Acostumbran a decir, algunos de lo
entendidos en política, que en unas elecciones “el todo
vale, incluido los insultos” es de lo más normal del mundo.
La verdad que estas aseveraciones, de esos que entienden de
política, no las entiendo por mucho que me lo expliquen.
Desde mí particular punto de vista, los partidos no deberían
hacer caso del “todo vale, incluso los insultos a los
contrarios”, y centrarse en explicarle, bien explicado, a
los españoles en que consiste su programa, y qué soluciones
llevan en el mismo para acabar con el paro y salir de la
crisis que estamos padeciendo.
Dicen que todos los partidos tienen organizadores de
campaña, personal experto en tratar de ganar unas
elecciones. Pero visto lo visto, escuchado lo escuchado y
leído lo que llevo leyendo desde hace tiempo, a alguno de
estos expertos se les ha parado el reloj en el siglo pasado,
y siguen haciendo que los partidos a quienes prestan sus
servicios, empleen el mismo discurso retrógrado de tiempos
que ya están más que olvidados.
Hoy día, cuando estamos en el siglo XXI, que ya ha llovido
lo suyo, las madres no les cantan a los niños aquello que
dice: ”duérmete niño chiquito que viene el coco, y se lleva
a los niños que duermen poco”.. Y no lo hacen, porque los
niños, que ya nacen con los ojos abiertos, se partirían de
risa o llegarían a pensar que sus madres no estaban bien del
“coco”, cantándole aquella canción que sus abuelas, en
tiempos prehistóricos les habían cantado a sus madres.
Hubo unos momentos, al inicio de la democracia, donde los
españoles aún no estábamos preparados para recibirla, en el
que surgieron unas voces, que aprovechando el analfabetismo
de una parte del pueblo español, se dedicaron a cantar y
contar lo que podría ocurrir si legaba al poder el partido
contrario, que iniciaría su andadura comiéndose a los niños
crudos.
Era otra época, era otro momento, y esas voces tuvieron sus
éxitos ante esa población que les escuchaba como a dioses y
se creían a pie juntillas todo cuanto decían estos líderes
que usaban su fácil verbo convirtiendo en seguidores a los
más incrédulos.
Paso lo mismo que cuando se presentaban, algunos políticos
en los pueblos con chaquetas de pana, y los pueblerinos
pensaban que eran lo mismo que ellos.
Hoy, todos aquellos que usaron ese verbo fácil y esas
chaquetas de pana no lo harían porque siendo personas
inteligentes saben, de sobra, que los tiempos han cambiado y
que los españoles están mucho más preparados que hace
treinta años, y que ya no se les pueden contar las mismas
cosas de aquella época porque, sin discusión alguna, no se
las creen.
Aquellos políticos, de aquellos tiempos, eran mucho más
inteligentes que los actuales, que copiándose de ellos
siguen haciendo discursos trasnochados y caducos en los que
nadie cree.
En fin, que cada cual puede emplear, en sus discursos, lo
que le venga en ganas, insultando al contrario y contando
las milongas que les parezca. Pero, si les vale mi consejo y
no soy asesor de nadie, esos discursos caducos y
trasnochados, no van a dar resultado alguno. Por cierto,
ante de que seme olvide, ninguno con los que saque.
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