LUNES. 2
Irene Úbeda Fortes ha trabajado en el Hotel Tryp. Y
fue en este establecimiento donde un buen día nos dijo a
quienes solemos frecuentarlo a la hora del aperitivo, que
había decidido abrir un restaurante con una compañera. Le
deseamos toda la suerte habida y por haber a una mujer que
había conseguido ganarse nuestra confianza y nuestro
aprecio. Y, además, le prometimos que bien pronto iríamos a
visitarla. Hoy, tras las fiestas, les dije a mis compañeros
de aperitivo y tertulia, que había que comer en Sirene; que
así se llama el restaurante de Irene y de Silvia Alba
Ríos. Y allá que nos encajamos en la Plaza Mina. El
restaurante nos causó una magnífica impresión. Por más que
Irene, siempre tan atenta y activa, nos dijera que aún está
falto de ciertos detalles. Ya sabemos que las mujeres nunca
acaban de ver las cosas rematadas. De la comida debo decir
que fue tan excelente como bueno el servicio. Cuando
estábamos a los postres, celebrándole a Irene el buen hacer
de la cocinera, apareció ésta. Y, dirigiéndose a mí, me
preguntó: “¿No me conoce usted, Manolo?”. Y le
respondí que no. “Pues yo soy aquella niña que iba a veces
con mi padre, Juan Alba, que tantas veces alternó con
usted”. Y me quedé de piedra. El tiempo vuela más que corre
y uno no se da cuenta de que se ha hecho mayor.
MARTES. 4
La UEFA culminó su robo al Madrid en el Camp Nou. El belga
De Bleeckere, árbitro del partido, cumplió a rajatabla
con las indicaciones de la UEFA: el Barcelona debe pasar la
eliminatoria por encima de todo. Al belga, que siente
aversión por el Madrid, no le hacía falta que Villar
y Platiní lo alentaran para que cometiera tan grande
hurto. De Bleeckere cumplió su cometido de modo ejemplar.
Árbitro tan inteligente como desvergonzado, trató en todo
momento de minar la moral de los jugadores madridistas. Su
arbitraje fue una canallada futbolística. Ahora bien, al
margen del atropello cometido contra el Madrid, por De
Bleeckere, es conveniente destacar la actuación de
Guardiola, al final del partido. Yo sabía que Pepe es
exquisito y que cuenta con aptitudes suficientes para, de
habérselo propuesto, haber hecho una carrera eclesiástica de
altos vuelos. Pero lo que no me podía figurar, bajo ningún
sentido, es que fuera un Showman tan sumamente destacado.
Así, como no podía ser de otra forma, se convirtió en el más
fantástico animador de la celebración de la eliminatoria que
ganaron sus hombres, debido a que contaron con las
inestimables ayudas de Wolfgan Stark y De Bleeckere.
Guardiola se plantó en el césped del Camp Nou y desde allí
le vimos actuar como presentador de espectáculo maravilloso.
Ni siquiera Reina, el buen portero del Liverpool, habría
podido mejorar la actuación de un Guardiola que le tiene
comida la sesera a los hombres indecisos. Vaya por Dios.
MIÉRCOLES. 5
Llevaba yo mucho tiempo sin ver a Isidro Hurtado de
Mendoza. Y sin saber a qué se debía que éste hubiera
dejado de asistir a los sitios donde solíamos encontrarnos.
Hoy, al fin, lo he visto y me he alegrado una enormidad.
Porque con Isidro me he llevado siempre la mar de bien. De
modo que compartimos copa y charla con Rigoberto Lozano
Perpén. A quien conocía. Aunque nunca había tenido la
oportunidad de charlar con él. Y aprovechamos la ocasión
para intercambiar impresiones sobre lo ocurrido ayer en el
Camp Nou. Donde un árbitro belga, llamado De Bleeckere,
aleccionado por la UEFA, destruyó sibilinamente al Madrid.
Rigoberto, que es corredor de fondo, me dijo que si me era
posible escribir acerca del abandono que está sumido el
monte de la Tortuga. Ese monte que es más conocido como la
posición A. Y yo no tengo ningún inconveniente en hacerlo.
Hablar con personas como Isidro y Rigoberto, tomando el
aperitivo, es siempre un placer.
JUEVES. 6
No es la primera vez que escribo de Habib Alí en esta
página. En principio, les voy a decir que Habib Alí es
mâitre del Hotel Tryp y una magnifica persona. Por la que
hemos estado preocupado sus amigos, durante bastantes días.
