Como con Nuria de Madariaga.
Con el único fin de pegar la hebra hasta caer rendido. Nuria
es buena conversadora. Y a mí me encantan las personas que
sean capaces de hablar de todo cuanto se encarte.
De Nuria, con la que he tenido la oportunidad de charlar dos
veces, me gusta sobremanera su forma de entender la vida. Y,
sobre todo, la manera que tiene de afrontar el trabajo
diario.
Nuria sabe latín. Y yo disfruto oyéndola hablar de sus
entrevistas, de sus contactos, de lo que piensa sobre
Fulano, Mengano o Zutano, y de cuanto le ha sido posible
aprender en su vida: una vida dura y trabajada a conciencia
para sacar adelante a los suyos.
Nuria, abogada curtida en mil casos, debe haber vivido tan
bien como sufrido de lo lindo. Lo cual no pasa inadvertido
para cualquiera que tenga dos dedos de frente.
En un momento determinado de nuestra conversación, así como
quien no quiere la cosa, le digo a la compañera lo que dice
de mí un gracioso, que firma con pseudónimo, en Internet:
Nuria de Madariaga es Manolo de la Torre con peluca.
Y Nuria se ríe a mandíbula batiente. Y a cambio de lo que le
digo, va ella y me pone al tanto de cómo se las gastan en un
sindicato de clase que cuenta con un secretario general que
está convencido de que es una eminencia gris.
En ese sindicato, al parecer, la eminencia gris es tenida
como la mierda que cagó la Trini. Podría considerársele, más
o menos, tan desgraciado como se ha considerado siempre en
Córdoba al postiguillo de San Rafael. Y quien quiera saber
del asunto que indague al respecto.
En ese sindicato de clase, tan presente en la vida de esta
ciudad, hay un personaje que se ha hecho con mucho poder y
que, debido a que sufre problemas de estabilidad, no tiene
el menor empacho, cada dos por tres, en gritar lo siguiente:
“Mora con tacones…”.
Y los musulmanes que oyen semejante insulto no saben si irse
para el Fulano y medirle las espaldas o agachar la cabeza
por miedo a perder el empleo. Lógicamente, optan por lo
segundo. Puesto que no están los tiempos como para quedarse
sumido en la miseria del paro.
Cuando quedo enterado de semejante ultraje a la mujer
musulmana, me entran unas ganas locas de exponer el nombre
del tío que se comporta de semejante manera. Máxime cuando
hoy, ayer para ustedes, he leído esta frase escrita por el
secretario general de CCOO en el periódico añejo, en su
artículo de los jueves: “Queremos que musulmanes y
cristianos nos sintamos iguales y hermanos”. Aunque se le ha
olvidado decir si él comparte lo que dice uno de sus hombres
importantes en el sindicato: “Moras con tacones…”. Pero, por
razones obvias, debo morderme la lengua.
Lo de “Mora con tacones…”, expresión muy usada, cada dos por
tres, por un gerifalte del sindicato, ha llegado ya a oídos
de ciertos musulmanes. Los cuales estarán ya propalando el
dicho entre los suyos. Ahora bien, a mí me habría gustado
que Fatima Hamed, antes que ninguna otra persona,
hubiera tenido conocimiento de lo que piensan sus socios
políticos de las musulmanas que usan tacones. O sea: “Moras
con tacones…”.
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