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OPINIÓN - VIERNES, 6 DE MAYO DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

Auditorium Felice

Por Ricardo Campaña


Sólo pisarlo, provoca felicidad. Entrar y respirar el aire que un lugar como el que el Gran Teatro Auditorium del Revellín alberga en su interior, es un motivo más que suficiente para provocar una sonrisa de satisfacción en cualquier ciudadano de Ceuta.

No sé si es orgullo, o quizás vanidad, pero contemplar un lugar como éste, en una ciudad como ésta, invita sin querer a que los ceutíes saquemos pecho cuando hablemos de lugares donde la cultura y el espectáculo pueden ofrecer su magia a este lado del Estrecho.

No cabe duda de que se trata de algo que este pueblo no sólo reclamaba a voz en grito, sino que necesitaba, con todo el peso de la palabra, con toda la urgencia del excesivo paso del tiempo. Atrás han quedado muchos años de demandar, de suplicar un teatro para Ceuta. Se ha pedido hablando, gritando, escribiendo y cantando, se ha pedido de mil maneras diferentes, las más bonitas, desde el escenario de un 7 Colinas (también de otros) que sirvió durante mucho tiempo como digno paréntesis, mientras los cimientos del Gran Teatro Auditorium del Revellín empezaban a dar forma a lo que hoy podemos llamar “emblema caballa”, pero caballa de verdad, de los que nacen aquí, de un gentilicio sin mancillar, de ti, de mi, de todos los que tenemos la tremenda suerte de vivir en esta tierra.

Hace unos días tuve la oportunidad de disfrutar de un espectáculo de danza de una categoría tan grande que de no ser por nuestro nuevo Auditorio, no habríamos podido recibirlo en Ceuta.

El concierto inaugural, fue uno de los acontecimientos culturales más importantes de los últimos años, de los últimos “muchos años”, diría yo. A esto podemos añadir un largo etcétera, porque esto no ha hecho más que empezar, por suerte para todos nosotros.

Como no podía ser de otra manera, también tiene sus detractores. Unos, los que por intereses políticos, que a los ciudadanos nos importan un bledo, lo usan como arma arrojadiza contra no sé quién, ni me importa. Otros, porque pretendían encontrarse con un teatro de estilo barroco, como si los arquitectos actuales acabaran de empezar el Siglo XVII. Argumentos que caen por su propio peso, argumentos que se pisan cada vez que los ceutíes amantes de la cultura, como yo, tenemos la oportunidad de disfrutar de lo que podemos calificar como la guinda de un pastel llamado Ceuta.
 

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