Debido a que Alí fue sometido a una operación delicada y de
la cual ha salido bien. Muy bien…, me dice Alí, tras darle,
hoy, el abrazo correspondiente, tras su vuelta al trabajo.
De Alí, cuantos le conocemos, tenemos la misma opinión: es
un tipo estupendo, que colma de atenciones a los clientes
del hotel y que siempre desliza una palabra amable y
esperanzadora en la conversación para quienes la necesitan.
Atiborrado de lecturas, se le nota de lejos la huella que
semejante ejercicio ha dejado en él. Trabajador incansable,
aprendió el oficio fuera de Ceuta, y sabe estar en todo
momento a la altura de su cometido. Por consiguiente, hoy es
un día de alegría para mí, porque Habib Alí se ha
incorporado a su puesto, después de pasar por un trance
delicado. Así que finalizo dándole albricias por su
recuperación y por su vuelta al tajo.
VIERNES. 7
Pensaba salir hoy, porque le había prometido a un conocido,
días atrás, que comería con él. Lo que no contaba yo es que
una ligera indisposición me impidiera cumplir con mi cita.
Así que no tuve más remedio que llamar a mi conocido y
comunicarle que me era imposible alternar con él. Y,
cumplido el trámite, nos pusimos a charlar. Y, no sé por qué
causa, salieron a relucir actuaciones de mi siempre
recordado Mustafa Mizzian y de Mohamed Chaib.
Del primero, me dice mi interlocutor, todavía se recuerda de
qué manera fue perseguido por Aróstegui y Alí,
cuando supieron que MM iba a gozar de un cargo público. Esa
faena, no esperada por Mizzian, le hizo mucho daño. Hasta el
punto de caer en una depresión que influyó negativamente,
como no podía ser menos, en su salud y en sus deseos de
afrontar una enfermedad que empezaba a dar la cara. En lo
tocante a Chaib, mi conocido me cuenta la siguiente
anécdota: Estaba Chaib recién operado en la sala de un
hospital de Madrid, cuando fue un amigo a visitarle. Y se
dio cuenta de que en la pared había un crucifijo. Entonces,
el amigo de Chaib, para quitarle hierro al asunto, se
dirigió a él y le dijo: “¿Te has fijado Chaib lo que pende
encima de tu cabeza?”. Y Chaib respondió así: “Fulano, aquí
no sobra nada en estos momentos…”.
SÁBADO. 8
Confieso que ayer olvidé que a las nueve de la mañana estaba
programado el debate en la SER entre Juan Vivas y
Mohamed Alí. Achaco el olvido a dos cuestiones muy
sencillas. La primera es que el viernes no me encontraba
bien. Por culpa de una indisposición pasajera. Y la segunda,
y con más peso, es que los debates me aburren. Ya que cuesta
lo indecible encontrarse con participantes que sean capaces
de mantener la discusión moderada con el suficiente interés
como para estar todo el tiempo pendiente de sus argumentos y
objeciones. En los debates, decía un amigo mío, la prisa por
responder echa a perder la elegancia. Y decía aún más: ni
siquiera en la circunstancia de un naufragio hay que perder
la compostura. Mi amigo, en realidad, estaba siempre al
borde de ser tenido por un meapilas. Por más que fuera un
tipo inteligente y preparado. Del debate entre Vivas y Alí
no se podía esperar nada más que lo que ha ocurrido y que lo
sé por las informaciones leídas al respecto. Uno, Vivas, que
se vistió como mandan los cánones del espectáculo radiado,
mantuvo su postura. La cual está basada en domeñar cualquier
intención de interrumpir a sus oponentes y, sobre todo, la
de no contestar alzando la voz. El otro, Alí, quizá
aprendido de sus nuevos socios políticos, apareció en mangas
de camisa. Cuando hasta los más furibundos anarquistas han
dicho siempre que el traje era prensa necesaria en los
momentos adecuados. Si a ello le añadimos que anduvo
haciendo todo el tiempo de filibustero, es decir, no dejando
hablar a su oponente, nos encontramos con un debate desvaído
y falto de elegancia. Por su culpa. O sea, por la culpa de
Alí. Que ha sido la de dejarse asesorar por sindicalistas
que acabarán por hundirlo en la miseria política.
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