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OPINIÓN - VIERNES, 29 DE ABRIL DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aróstegui: histérico y con gases
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tengo asumido, y, por tanto, no tengo el menor inconveniente en airearlo, que en el periódico añejo reina la histeria. De la que se ha dicho siempre que es muy contagiosa. La histeria, decían los mayores cuando yo era niño, allá en los tiempos de Maricastaña, suele ser, al menos, tan contagiosa como el sarampión, entre niños, o como la gripe, entre adultos; y terminaban sentenciando: “Cuando en una familia entra la histeria, acaba histérico hasta el gato y la normalidad tarda en presentarse de nuevo y, a veces, ni se presenta jamás y todos acaban yéndose histéricos para el otro mundo”.

Las histerias son siempre malas, pero quizá la histeria política sea una de las peores. En el periódico añejo, desde hace ya bastante tiempo, viene proliferando un extraño virus de histeria política, que está haciendo muchísimo daño a todos los que tienen que ver algo con el medio y que ha sembrado la alarma en la ciudad. Ya que no pocas personas se vienen preguntando si semejante virus no se irá expandiendo.

La persona que ha contagiado esa enfermedad nerviosa, la histeria, a todos sus compañeros de trabajo, ha conseguido también que vayan siendo víctimas de la misma hasta los colaboradores del periódico añejo. Mérito indiscutible que corresponde a su directora. Y, naturalmente, de justicia es destacarlo.

De los colaboradores que tienen desquiciado el sistema nervioso vegetativo sobresale, por encima de todos, Juan Luis Aróstegui. El cual está en peores condiciones, que ya es decir, que ese tal Javier López García de Vinuesa. A quien no dudo en decirle, otra vez, que no deje de faltar a su cita concertada con el diván. Y, de paso, si en algo estima al secretario general de CCOO, bien haría en recomendarle a éste que se sometiera al mismo tratamiento.

Aunque de Juan Luis Aróstegui me han dicho, personas cercanas a él, que, cuando se le pregunta por qué está siempre tan alterado, tan fuera de sí, tan neurótico, trata por todos los medios de quitarle importancia al asunto, contestando que en primavera suele sufrir de distonía neurovegetativa. Un término que ayuda a salir del paso cuando el paciente presenta una forma patológica y generalizada de reaccionar frente a estímulos internos o externos y no se le puede encasillar en ningún otro diagnóstico.

Si bien en el caso de Aróstegui, sin que yo, líbreme Dios de ello, pretenda meterme en camisa de once varas médicas, no debería ser difícil para ningún profesional de la cosa atajar la causa por la que la histeria está haciendo mella en Juan Luis, con tanta virulencia.

La causa por la que el virus de la histeria se ha metido con tanta intensidad en la circulación sanguínea de quien manda en Caballas y le hace dar tantas muestras de haber perdido la chaveta, está en que la última encuesta electoral de Sigma Dos le ha vuelto a enfrentar con la cruda realidad: así que sigue Aróstegui viéndose como un pobre hombre, que padece de bovarismo (estado de insatisfacción debido al desajuste entre la alta concepción de sí que tiene y sus condiciones reales) y que continúa sin aceptar que Juan Vivas siga acaparando el interés, el afecto y los votos de innumerables vecinos que volverán a confiar en él, el próximo mes.

Me imagino a Juan Luis Aróstegui histérico y con gases. Tremebundo. Y me da por compadecerme de quienes lo rodean.
 

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