Tengo asumido, y, por tanto, no
tengo el menor inconveniente en airearlo, que en el
periódico añejo reina la histeria. De la que se ha dicho
siempre que es muy contagiosa. La histeria, decían los
mayores cuando yo era niño, allá en los tiempos de
Maricastaña, suele ser, al menos, tan contagiosa como el
sarampión, entre niños, o como la gripe, entre adultos; y
terminaban sentenciando: “Cuando en una familia entra la
histeria, acaba histérico hasta el gato y la normalidad
tarda en presentarse de nuevo y, a veces, ni se presenta
jamás y todos acaban yéndose histéricos para el otro mundo”.
Las histerias son siempre malas, pero quizá la histeria
política sea una de las peores. En el periódico añejo, desde
hace ya bastante tiempo, viene proliferando un extraño virus
de histeria política, que está haciendo muchísimo daño a
todos los que tienen que ver algo con el medio y que ha
sembrado la alarma en la ciudad. Ya que no pocas personas se
vienen preguntando si semejante virus no se irá expandiendo.
La persona que ha contagiado esa enfermedad nerviosa, la
histeria, a todos sus compañeros de trabajo, ha conseguido
también que vayan siendo víctimas de la misma hasta los
colaboradores del periódico añejo. Mérito indiscutible que
corresponde a su directora. Y, naturalmente, de justicia es
destacarlo.
De los colaboradores que tienen desquiciado el sistema
nervioso vegetativo sobresale, por encima de todos, Juan
Luis Aróstegui. El cual está en peores condiciones, que
ya es decir, que ese tal Javier López García de Vinuesa.
A quien no dudo en decirle, otra vez, que no deje de faltar
a su cita concertada con el diván. Y, de paso, si en algo
estima al secretario general de CCOO, bien haría en
recomendarle a éste que se sometiera al mismo tratamiento.
Aunque de Juan Luis Aróstegui me han dicho, personas
cercanas a él, que, cuando se le pregunta por qué está
siempre tan alterado, tan fuera de sí, tan neurótico, trata
por todos los medios de quitarle importancia al asunto,
contestando que en primavera suele sufrir de distonía
neurovegetativa. Un término que ayuda a salir del paso
cuando el paciente presenta una forma patológica y
generalizada de reaccionar frente a estímulos internos o
externos y no se le puede encasillar en ningún otro
diagnóstico.
Si bien en el caso de Aróstegui, sin que yo, líbreme Dios de
ello, pretenda meterme en camisa de once varas médicas, no
debería ser difícil para ningún profesional de la cosa
atajar la causa por la que la histeria está haciendo mella
en Juan Luis, con tanta virulencia.
La causa por la que el virus de la histeria se ha metido con
tanta intensidad en la circulación sanguínea de quien manda
en Caballas y le hace dar tantas muestras de haber perdido
la chaveta, está en que la última encuesta electoral de
Sigma Dos le ha vuelto a enfrentar con la cruda realidad:
así que sigue Aróstegui viéndose como un pobre hombre, que
padece de bovarismo (estado de insatisfacción debido al
desajuste entre la alta concepción de sí que tiene y sus
condiciones reales) y que continúa sin aceptar que Juan
Vivas siga acaparando el interés, el afecto y los votos
de innumerables vecinos que volverán a confiar en él, el
próximo mes.
Me imagino a Juan Luis Aróstegui histérico y con gases.
Tremebundo. Y me da por compadecerme de quienes lo rodean.
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