Empezábamos el curso 67-68. Era el
2º año de mi incorporación a la Enseñanza Pública, en
Barbate de Franco, (hoy, sólo Barbate), en el Centro Público
“Generalísimo Franco”, hoy Baessipo.
Aquellos que habíamos conseguido la propiedad provisional
corríamos el riesgo de ser desplazados, con los problemas
que ello llevaba consigo: el cambio de localidad y el
consiguiente cambio de Centro Educativo.
Por si tal circunstancia se pudiera producir, los
provisionales no teníamos más remedio que “madrugar” y, a
principios de Septiembre –el curso, generalmente, empezaba
el día 15- ya nos encontrábamos en la localidad para
“luchar” contra la posibilidad de que un propietario
definitivo apareciera y te desplazara, por lo que nuestra
estrategia consistía en convencerle para que no eligiera
nuestro centro, siempre que en el resto de los existentes
hubiesen vacantes y no tuviera inconveniente en elegir
cualquiera de ellos.
Tuve suerte, ya que mi desplazamiento se produjo al quinto
año, en este caso por conseguir plaza con carácter
definitivo en Algeciras. Atrás quedaron los cuatro años de
angustia que padecí en mi lucha por evitar mi
desplazamiento.
En el segundo año, primero de mi particular lucha en defensa
del puesto de trabajo, me encontraba en la puerta del
Colegio, cuando se me acercó una pareja, un matrimonio, y en
principio pensé que mi estancia en Barbate se iba a
terminar, imaginando que se trataba de un maestro que venía
a por “mi plaza”. Respiré profundamente cuando supe que eran
unos turistas que desde hacía unos años se sentían atraídos
por Barbate y sus magníficas playas.
El lugar de procedencia de la pareja era León y disfrutaba
del magnífico ambiente que se respiraba en la localidad, su
clima, aunque a veces “atacado” por el incómodo viento de
levante, que perjudicaba enormemente a los bañistas.
En mis encuentros accidentales con la pareja, después de los
saludos de rigor, siempre intercambiábamos algunas frases,
en general sobre el estado del tiempo. Llegué a saber que él
se dedicaba a la función pública, un modesto funcionario,
que hacía grandes equilibrios para subsistir.
Elegían el mes de Septiembre por aquello que ya se
diferenciaba entre “temporada alta” y “temporada baja” y
además, solían elegir una casa con derecho a cocina. De esa
forma, la pareja pasaba las vacaciones de verano con todos
los atractivos que en el mes de Septiembre, todavía, ofrecía
la acogedora Barbate.
Lo que más les llamaba la atención –repito- eran las playas.
Cuando el viento de levante no soplaba era una delicia
bañarse en sus aguas.
Posiblemente, lo mismo que hacía la pareja de León, lo
harían otras parejas del interior, buscando las mejores
oportunidades para disfrutar de sus vacaciones veraniegas.
En estos años ya se vislumbraba el “boom” del turismo,
despertando en las localidades como el propio Barbate,
Zahara de los Atunes, Conil, Tarifa…
Les habían comentado que un espectáculo maravilloso, digno
de presenciar, era una “levantá” de atunes, que se llevaba a
cabo en una almadraba que se instalaba en aguas de Barbate,
pero, como muy bien sabían, la campaña de la captura del
atún rojo ya hacía unos meses que había finalizado.
El momento más espectacular en la captura de atunes –la “levantá”-
es cuando las barcazas hacen un cerco en torno al llamado
“copo” y se formaba un tremendo mar de espumas de donde los
almadraberos entren a golpe de “bichero” los grandes túnidos.
Los llamados atunes rojos cubren las rutas migratorias entre
el Atlántico y el Mediterráneo. En el lenguaje vulgar se les
llaman “atunes de derecho” y “atunes de revés”.
En la provincia de Cádiz se suelen instalar cuatro
caladeros: Conil, Barbate, Zahara de los Atunes y Tarifa. Es
conveniente recordar que en nuestra ciudad se establecía,
también, un caladero. Pensemos en los puestos de trabajo que
se generaban y la importante fuente de ingresos que se
formaba.
Se capturaban en aquellas fechas una media de 25.000 Tm.
Entre preparativos y capturas daban ocupación a más de 1.000
obreros (Abril a Junio). Los ejemplares, entre 300 y 400 kg.
En la actualidad la cuota de capturas depende del Ministerio
de Medio Ambiente, Rural y Marino y, según la temporada, se
establece sobre unas 650 Tm, muy lejos de la cantidad que se
capturó en 1949, que fue de unos 43.500 atunes (se batió el
record, aproximadamente 17.400 Tm).
La pareja de León que, repito, en aquellos años en que yo
permanecí en Barbate no dejaron de visitarlo, para completar
en su permanencia algo tan típico como una “levantá”, se
verían obligados a cambiar de fecha de visita, cosa que no
sé si se produciría, ya que cuando yo abandoné Barbate,
perdí el contacto con ellos. Al producirse un cambio radical
en nuestra sociedad y haber transcurrido muchos años, más de
cuarenta, es posible que cuando se produjera la jubilación
de él, se dieran una vuelta en fecha donde el “espectáculo”
se podía dar.
En mis recientes visitas a Barbate, nada seguía igual. Había
desaparecido por completo del Consorcio Nacional Almadrabero
(La Chanca). Un viejo edificio quedaba como testigo de una
etapa que proporcionaba muchos puestos de trabajo. Junto a
la industria que generaba la captura del atún, existieron
algo más de diez fábricas de conservas y salazones. Ya todo
es historia, y en el recuerdo, cinco años vividos
intensamente.
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