive al día de hoy, dará igual quien o
quienes lo hayan ideado. Esta amalgama de desilusión e
inconformismo, en una juventud, madurez o senectud, de
universitarios, parados y profesionales o jubilados, ha
tardado mucho tiempo en despertar, pero si persiste en sus
desfiguradas aspiraciones adoptará un cuerpo y una textura
que ni sus portavoces de tantas “Puertas del Sol” lo
reconocerán.
Un movimiento de esta naturaleza era necesario en una
sociedad civil que, como la española, dormitaba en los
campus universitarios, en otros tiempos, siempre en
vanguardia y siempre a la espera de protagonizar otro mayo
del 68 con el que pasar a la Historia. La juventud
estudiantil se ha acomodado a un estilo de vida americano y
anglosajón de colegios mayores, y ha necesitado el empujón
de los “mayores”, de los “niños” a hombros de sus padres y
de los antisistema para recuperar la antigua estética hippie
de los años 70. Cuando conducía esta madrugada hacia mi sur,
que es vuestro norte, las noticias de este fenómeno se
enmarcaban con canciones de Bob Dylan, algunas de las cuales
se convirtieron en himnos antibélicos y de los movimientos
civiles de su época. No sé si todos estamos necesitados de
ser algo “alternativos” y vemos luces donde solo existen
sombras; no sé si esperamos, porque así lo deseamos, que las
cosas cambien y ¡deben cambiar!
La normalidad de cinco millones de parados en un contexto de
inflación no es asumible. Tampoco lo es la vertiginosa
desigualdad de las clases sociales, la corrupción, el
amiguismo o la crisis económica que se ceba entre los más
desfavorecidos. La situación de España se ha vuelto incómoda
a nivel internacional esperando a ser juzgada por los macro
juicios de la canciller alemana, del FMI o de la OCDE. Esta
es la prueba palpable de que el dinero compra nuestro
orgullo y la tranquilidad de los países árabes. Este mundo,
que no se entiende en “las Puerta del Sol”, nos arrastra a
guerras, nos hace racistas y nos lleva a condenar la
emigración, antes tan deseada en un modelo optimizado de
desarrollo.
Acabamos discutiendo todo: ahora se trata de la legitimidad
de las concentraciones. Nos quedamos en la forma de los
problemas, obviando el trasfondo realmente importante.
Esperemos, sin embargo, que si la Puerta del Sol se cierra a
las expectativas de millones de personas, se abra al menos
la Puerta de la Esperanza a un mundo mejor y del que solo
somos depositarios durante un tiempo…
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