A las cinco en punto del pasado miércoles toda la plantilla
del Lorca Atlético se encontraba en el vestuario,
cambiándose para ir al entrenamiento. De repente, debajo de
sus pies la tierra comenzó a temblar, se sintió el estruendo
de una bomba y el edificio donde estaban se estremeció ante
el estupor de los que allí se encontraban. Los azulejos
comenzaron a caer de las paredes y los banquillos, a pesar
de tener a los jugadores encima, saltaron por los aires. Con
el pánico en los ojos, todos los jugadores se miraron
desconcertados en un primer momento, después, comenzaron a
correr para salir al exterior. En pelotón y a empujones,
todos querían estar fuera, a salvo. Entre ellos se
encontraba Gregorio de Pablos Alcaraz, conocido como ‘Goyo’.
Él es el portero titular del equipo de fútbol del municipio
murciano que el miércoles fue sacudido por dos terromotos.
Goyo es algecireño de nacimiento, y ceutí de corazón, ya que
ha pasado muchos años en la ciudad, donde ha jugado en la AD
Ceuta y ayer contaba a EL PUEBLO cómo vivió los dos seísmos
desde su epicentro. Y es que, el campo del Lorca se
encuentra a escasos 300 metros del epicentro del ya
considerado como el peor terromoto que ha vivido España en
las últimas tres décadas.
Tras la primera sacudida, y el susto inicial, los jugadores
del equipo murciano decidieron seguir con el entrenamiento.
A las 18.40 horas, el míster dio por finalizada la sesión y
todos se encaminaron hacia los vestuarios y, al llegar a las
puertas del edificio, la tierra volvió a temblar. Esta vez
el inmueble no resistió. “Se comenzó a derrumbar el
vestuario, todos los cristales se rompieron y la bomba de
agua se agrietó, inundándolo todo”, contaba Goyo, quien aún
está sorprendido de haber podido salvar la vida: “Si el
entrenamiento acaba cinco minutos antes, nos hubiera pillado
dentro y no se qué hubiera pasado”.
Desde el campo del Lorca se divisa a los pies toda la
ciudad. Por ello, Goyo pudo ver cómo tras el segundo seísmo
“una nube de polvo se levantaba por toda la ciudad”. “Fue
increíble”, repetía. Y es que, tras este suceso las palabras
empiezan a sobrar. “Hay que vivirlo en primera persona para
entenderlo. Yo estaba en campo abierto y fue sobrecogedor,
me imagino cómo lo tuvieron que vivir personas que estaban
en sus casas, en un sexto o séptimo piso...”. “Esto es algo
que se queda grabado para siempre”, confesaba Goyo. Él
afortunadamente no ha perdido su casa, como otros
compañeros.
Ahora, no sabe qué va a pasar. El terremoto lo ha cambiado
todo. El domingo, el equipo afronta el último partido de la
temporada, y el más importante, ya que necesita ganar para
asegurar su permanencia en Segunda B. Pero ya no importa,
“el partido ha pasado a segundo plano”, afirmaba.
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