2011 el año de Tagore

Nuria de Madariaga
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Quien no ha leído en su adolescencia la poesía de Rabindranath Tagore? Y no tan solo me refiero a quienes fuimos desasnados en las lóbregas escuelas de los años sesenta, sino a todos aquellos que fuimos jóvenes durante la época “anterior” y que íbamos por la vida con nuestra miajita de “contestación” materializada en carreras delante de “los grises”, en murmurar susurrada la “Cantata de Santa María de Iquique” de Quilapayún pese a estar prohibida, en el culto a los cantautores y en lagrimear con los cánticos de “Jarcha” cuando recitaba a Miguel Hernández. Y es que, con “la represión” se crecía mucho y aunque el camino del crecimiento fuera duro, les juro que disfrutábamos cada segundo de aquella rebeldía que nos hacía revolvernos contra la ignorancia impuesta, o mejor dicho, contra la dosificación de lo que “podíamos y no podíamos” saber y conocer.

Los intelectuales se consideraban “sospechosos” porque parecían tender a la izquierda, aunque no era exactamente así ya que la curiosidad no tiene color político y eso de que “te impidieran” leer un libro o conocer unas ideas era algo tan dantesco que la lucha por la libertad tenía un todo de batalla para conseguir conocerlo todo y aprenderlo todo. Evidentemente eran otros tiempos donde existía una auténtica avidez cultural de mucha mayor trascendencia que el manido ejemplo con el que se trata de catalogar aquella época que es el de los cientos de españoles atravesando subrepticiamente la frontera por Hendaya para ir a ver llenos de picardía “El último tango en París” que era el acabose del erotismo gemido en francés.

Pero como los censores oficiales eran más tontos que encargarle a Tony Genil la redacción de la letra del himno de España, “se les pasaban” autores esenciales y capaces de abrirnos los ojos hacia paisajes distintos y el alma hacia otras maneras de sentir. Y eso les ocurría con el bengalí Rabindranath Tagore cuyo 150 aniversario de su nacimiento se celebra este mes de mayo del año 2011. El Año Tagore para la Unesco en honor y en memoria del hombre de Dios bengalí, poeta, narrador, autor musical y una de las mentes más preclaras de la historia de la India que, por su civilización y cultura, es prolija en grandes mentes, en pensadores iluminados, en filósofos trascendidos y en el siglo XXI en los mejores ingenieros de telecomunicaciones. Leíamos a Tagore y a través de su prosa la historia de la India, la exaltación del individualismo, el amor sin fisuras hacia la libertad, aprendíamos otra manera de ser y de sentir tan radicalmente opuesta a la encorsetada realidad de España que aquellas obras y aquellos poemas parecía que no eran de “verdad” que ningún ser humano podía escribir “algo así” y que ese hindú, Premio Nobel, era más que un santo, era una especie de ángel barbado y con túnica que meditaba, era un guru, un gran yogui y practicaba todo aquello que el renacimiento espiritual de la New Age nos reveló a los ceporros de Occidente.

Sus ideas eran demasiado avanzadas para aquel entonces, el amor apasionado por la naturaleza que le llevaba a impartir sus clases bajo los árboles para que los alumnos aprendieran el doble, su lucha por la reforma agraria, sus cruzadas contra la pobreza y esa querencia dura por el estudio y el aprendizaje aplicando las reglas casi monásticas de la austeridad absoluta. ¿Era Tagore un príncipe Siddharta reencarnado? Hay quien lo piensa pero yo estoy firmemente convencida de que Buda nunca se reencarnó porque no tenía karma que cumplir, ni cuentas que arreglar y el camino ya lo hizo él solo y enterito debajo de su árbol predilecto, entre prédicas, pláticas y lecciones magistrales a sus educandos. Luego otros siguieron su estela mágica, entre ellos Ghandi y Tagore, de hecho Ghandi era fans de Tagore y se sabía todos sus cánticos de iluminación espiritual.

No diré que este mes es el 150 cumpleaños del poeta y parece que fuera ayer, porque mi generación solo pudo conocer y estudiar su obra que parecía de otro planeta, igualito que la Torá que dicen los que entienden que fue escrita por “los hombres de las estrellas” y entregada al pueblo que Dios elegiría como patria para Su Hijo. Rabindranath era de los que estaban “al otro lado” y habían trascendido al “Eso” a la energía infinita que reside en el corazón de la sopa cuántica del Universo. ¡Quien hubiera tenido el supremo privilegio de poder haberle hecho algunas preguntas al bengalí! ¿Que que le hubiera preguntado yo?Todo. Para aprenderlo todo. Pero si hubiera sido una sola cosa, me interesaría saber como se transmitió la sabiduría milenaria oriental de los hombres de las estrellas a los ascetas esenios, cuando esos anacoretas no salían jamás de sus grutas arcillosas y lo único que hacían era rezar, meditar, estudiar, escribir sus saberes en lengua aramea y malcomer. ¿Quien enseñó a los esenios? ¿Que compartieron con Jesús de Nazareth cuando se retiró a vivir con ellos?¿Quien aleccionó a quien en misticismo? ¿Por qué los grandes místicos trascendidos como San Juan de la Cruz, Santa Teresa, San Francisco de Asís e incluso Antonio Gaudí seguían los preceptos esenios judeocristianos?. Ya sé, ya sé, que lo mismo Tagore me hubiera espamploneado regalándome una hojilla con la letra del romántico himno nacional de la India que él escribió, eso y su libro “Gore” tan especial. Pero tal vez me hubiera explicado muchas ideas e infinidad de conceptos, porque la espiritualidad es generosa y nada mezquina y el saber está para compartirlo porque si no se momifica y se anquilosa. Si el conocimiento no es flexible no puede evolucionar con los embates del tiempo, ni crecer estando enjaulado, ni trascender si no se expande.

2011 Año Tagore para la Unesco, este mes cumple el Premio Nobel 150 años de nada y está hecho un chaval porque sus ideas y su verbo siguen latiendo. Fastos, pompas y homenajes en multitud de países cultos, aquí en España poca cosa porque estamos intelectualmente ocupados presenciando las vicisitudes de Kiko Rivera Paquirrín emitidas por tele 5 en el programa “Supervivientes” una de cuyas comentaristas es Belén Esteban. Yo he propuesto tímidamente hacer algo simbólico y agradable como un encendido de velas con música de sitares y al cante Juan Carlos Ramchamdani que es el experto, pero para mí que no me han hecho mucho caso, así que no me va a quedar otra que alargarme con mis amigos del alma Tamara Crespo y Fidel Raso que entienden de la temática y poner unas velas blancas en algún lugar adecuado y luego ponernos los tres a hacer tertulia y a comentar chismes y anécdotas de Rabindranath y de lo buena gente que era y desearle un feliz 150 aniversario. Felicidades guru.