Sólo pisarlo, provoca felicidad. Entrar y respirar el aire
que un lugar como el que el Gran Teatro Auditorium del
Revellín alberga en su interior, es un motivo más que
suficiente para provocar una sonrisa de satisfacción en
cualquier ciudadano de Ceuta.
No sé si es orgullo, o quizás vanidad, pero contemplar un
lugar como éste, en una ciudad como ésta, invita sin querer
a que los ceutíes saquemos pecho cuando hablemos de lugares
donde la cultura y el espectáculo pueden ofrecer su magia a
este lado del Estrecho.
No cabe duda de que se trata de algo que este pueblo no sólo
reclamaba a voz en grito, sino que necesitaba, con todo el
peso de la palabra, con toda la urgencia del excesivo paso
del tiempo. Atrás han quedado muchos años de demandar, de
suplicar un teatro para Ceuta. Se ha pedido hablando,
gritando, escribiendo y cantando, se ha pedido de mil
maneras diferentes, las más bonitas, desde el escenario de
un 7 Colinas (también de otros) que sirvió durante mucho
tiempo como digno paréntesis, mientras los cimientos del
Gran Teatro Auditorium del Revellín empezaban a dar forma a
lo que hoy podemos llamar “emblema caballa”, pero caballa de
verdad, de los que nacen aquí, de un gentilicio sin
mancillar, de ti, de mi, de todos los que tenemos la
tremenda suerte de vivir en esta tierra.
Hace unos días tuve la oportunidad de disfrutar de un
espectáculo de danza de una categoría tan grande que de no
ser por nuestro nuevo Auditorio, no habríamos podido
recibirlo en Ceuta.
El concierto inaugural, fue uno de los acontecimientos
culturales más importantes de los últimos años, de los
últimos “muchos años”, diría yo. A esto podemos añadir un
largo etcétera, porque esto no ha hecho más que empezar, por
suerte para todos nosotros.
Como no podía ser de otra manera, también tiene sus
detractores. Unos, los que por intereses políticos, que a
los ciudadanos nos importan un bledo, lo usan como arma
arrojadiza contra no sé quién, ni me importa. Otros, porque
pretendían encontrarse con un teatro de estilo barroco, como
si los arquitectos actuales acabaran de empezar el Siglo
XVII. Argumentos que caen por su propio peso, argumentos que
se pisan cada vez que los ceutíes amantes de la cultura,
como yo, tenemos la oportunidad de disfrutar de lo que
podemos calificar como la guinda de un pastel llamado Ceuta.
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