Regreso de un viaje ultrarápido.
De ver cómo pierde el Barça en la Bella Easo, ciudad con
sabor a magdalenas, con una derrota que no me quita la miel
de los labios, después de enterarme de la derrota madridista
ante los aragoneses.
Un viaje plácido, invitado en todo desde luego, que me lleva
a mirar en el portátil un artículo de un furibundo
madridista.
¡Qué asco!... ¡qué asco me producen los forofos ciegos e
incultos!
Si el Madrid jugara al fútbol y ganara al Barça a través de
todo el bagaje deportivo que destilarían sus miembros, yo
jamás dudaría de esa supuesta victoria, ni achacaría la
culpa a la falta de jugadores ni a las decisiones arbitrales.
No sé por qué no quieren reconocer, esos que defienden el
madridismo a tontas y a locas, que hoy por hoy el Barça es
infinitamente mucho mejor que el Real Madrid.
Si el Madrid gira en torno a la figura de su entrenador…
pobre equipo otrora señorial y majestuoso que hoy se
arrastra por la senda del fango de los equipos mediocres que
echan mano a los sucios subterfugios de las patadas y
pisotones a sabiendas.
Analizando imagen por imagen todos los partidos realizados
en lo que han dado en llamar “los clásicos”, vemos que en
este asunto le doy la razón a Mourinho solamente en lo que
dijo: “una imagen vale más que mil palabras”.
Si retrocedemos al partido del 5-0 podemos ver que los
madridistas tienen la rabia pintada en sus rostros y que son
transmitidas por sus acciones contra los azulgranas como el
encontronazo, totalmente intencionado, de Carvalho contra
Pedro y después contra Messi; la tremenda patada de Sergio
Ramos a Villa, a la altura de la rodilla, mientras el balón
rodaba mansamente por el césped; la no menos tremenda patada
del mismo Sergio Ramos a Messi, entrando por detrás, que le
valió la expulsión y sin contar el posterior intento de
degollar a Puyol arrojándolo al césped…
Los siguientes partidos tuvieron la misma pauta. Con un
tremendo bulldozer llamado Pepe, usando las manos y los pies
para derribar jugadores contrarios, y un redomado pillo
llamado Marcelo que no disimulaba en ningún momento en
aterrizar con las plantas de sus borceguíes sobre cualquier
parte del cuerpo del jugador azulgrana caído a sus pies.
El que diga que no es verdad todo eso, y mucho más, es un
ser horriblemente mentiroso e indigno de ser aceptado por su
torticera opinión.
No voy a seguir escribiendo sobre lo que ya es demasiado
evidente y solamente espero que quienes sueltan sandeces
sobre estos partidos reconozcan, con humildad, que el Madrid
no es superior, ni en deportividad, ni en calidad, ni en
juego al Barcelona.
La Copa del Rey es una simple anécdota y, como ocurre en
estas circunstancias, no resultó del agrado de nuestro señor
Dios que, con justicia y equidad en tiempos de Semana Santa,
mandó un rayo invisible que hizo quitar de las manos de
Sergio Ramos el trofeo, que acabó debajo de las ruedas del
propio autocar que los transportaba. Un serio aviso de la
cólera divina.
La derrota del Madrid ante el Zaragoza fue más de lo mismo:
un árbitro con consignas de perjudicar a los blancos; un
Villar meditando ante una bola de billar, mientras la UEFA
relee a sus árbitros las normas de cómo dejar al equipo
merengue con 10 jugadores en cada partido de la Champions…
Lo que quieren los madridistas, en definitiva, en seguir con
los privilegios que tuvieron en tiempos de Franco y que los
árbitros hagan la venta de cupones de la ONCE cuando la
pelota la tengan los contrarios para así entrar a matar.
Gastarse 500 millones en una plantilla solo está al alcance
de la Mafia y, como en ésta, solo tienen cabida matones en
vez de artistas del balón.
Reflexionen y visualicen serenamente todos los partidos de
los blancos bajo la batuta del portugués.
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