Dos de Mayo. Me dispongo a
escribir. Y de pronto tengo la sensación de que la página en
blanco es enorme; más enorme que nunca. Mucho más que en
días donde escasean las noticias a las cuales sacarles
punta. Y no lo entiendo, francamente.
Porque hoy, lunes y festivo, me desayuno con una noticia
bomba: la muerte de Osama Bin Laden. Y lo primero que
se me viene a la memoria es analizar las causas de esa
muerte. Pero pronto desecho la idea. Ya que los análisis se
los dejo yo para esos señores que están en los laboratorios
viendo cómo tenemos los demás el ácido úrico, el colesterol
bueno o malo, la bilirrubina y demás cuestiones relativa a
nuestro body.
Desechado opinar de la muerte del hombre que acabó
convertido en terrorista convencido de que podía darle jaque
mate a la democracia y a los valores occidentales, tras
haber sido amigo íntimo de la familia Bush, caigo en
la cuenta de que lo tengo muy fácil para ganarme el jornal.
Claro que sí.
Porque a ver quién es el guapo que se resiste a seguir
contando cosas relacionadas con Mourinho y
Guardiola; tan diferentes ambos, y cuya forma de
comportarse ha dividido a la opinión pública española y ha
permitido que muchos intelectuales, hasta hace nada
contrarios al fútbol, saquen a relucir sus mejores galas
escritas, a fin de hacerse notar, para darnos lecciones de
lo que significan educación y cultura. Yo sigo insistiendo,
con mis debidos respetos para los biempensantes, “que es
fácil ser modesto cuando se es célebre; quiero decir parecer
modesto”. Este es mi homenaje a Ernesto Sábato,
autor de El túnel, y fallecido recientemente.
En cambio, como es necesario que haya gustos para todos, a
mí me sabe mejor el comportamiento de quien, en un momento
determinado, mira a la cara de los oyentes y clama justicia.
Importándole un bledo que lo tachen de basilisco. Pero
tampoco quiero seguir ahondando en un debate que mañana, hoy
para ustedes, tendrá su fin. De momento. Ya que, en apenas
unos meses, la disputa de la Supercopa hará posible nuevos
enfrentamientos verbales.
Tampoco se me escapa, en esta mañana de lunes, festivo, lo
fácil que me sería contar mi particular visión, tras mis
muchas lecturas al respecto, de lo ocurrido el Dos de Mayo.
En aquella España donde los privilegios de los poderosos nos
metieron en un lío del cual tuvieron que sacarnos los de
siempre; es decir, el pueblo llano. Y es que lo que no haga
el pueblo…
El privilegio. ¡Ya está ahí la odiosa palabra, contra la que
se alzaron los hombres de la Revolución francesa! La palabra
que separa, que divide, que hace distingos entre hombre y
hombre, en aspectos tan conocidos como para no tener que
andar aquí enumerándolos. Privilegiados son los “liberados”
sindicalistas. Por tal motivo, porque la gente está ya harta
de ver zánganos muy bien pagados, las manifestaciones del 1
de Mayo fracasaron rotundamente. En Ceuta, además, CCOO
volvió a pagar con creces ser un sindicato cuya voz está
dedicada solamente a apoyar la causa de un partido
minoritario, a cuyo frente está su secretario general, para
que éste tenga la oportunidad de alcanzar sus fantasías
políticas.
En fin, cuando me ha dejado de imponer la página en blanco,
me encuentro con que carezco de espacio para hablar de las
resoluciones tomadas por la UEFA, por las denuncias del
Madrid.
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