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OPINIÓN - DOMINGO, 1 DE MAYO DE 2011

 

OPINIÓN / SNIPER

Quid prodest Marrakech?
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Estos días y tras el brutal pero calculado atentado del pasado 28 en la capital turística de Marruecos solo cabe decir que, de algún modo, todos somos “marrakchíes”. Más que duras condenas, sirvan estas líneas de solidaridad y simpatía con las víctimas y la castigada ciudad, que intuye como su principal y floreciente recurso económico, el turismo de viajes y residencial (en Marrakech residen unos veinte mil extranjeros), puede verse seriamente afectado. La principal lección es no caer en el chantaje terrorista; no dejarse intimidar; que no nos marquen el calendario. Debemos ser fuertes de ánimo y “acostumbrarnos” cada vez más a convivir en todo el mundo con la letal amenaza terrorista que puede, de vez en cuando, golpear con su sangrienta firma aquí y allá. Disfruté en enero de unos pequeños días de asueto en Marrakech y paseando con mi familia por la colorista y popular plaza Jamaâ El-Fna, “El lugar del encuentro infinito”, comentaba con mi esposa, natural del país, lo fácil que suponía pese a la presencia policial (hay in situ una comisaría) provocar un atentado con amplio eco mediático y desestabilizadoras consecuencias. Lamentablemente, tal presagio se convirtió en una cruda realidad el pasado jueves tras la explosión, parece que a distancia, en el café - restaurante Argana.

A la espera aun de una reivindicación del atentado, que se está haciendo esperar, parece demasiado cómodo colgársela por definición al conglomerado de Al-Qaïda, o Al-Qaïda en el Magreb Islámico (AQMI), sea quien fuere esta organización criminal salafista-yihadista. No acabo de entender eso de que el atentado de Marrakech “lleva la firma de Al Qaïda”... En un primer análisis, parece evidente por un lado que de tratarse de AQMI, sus planificadores (ningún atentado es al azar) consiguieron tres objetivos: el primero, salir de su tradicional escenario argelino y del Sahel; en segundo lugar, apuntar a víctimas no musulmanas como son la mayoría de las personas asesinadas; finalmente, demostrar que el odiado Reino de Marruecos (firme aliado de Occidente) está en la mira y es vulnerable. Otro dato a tener en cuenta es la fecha del atentado, a escasos días del simbólico 1 de mayo en el que las fuerzas sociales que se han ido aglutinando tras el movimiento del 20 de febrero esperaban echar el resto manifestándose a favor de una reforma en profundidad del cuestionado régimen del Majzén, apoyando una monarquía constitucional en la que el joven soberano Mohamed VI siguiera reinando con unas prerrogativas ampliamente recortadas. También cabe preguntarse por el envenenado soporte logístico que puede encontrar el terrorismo de matriz islamista en Marruecos: tras ya una década viviendo y viajando por el país, mis apretadas notas de campo apuntan a que al menos entre un 5 y un 10% de la población (entre 1,7 y 3,4 millones de personas incluyendo a los MRE, los marroquíes de la emigración) simpatizaría con las fanatizadas tesis del salafismo yihadista, lo que supondría un minoritario pero significativo y preocupante semillero de apoyo a la causa global del terrorismo islamista.

Ni la fenomenología del terrorismo es tan sencilla ni, mucho menos, los atentados nunca son lo que parecen. ¿Quién está realmente detrás…? El campo de incertidumbre es amplio. En Marruecos, los atentados de 2003, 2007 y ahora 2011 llevan cada uno su particular casuística. Por ello planteo un titular con interrogación indirecta, tirando del viejo racionamiento popularizado por Séneca (tragedia de Medea) y Cicerón, preguntándome como siempre en este caso… Quid prodest?: en realidad…, ¿a quién es útil, a quién beneficia (más) el atentado de Marrakech…? Saque cada uno su lectura.
 

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