Los hay que siguen sin enterarse.
Sin enterarse de que la llegada del GIL a esta ciudad fue
una auténtica desgracia. Desgracia a la cual contribuyó la
poca atención que recibía Ceuta por parte de los gobiernos
presididos por José María Aznar.
Semejante dejadez gubernamental, que mucho tiempo después me
confirmó una persona que tiene toda la información posible
para aseverarlo, fue la causa que hizo posible que los
ceutíes, casi mayoritariamente, acudieran a festejar la
arribada de Jesús Gil a esta tierra.
Hablo de arribada, porque el propietario de ‘Imperioso’
llegó en barco. Hizo la travesía, desde Marbella, en un día
soleado y luminoso de 1999. Y el líder tan deseado fue
recibido por una multitud entusiasmada, amén de convencida
de que era el hombre que, al fin, iba a sacar a Ceuta de su
tan cacareado atraso secular.
Han pasado ya once años desde entonces y sin embargo aún
tengo fresca en la retina a Jesús Gil, dejándose ver a bordo
de la nave que le traía. La gente vibraba, gritaba, estaba
enfebrecida. ¡Qué aplausos, qué hurras, qué bravos, qué
todo! Todo era una demostración de entusiasmo sin
precedentes. Menos mal que, años después, la visita del Rey
consiguió dejar en paños menores a la gran manifestación
pro-gilista.
Pero aquel recibimiento a Jesús Gil no se produjo por arte
de birlibirloque. No. Aquel esplendoroso recibimiento se
gestó en Ceuta por parte de destacadas personas de esta
ciudad. Destacadas en cuanto a medios, posibilidades y
ocupación de cargos públicos.
Personas que estuvieron yendo a Marbella para rogarle a JG
que su partido participara en unas elecciones que tenía
ganadas de antemano. Porque ellas, esas personas ya se
habían encargado de prepararle el terreno en todos los
sentidos.
De algunas de esas personas que iban cada dos por tres a
Marbella para rendirle pleitesía al presidente del Atlético
de Madrid, guardo yo recuerdos desagradables. Ya que
convertidas, de la noche a la mañana, en proselitistas
apasionadas del GIL, se ponían como basiliscos en cuanto se
les llevaba la contraria.
A esas personas, que aun a sabiendas de que estaban
cometiendo un disparate no cejaban en su empeño de propalar
que el GIL era la panacea, el remedio que iba a poner fin a
todos los males de esta ciudad, podría yo nombrarlas en esta
columna. Pero tampoco creo que mencionarlas venga al caso.
Ni mucho menos ir mentando cada día, en un apartado al
respecto, medios que se pusieron al servicio de la causa
gilista para obtener las prebendas consiguientes.
Lo que sí puedo destacar es que fuimos muy pocos los que
desechamos apuntarnos a un movimiento que llegaba con las
ideas muy claras: hacer de Ceuta una ciudad tan sumamente
corrupta como lo fue Marbella durante el gobierno del GIL.
Entre esos pocos, sí estuvo este periódico.
Por consiguiente, vaya, pues, el consejo: bien haría algún
que otro político en dejar de proclamar que los gobiernos
presididos por Aznar se volcaron con Ceuta. Porque no fue
así. De ningún modo. Fue todo lo contrario: los gobiernos de
Aznar, desatendiendo las peticiones de Ceuta, consiguieron
que el GIL ganara las elecciones en 1999. Las cosas claras y
el chocolate…
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