PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - DOMINGO, 15 DE MAYO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

La columna tiene su medida
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Fue en Madrid, cuando apenas si los ‘felices sesenta’ se habían estrenados, donde descubrí yo lo mucho que se podía disfrutar leyendo los artículos de César González Ruano. Por aquel tiempo, leía yo compulsivamente a los maestros rusos. Y quienes se enteraban de mis preferencias literarias, no se explicaban cómo era posible que un amante de los artículos de opinión pudiera aguantar la densa prosa de los escritores surgidos del frío.

En el Madrid de 1960, cuando España empezaba a despegar en muchos aspectos, la gente principiaba ya a leer el periódico en el metro, en el autobús y en la barra de la cafetería mientras se desayunaba. Prueba evidente de que la vida comenzaba a exigir más ritmo y, desde luego, a que se comía mucho mejor que diez años atrás. Así, el artículo corto, literario y capaz de crear opinión, ganaba adeptos sin cesar.

Pero aún quedaban años por delante para que la columna se convirtiera en el género estrella de los medios escritos. Umbral, el mejor entre los mejores columnistas, hablaba de la columna periodística como el fenómeno social y cultural más significativo de la transición española y de nuestra democracia. Y a fe que estaba más que autorizado para expresarse así.

La columna tiene su medida: apenas seiscientas palabras que se leen en un santiamén. Y juega con la ventaja de aportar interpretación al contenido de la información. Una información que el lector de periódicos ha oído ya en radio y televisión. Por lo que, salvo raras excepciones, apenas si la busca en las páginas escritas.

Habiendo perdido los periódicos la batalla de la información rápida, los editores se han visto obligados a dar preferencias a las plumas capaces de contar muchas cosas y que puedan ser leídas en pocos minutos. Un periódico sin columnistas es, actualmente, como un guiso sin sal. De ahí que hasta en provincias hayan ido surgiendo, cada vez más, escritores de este menester literario.

Los columnistas pueden disentir perfectamente de la línea editorial del medio en el cual escriben. Si es que el medio tiene clara su línea editorial (pues los hay, los estamos viendo a cada paso, que no se aclaran al respecto). Mas nunca llevarle la contraria por sistema. Ya que entonces habría que averiguar las causas de esa disonancia entre partes. Y seguro que hallaríamos problemas difíciles de ser subsanados entre el editor y quien escribe.

A pesar de semejante reconocimiento, dudo que haya algún escritor de columnas que sea capaz de vanagloriarse de no haber sido censurado nunca. Por más que la censura no sea el mejor remedio para arreglar desavenencias. Aunque, justo es decirlo, no poder escribir siempre lo que uno querría escribir, hace posible que uno trate por todos los medios de eludir la censura. Y busca la manera de dar con las palabras adecuadas para sortear semejante obstáculo. Lo cual no deja de ser un ejercicio complicado pero que, a la larga, otorga beneficios a quien escribe.

Fechas atrás, se me ocurrió hacerle el artículo a José Antonio Carracao. Porque lo creía –y lo sigo creyendo- merecedor de él. Por haber progresado como político. Y lo hice convencido de que mi reconocimiento no iba a enfurecer a nadie. Pero que si quiere arroz, Catalina. Al día siguiente, quizá por casualidad y por un quítame allá esas pajas, Carracao fue maltratado. Comportamiento provinciano. A pesar de que uno se aplica su propia censura.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto