El lunes 18 del mes que corre
estuve en las oficinas de este periódico para charlar un
rato con el gerente, pero no estaba. Y cuando caminaba hacia
la salida del edificio, saludé a Nuria de Madariaga y
ésta me propuso que fuésemos a tomar café en un bar cercano.
Acepté, como no podía ser de otra forma, y aprovechamos la
ocasión para pegar la hebra durante bastantes minutos.
Luego, dado que Nuria tenía que asistir al acto electoral
programado por el PP en el Hotel Ulises, donde la estrella
invitada era Javier Arenas, no tuve el menor
inconveniente en hacer el recorrido con ella. Aunque yo me
abstuve de entrar en el establecimiento. Entre otras cosas,
para no tener que escribir de JA. Por razones que no vienen
al caso reseñar.
Eso sí, al día siguiente, leyendo lo que Nuria contaba como
anécdota, bajo el título de La “mocita feliz” ceutí, sentí
un disgusto enorme por no haber asistido al acto. Un
arrepentimiento morrocotudo. Máxime cuando ya me había
perdido el primer espectáculo ofrecido por la ‘señora
anuncio’ el día en el cual Mayor Oreja cumplía el
mismo cometido que Arenas y en el mismo escenario.
Por cierto, qué tendrá Mayor Oreja para ejercer tanta
atracción entre las féminas. Pues la fotografía ilustradora
de la página donde Nuria nos contó la citada anécdota, con
titulo de La “mocita feliz” ceutí, me recordaba a otra
señora que, hace ya bastantes años, en otra visita de MO a
Ceuta, me dijo en una entrevista que se ponía; vamos, que se
ponía cachonda, en cuanto veía al entonces ministro del
Interior. Entrevista que reposa en los anaqueles del
periódico añejo.
Hablando de fotografías, Mayor Oreja, en la que apareció
dándole vida a la página escrita por Nuria, titulada La
“mocita feliz” ceutí, estaba radiante. Encantado de que la
‘mujer anuncio’ se mostrara tan efusiva con él, tan
dispuesta a ser cercana y a mostrarle todo el afecto que las
mujeres anuncios suelen ofrecer. Incluso posó con la mejor
de su sonrisa para la posteridad. La fotografía, pues,
demostraba lo mucho que agradece el político del PP el
recibimiento que le dispensan en cuanto pone los pies en el
salón de estar del Hotel Ulises. Ahí es nada, toparse, sin
esperarlo, con el tipo de mujer que parece le hace mucho
tilín al eurodiputado popular.
En cambio, la otra fotografía ilustradora de la página donde
Nuria contaba su anécdota, acerca de la representación
ofrecida por La “mocita feliz” ceutí, es total y
absolutamente distinta. Me explico. En ella, en la
fotografía, se ve palpablemente que Javier Arenas, en cuanto
se adentró en el hotel, se echó mano al nudo de la corbata y
puso cara de circunstancias. Más o menos, como si al ver a
la ‘señora anuncio’, se le hubieran subido las congojas a
semejante altura; signo evidente de estar preparándose para
pasar un mal trago.
Uno no tiene nada en contra de la ‘señora anuncio’. Es más,
ese desparpajo de la ‘señora anuncio’ exhibiendo el
periódico añejo, me pareció estupendo. Y me permitió
reconocer que la señora anuncio no es rencorosa. Y a las
pruebas me remito: si anunció el periódico añejo,
derrochando exuberancia, es porque ya habría perdonado a su
editor. Ah, dicen que hay un video que es mejor que las
fotografías, así que si alguien se siente ofendido, lo mejor
es que se tome una tila antes de responder.
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