Esta expresión se aplica para
terminar con las protestas de quienes se creen tratados
injustamente en detalles secundarios, cuando hay una razón
de más peso que debería aconsejarles mantenerse callados. El
párrafo pertenece al diccionario de frases hechas de la
lengua castellana. Vamos con la explicación: En el año 390
a.C., el general galo Breno venció a los romanos en
la batalla de Allia. Tras la victoria, las tropas de Breno
se dirigieron a Roma donde se entregaron al saqueo.
Incendiaron la ciudad y exterminaron a la población que
encontraron a su paso, sin distinción de sexo ni edad.
Solamente encontraron resistencia en el Capitolio, donde los
romanos se habían fortificado y resistían el asedio de los
galos. Tras seis durísimos meses los romanos, agotados por
el hambre y la enfermedad, comenzaron a perder los ánimos.
Entonces se iniciaron las propuestas de paz.
Sulpicio, tribuno militar del ejército romano, se
entrevistó con el general Breno, que exigió a los romanos un
gran rescate en libras de oro. Los romanos aceptaron las
condiciones, pero se cuenta que cuando comenzó a pesar el
oro se suscitó una polémica sobre la exactitud de los pesos
de la balanza. Entonces Breno puso su espada en la balanza
de las pesas, que se inclinó más a su favor, y narra Tito
Livio que pronunció las palabras: ¡Vae victis! ¡Ay de
los vencidos!
El Partido Popular –de Ceuta- ha ganado ya dos elecciones,
por mayoría absoluta, con Juan Vivas como candidato a
la presidencia. Y fue así, sin duda alguna, porque lo
quisieron innumerables ceutíes. Que en ambas ocasiones
acudieron a las urnas sin que fueran mediatizados por
ninguna fuerza oculta. A no ser que uno siga estando en
Babia por no creer que en esta ciudad exista una especie de
Ku Klux Klan que obliga a los votantes a hacerlo a favor de
los populares.
Y al igual que Juan Vivas está considerado como un ganador
de elecciones, en la misma medida lo está Juan Luis
Aróstegui como perdedor. Son la cara y la cruz de una
moneda. La cara es respetada, admirada y llevada en volandas
hasta el sillón presidencial, por más de veinte mil
personas, mientras la cruz es cada día más detestada. En
suma, que Aróstegui, que bien ha podido sacarle rédito a sus
derrotas (no olvidemos que hay perdedores famosos y
apreciados), se ha venido empecinando en convertirse en un
derrotado exigente. En un derrotado altivo, desagradable,
amenazador… Cuyo hieratismo es a veces cachondeable, si no
fuera porque insulta a todos los ceutíes que votan al PP.
Pues bien, este Aróstegui, achulado y bravucón, es el que no
ha tenido más remedio que comerle la sesera a un ganador,
Mohamed Alí, para que éste le permita, en una decisión
impropia de cualquier tipo que sea medianamente inteligente,
hacerse con las riendas de la UDCE. Para ver si, al fin,
consigue el tan anhelado escaño con el cual poder armar la
marimorena en los plenos.
Esperemos, si acaso lo consigue, que Vivas, a su debido
tiempo, sea capaz de parafrasear al general Breno: “Mire
usted, señor Aróstegui, por más que venga presumiendo de
escaño, usted sigue siendo un perdedor nato. Y su pasado
como gobernante es tan malo, que bien haría en permanecer
callado. ¡Ay de los perdedores!”.
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