El jueves pasado, hallándome yo en el edificio de este
periódico, tuve la oportunidad de saludar a los dirigentes
del Partido Democrático y Social de Ceuta (PDSC). Y
aproveché el momento para conversar con ellos. Y me fue muy
fácil mirar hacia atrás para recordarles la figura de
Mustafa Mizzian. A quien le hice yo, hace apenas nada,
la columna del primer aniversario de su muerte.
Y mirando a los ojos de Abderrafer Mohamed,
presidente y candidato del PDSC, dije que sigo creyendo que
el Partido Popular nunca ha sido capaz de comprender la
importancia que tuvo Mustafa Mizzian como socio capaz de
luchar contra el desatino que significaba el GIL para Ceuta.
De Mustafa Mizzian y Mohamed Chaib, aunque los
haya que me acusen de redoblar el tambor, debo deciros que
fueron políticos decisivos en los años noventa. Políticos
que decidieron ayudar a la causa de los populares por encima
de ofrecimientos crematísticos y de prebendas. Cometieron,
sin duda alguna, fallos propios de humanos, los que solemos
cometer todos; pero jamás traicionaron ninguna regla pactada
con los populares. Actitud que les costó a ambos ser
perseguidos e, incluso, pagaron su apuesta sufriendo un
calvario judicial y del que ambos salieron resentidos
físicamente.
Mustafa Mizzian, quizá deprimido por haber sido objeto de
una incomprensible fobia por parte del entonces líder de la
UDCE, partido convertido, desde hace tiempo, en una sucursal
sindicalista, no fue capaz de afrontar su enfermedad tan a
tiempo como Chaib. Y se quedó a mitad de camino de una vida
dispuesta a seguir luchando políticamente a favor de los
ceutíes.
Un día, -los dirigentes del PDSC me siguen escuchando
atentamente-, cuando todavía MM estaba ilusionado con el
cargo que estaban a punto de adjudicarle, se me ocurrió
avisarle: Mustafa ve con cuidado porque los hay que están
tratando por todos los medios de que el gobierno de la
Ciudad te deje compuesto y sin novia. Es decir, que no te
fíes de las maniobras del primer partido de la oposición.
Debido a que están muy influenciados por el secretario
general de CCOO.
Y, tras unos segundos de dudas, MM me contestó que no era
posible que esas personas pudieran causarle daño porque sí.
Y siguió aferrado a la idea de que más pronto que tarde
sería publicada su designación como cargo destinado en una
zona que él conocía sobradamente y en la que su presencia
era tan necesaria cual respetada.
En cierto momento, por más que se había resistido a
aceptarlo, el líder de vuestro partido comprendió que la
oposición había hecho trabajo de zapa suficiente como para
que su nombramiento quedara relegado para siempre. Y se
hundió. Se hundió en el abismo de las pocas ganas de
combatir problemas que ya le afectaban. Y que a sus amigos
nos causaban sombríos pensamientos.
Abderrafer Mohamed, presidente del PDSC, partido que hizo
posible que Mizzian fuera el primer ceutí de religión
musulmana en conseguir ser miembro electo de la Corporación,
agradeció mis palabras. Y a mí solamente me cupo decirle que
ojalá las siglas que preside tengan el 22 de mayo toda la
suerte del mundo. Por más que me conste que el PDSC carece
de los medios suficientes para competir en estas elecciones.
Pero cuentan, eso sí, con un entusiasmo indecible.
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