Son fiestas de nuevo cuño, lo que
indica, además, un día perdido de trabajo, para ser
festejado, exclusivamente, por la casta política, haciéndose
propaganda, vendiendo “la moto” a las gentes y, de rebote,
haciendo un corte de manga a la mayor parte de los que pagan
sus impuestos para que presidentes, asesores, diputados, o
como se llamen, vivan un día más “sin pegar un palo al agua”
y llamando a los demás a que los imiten.
Hace años había un día de fiesta nacional, creo que era el
25 de julio, pero desde que pasamos a tener troceado el
Estado, cada parcela impone su día festivo, que, en
realidad, pinta muy poco.
Muchas veces me he preguntado que implica el día 2 de
septiembre en Ceuta, en toda la historia de estos 18
kilómetros cuadrados, y la respuesta que yo me hago es que
no implica nada.
Otro tanto me sucede con el 23 de abril en Castilla-León,
que realmente tampoco es nada importante, por mucho que se
empeñen, desde las alturas en reivindicarlo como importante,
porque fuera de los cuatro seguidores de Villalar de los
Comuneros, cada vez más civilizados, a los demás no les dice
nada más que tienen un día libre para ir a comprar al Corte
Inglés de Madrid, puesto que en cuanto a las invitaciones a
las fiestas oficiales, son los que son y no hay nada para el
resto de las gentes de los pueblos y ciudades.
Afortunadamente, este año, el pasado sábado, 23 de abril,
día de Castilla y León, en mi pueblo, uno de los de más
historia de esta comunidad autonómica, han preferido abrir
sus comercios y atender a los muchos clientes que, en medio
de las vacaciones de la Semana santa, estaban por allí.
No hay otra, cada pueblo tiene que vivir de lo que tiene y
el mío, Piedrahita, con el turismo procedente de Madrid, en
gran parte, cubre las muchas deficiencias que la falta de
industria y la despoblación le vienen acarreando.
“¿Los seguros y las demás facturas no las va a pagar la
Comunidad Autonómica?”. Es lo que me decía uno de los
industriales del pueblo, perteneciente al ramo de los
electrodomésticos.
A esa misma hora, en torno a las diez de la mañana, se
dirigían a instalar un televisor, que alguno de los recién
llegados les acababa de comprar.
Pero es que son los propios clientes los que solicitan que
estén todos los servicios disponibles, porque hay muchos que
llegan al pueblo pensando en el suministro de la buena carne
de estas tierras, para llevarla a “los madriles” y si, en
esa ocasión, el carnicero tiene cerrado, además de fastidiar
a ese cliente, fastidia su propia caja, que no está para
demasiadas alegrías, especialmente, cuando las lluvias han
restado una gran parte de visitantes al pueblo. Por ejemplo.
Llegados a este punto, quienes me siguen, a diario, verán
que mis frecuentes quejas en Ceuta, por tanto cierre de
establecimientos, sábados, por la tarde, domingos y “fiestas
de guardar”, lo único que aportan es que un establecimiento
cerrado cuesta dinero, mientras que si está abierto, aunque
sea poco, siempre rendirá algo más, al menos eso sucede en
las tierras que no son excesivamente ricas, y es que los
ricos se pueden permitir otros lujos, pero dichos lujos, hay
veces que, traen consecuencias muy poco favorables.
Pues así hemos pasado la fiesta de la Comunidad Autonómica,
castellano-leonesa, con establecimientos abiertos, con
clientela de fuera que ya no volverá hasta algún largo
puente o hasta el verano.
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