El teniente Manuel Bernal Nieto es ‘cañailla’; es decir,
de San Fernando, Cádiz. Fue allí, en una ciudad con mucha
influencia militar, donde creció observando a los miembros
de Infantería Marina, y donde decidió, desde muy niño, que
le “tiraba” el mundo militar, pero sobre todo, el musical. A
los seis años comenzó a estudiar solfeo y se convirtió en
clarinetista por el Conservatorio Superior de Málaga. Hace
dos años se decidió a aunar sus dos pasiones y se metió en
el Ejército, donde es teniente y dirige la Unidad de Música
de la Comandancia General de Ceuta. En esta ciudad, en la
que lleva menos de un año viviendo, se siente cómodo, pero
considera que le falta vida cultural y, especialmente,
musical.
Pregunta.- ¿Qué nos vamos a encontrar en el concierto
conmemorativo del III Cenetenario del Regimiento de
Ingenieros Nº7 (RING-7), que se realiza esta tarde (por la
tarde de ayer)?
Respuesta.- Es un concierto que está dedicado al RING-7, que
es el más antiguo de España. La primera parte del programa
son pasodobles y marchas militares, en las cuales todos los
compositores que las crearon eran ‘músicos mayores’, que era
como se denominaba antiguamente al director de música, en
una época en la que no eran cuerpos comunes, sino que
pertenecían a los ejércitos, que eran los que contrataban a
sus músicos. Todos los compositores de las piezas que vamos
a tocar fueron directores que pertenecieron a la armada de
Ingenieros, y entre ellas, el más famoso fue Pascual
Marquina, creador de ‘España cañi’. Por otro lado, en la
segunda parte del concierto vamos a tocar zarzuelas; el
intermedio de ‘La leyenda de beso’, de Severiano Soutullo,
que fue músico militar, o ‘El tambor de Granaderos’, de
Ruperto Chapí, que fue director de músicas militares a
finales del siglo XIX, antes de triunfar con el teatro
lírico. Como la zarzuela siempre ha sido un género muy
vinculado con la música militar, y las músicas militares
siempre se han dedicado a difundir este tipo de género,
normalmente incluimos siempre alguna zarzuela. Después
vendrá una pieza que estrenamos en el concierto, que se
llama ‘Regimiento Real de Zapadores-Minadores’. Tocamos
también, a petición del coronel, ‘El sitio de Zaragoza’, una
composición de Oudrid, del siglo XIX.
P.- Hábleme de esa nueva composición que estrenan hoy.
R.- El coronel Manjón, jefe del RING-7, me pidió que hiciera
posible hacer una marcha dedicada al tercer centenario del
regimiento, para que sonara cuando estos desfilaran, y que
pudiese estrenarse dentro de las actividades dedicadas a
festejar este tercer centenario. A la hora de componerlo,
las marchas militares, aunque tengan también su parte
artística, evidentemente prima su parte funcional. Son de
las pocas músicas funcionales que quedan. Hoy en día es
evidente que la música se considera una actividad lúdica,
artística y estética, pero para los militares tiene una
función muy precisa. Son músicas funcionales que sirven para
organizar el orden cerrado; es decir, para que la tropa
cuando va desfilando a 124 pulsos por minuto, que es como
desfila la mayoría del Ejército, exceptuando Regulares y
Legión, tenga un paso común y pueda seguirlo durante
bastante tiempo. A parte de eso, evidentemente, luego se
adorna con la cuestión musical, pero al fin y al cabo tienen
unas características muy concretas, con una organización muy
cuadrada, una música muy enérgica, unas características
rítmicas muy precisas, para que 100, 200 ó 300 soldados que
estén desfilando no tengan dudas de cómo se tienen que
mover, algo parecido a un ballet. Y esas características son
la que se tienen que seguir para la construcción de una
marcha militar, que al fin y al cabo es como una artesanía,
aunque quedan pocos ejemplos ya de este tipo de piezas.
P.- Haga un recorrido por su trayectoria musical...
R.- Comencé a estudiar solfeo con seis años. Tengo que decir
que casi soy músico gracias al Ejército. Yo nací en San
Fernando, en Cádiz, y allí cuando empecé no había
prácticamente bandas, tan solo algunas pequeñas, pero,
fundamentalmente, la banda que yo veía era la del la unidad
de Infantería Marina. Eso nos permitía que hubiera un ir y
venir de músicos profesionales, procedentes fundamentalmente
de Valencia, aunque también de Madrid y Sevilla. Una vez que
terminaban sus actividades salían fuera y se dedicaban a
formar bandas, a dar clases; aquello me permitió a mí ir,
poco a poco, incorporándome a los estudios oficiales del
Conservatorio. Soy clarinetista, hice la carrera superior en
el Conservatorio de Málaga. Tenía muy claro que me gustaba
más la composición y la dirección, así que lo estudié de
forma privada con un director militar de Infantería Marina
que se llamaba Vicente Beltrán. Hasta hace dos años estuve
en la vida civil, dedicándome a la creación y a la
composición de tipo contemporáneo, y a la docencia, era
profesor de varios conservatorios de la junta de Andalucía.
En 2009 me presenté a las oposiciones del cuerpo común de
Defensa, aprobé y este es mi primer destino, en el que llevo
desde julio de 2010.
P.- ¿Cómo llevó ese cambio de la vida civil a la militar?
R.- Siempre me gusto mucho la vida militar y había tenido
mucho interés por la música militar. Era un mundo que había
visto desde el principio, y aunque en un primer momento me
tiré más por la docencia, que era como lo que nos parecía a
todos más asequible y más cómodo, después me di cuenta de
que la enseñanza no era lo mío, y que lo que verdaderamente
me tiraba era el mundo de las bandas de música, de las
músicas militares, que quería ejercer un oficio que me había
gustado siempre, y que era el que me permitía estar en
contacto con los instrumentos de viento.
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