Hoy es viernes y son las 6 de la mañana; hace un rato he
llegado de Madrid, y desde mi ventana no se puede ver la
otra orilla por la niebla. En la tranquilidad del amanecer
solo nos separa, a ustedes y a mí, el levante del Estrecho.
Como todos los viernes, lo primero que hago al llegar a casa
es ir a ver a mi “mejor amigo” de 4 años que duerme
plácidamente; se remueve un poco entre las sábanas, no sé si
me habrá oído o está soñando con el último capítulo de Bob
esponja y con nuestros, ya amigos, Patricio y Calamardo.
Algo tan simple y tierno como esto podríamos decir que es un
valor prácticamente universal; en todas la culturas y credos
religiosos la preocupación por los hijos es algo natural;
mas cuestionable es la posición que damos a nuestros
mayores, a los que son la auténtica memoria histórica de
nuestro país y a los que curiosamente en las sociedades
menos “avanzadas” se les tiene mayor respeto y
consideración. Hoy vivimos en un mundo de presente, sin
pensar que los años de juventud madura pasan a la misma
velocidad que nuestros “mejores amigos” crecen. Pero
mientras tanto, las generaciones intermedias tenemos una
responsabilidad social y moral con nuestros dependientes, ya
sean mayores o pequeños. Seguramente, a esta misma hora y en
diferentes partes del mundo padres y madres pensarán qué
estamos haciendo con el futuro de nuestros hijos, qué legado
estamos conservando para ellos.
No sé si la herencia será una sociedad española, como la
actual, que destila por sus poros pesimismo, y que los
medios de comunicación con sus cifras y noticias
apocalípticas ayudan a retroalimentar; ya no se sabe si no
podemos hacer nada o es por esto que ni siquiera lo
intentamos; esta sensación se ve muy bien en la generación “nini”.
Después de la guerra civil, y de esto históricamente no hace
tanto tiempo, en España se partió de cero; la diferencia es
que esta crisis sistémica que empezó en el 2008 nos ha
sorprendido pensando que lo normal era una sociedad con dos
o tres coches por casa o adosado y viajes a los destinos más
remotos del mundo; todo impensable para la generación de
nuestros padres, acostumbrados a gastar sólo lo que se tenía
y podía y a comprar al contado; ¡tantas veces le oía decir a
mi padre lo importante que es dormir tranquilo por la
noche!, esa sensación hoy la desconocemos y sabemos más de
economía por la ingeniera financiera doméstica que por lo
aprendido en los libros.
Pero este sentimiento contrasta en estos días con el clima
de precampaña electoral; no se habla de otra cosa. Dejamos
aparcadas todas nuestras preocupaciones hasta el 23 de mayo
o peor aún hasta el año que viene; ¡este es un país de vivir
al día! Ya empezaremos a pensar con los nuevos gobiernos.
Las visitas de todos los líderes políticos no sirven ni para
convencer más al convencido ni un poco al inconvencible. Son
baños de multitudes que elevan al político del plano
terrenal, que me recuerdan, por fugaces, aquella película
entrañable de Bienvenido Mr Marshall; en unas horas, se
figura, pero no se aprecia ni siquiera la realidad de unas
ciudades pequeñas en tamaño, que no en importancia, como
Ceuta y Melilla, -si la comparamos con grandes urbes como
Madrid- Para mi, esta ciudad cosmopolita perdió su interés
cuando mi hermano de sangre fue asesinado hace unos años
defendiendo unos ideales que le acompañaron desde pequeño;
¡murió en acto de servicio! Hace unos meses, y por azar del
destino, Ceuta se cruzó nuevamente en mi camino; tuve la
posibilidad no consumada de cambiar mi vida, pero ese mismo
destino me hará esperar un poco más. Mientras tanto seguiré
observando el mundo desde la otra orilla.
Mundo que cambia a velocidad tal que noticias como la muerte
de Osama Bin Laden pueden perdurar sólo los informativos de
unos cuantos días. La discusión se ha centrado en la
legitimidad internacional de Estados Unidos, dudosa y
sumamente peligrosa por el precedente que supone, y en el
morbo de unas fotos. Pero, sin duda alguna, el problema que
subyace es qué es Al Qaida. Hoy, probablemente, y como dice
Rohan Gunaratna –uno de los primeros estudiosos de este
grupo–, “Al Qaida se ha convertido sobre todo en una idea…”,
en una marca o franquicia (en palabras de mi gran amigo
César Roa), que con proyección de yihad global dista
bastante del núcleo duro en torno a Bin Laden de finales de
los 90 en Afganistán (la base). Lo que no sabemos es si esa
capacidad de influencia planetaria podrá sobrevivir al
hombre que la creó y confiemos en los que, como Jean-Pierre
Filiu, piensan que la propia violencia de la organización
supondrá su fin.
Acuerdos euromediterráneos de intelectuales de ambas
civilizaciones sobre los valores comunes acercarían posturas
y relegarían la violencia; es cierto que los puntos en común
son mayoritarios y España aquí podría adquirir un
protagonismo histórico. Quizás este pueda ser un punto de
partida de nuestro legado a las generaciones venideras.
Dedicado a ti, mi hermano de sangre, Salvador Lorente
Sánchez (Inspector de Policía del Grupo V de Homicidios de
Madrid, muerto en 2002) y a todos los que, como tú, dieron
su vida por la idea de una España mejor.
Vosotros, a diferencia de tantos integrismos, entendisteis
que por una idea, por un ideal, se muere, no se mata…
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