LUNES. 18
Javier Arenas visita la ciudad. Y se le recibe como
si fuera un hijo predilecto de Ceuta. Lo cual no me parece
mal. Aunque yo tenga motivos suficientes para creer que el
afecto que le profesan los de su partido es exagerado. Lo
cual se debe a que un día tuve la mala suerte de estar muy
cerca de él como para oírle decir cosas que nunca debe decir
un político en público. Y menos un político que lleva la
tira de tiempo aspirando a ser presidente de la Junta de
Andalucía. Pero tengamos la fiesta en paz. Ya que Juan
Vivas, que fue el damnificado en aquella conversación,
ha decidido olvidarse de lo que pensaba de él el hoy su
admirado Arenas. Y si Vivas ha sido capaz de perdonar la
metedura de pata de Javier Arenas, en la cafetería Real, el
día en el cual Vivas tomaba posesión de su cargo como
presidente, tras un voto de censura al GIL, a uno no le
queda más remedio que morderse la lengua.
MARTES. 19
Me encuentro con Nuria Van Den Berghe en la sala de
estar de este periódico. Y, tras los saludos de rigor,
acordamos tomar café en el bar de la esquina. Y allí nos
ponemos a pegar la hebra. Nuria me va preguntando, con suma
delicadeza, sobre cuestiones de mi pasado y yo no tengo el
menor inconveniente en explicarle algunas de mis vivencias.
Y ella no duda en pedirme que las escriba. Que no dude lo
más mínimo en hacerlo, me dice. Y a medida que la
conversación avanza nos vamos entendiendo mejor. Es la
segunda vez que se me presenta la oportunidad de hablar con
una mujer a la que solamente conocía por sus escritos. Y
debo decir que me ha vuelto a causar una magnífica
impresión. Hasta el punto de que haré todo lo posible porque
ella acepte el hablar conmigo cuantas veces le sea posible y
lo crea conveniente. Pues tengo la impresión, por más que
hayan sido muchos los desengaños recibidos, de que entre
Nuria y yo ha comenzado una amistad que puede dar sus
frutos.
MIÉRCOLES. 20
Me acuesto pensando en que ha sido un día especial para
todos los que somos madridistas desde que tuvimos uso de
razón. Madridistas fetén. Aunque, como ya he repetido hasta
la saciedad, no comulgo con ruedas de molino de los nuevos
tópicos. Es decir, me sublevo cuando observo una
predisposición permanente a exagerar las actuaciones de
ciertos jugadores por sistema, por parte de la prensa, y,
sin embargo, los mismos periodistas no dudan en ocultar los
petardos que pegan los mismos futbolistas en bastantes
ocasiones. Pero hoy no es día propicio para meterse en
terreno escabroso sino que lo es para contar la enorme
satisfacción que siento por lo ocurrido en Valencia y,
concretamente, en el césped de Mestalla. Allí, después de
muchos años, el Madrid volvió a ganar la Copa del Rey. Y la
logró tras derrotar a un equipo fabuloso: el FC Barcelona.
Lo cual tiene un mérito indiscutible. Puesto que para
derrotar al Barça se necesitan jugadores de mucha calidad y
que sean capaces, además, de aceptar de buen grado ponerse
al servicio de un sistema táctico donde las exigencias de
voluntad, espíritu de sacrificio y disciplina obligan a
realizar grandes esfuerzos físicos. Y no resulta fácil
convencer a figuras indiscutibles del universo futbolístico,
la necesidad que tienen de entregarse de lleno a esa tarea
si quieren salir airosos de un trance tan duro. Lo logró
José Mourinho, una vez más. Por algo es especialista en
ganar títulos. Y en distintas ligas europeas.
JUEVES. 21
En España, decía Benavente, se perdona el éxito sin
mérito, y el mérito sin éxito, pero el mérito con éxito
resulta insoportable. Al Madrid, cuando ya han transcurrido
muchas horas de su triunfo en Mestalla, se le sigue
criticando su forma de conseguirlo. Que es la mejor manera
de quitarle méritos al sistema táctico empleado por José
Mourinho. Y es que los hay, muchísimos todavía, me
refiero a los periodistas, que son incapaces de premiar el
ingenio de Mourinho para contrarrestar el enorme caudal de
juego que ofrece el equipo de Pepe Guardiola, gracias
a que cuenta con los hombres idóneos para desarrollar un
sistema basado en la posesión del balón y que esté se mueva
a velocidad de vértigo. Ingenio, por si alguien no lo sabe,
es la facultad de inventar con facilidad cosas nuevas o
echar mano de soluciones de emergencia por más que éstas
sean tan conocidas como catalogadas de primarias por los
consabidos exquisitos de guardia. Los fracasos son
inevitables para quien busca el éxito. Y no cabe la menor
duda de que el entrenador madridista arriesgó para
obtenerlo. Y lo hizo con la grandeza de los emprendedores.
Y, aunque solamente fuera por la asunción de los riesgos
afrontados, merece reconocimientos. El problema está en cómo
Guardiola ha conseguido ganarse el afecto casi generalizado
de los españoles, debido a que parece representar la mejor
imagen de la moderación, el equilibrio, la humildad.
Mientras Mourinho, ese portugués tachado de arrogante y
soberbio, encarna perfectamente la idea que se tiene del
fanfarrón. Y a mí, en este caso, se me viene a la memoria lo
que dijera el poeta en un momento de soledad: “Una sociedad
de fanfarrones es plausiblemente concebible: una sociedad de
humildes sería inhabitable y peligrosísima”. En cualquier
caso, a mí tampoco me parece que el entrenador del Madrid
sea un fanfarrón. Más bien me parece un tipo inteligente,
ingenioso y ganador, que habla sin tapujos en el mundo de
fútbol; un mundo donde muchos entrenadores y futbolistas
dicen lo contrario a lo que piensan para evitar problemas.
La llegada de Mourinho ha supuesto una expresión de
realidad.
VIERNES. 22
Viernes. A las 9 de la mañana me encuentro en los
alrededores de los jardines de la Argentina, caminando con
Oasis, mi perro labrador. Y se me acerca una persona a la
que conozco de vista, pero que nunca antes se había parado
conmigo. Tras pedirme perdón por abordarme, me dice que es
aficionado al fútbol de toda la vida. De los que nunca han
dejado de ir al Murube a ver a la Agrupación Deportiva
Ceuta, antes, y ahora a la Asociación Deportiva Ceuta. Y me
pregunta cuál es la razón por la que hace tantos años que en
el primer equipo de la ciudad no juegan, asiduamente, cuatro
o cinco jugadores de la tierra, como mínimo. Y le respondo
que no lo sé, debido a que llevo muchos años sin ser
espectador del fútbol base ni de la competición de
aficionados. El hombre, educado y atento, me responde que él
se acuerda de cuando, siendo yo entrenador de la Agrupación,
había veces que el equipo estaba compuesto por seis o siete
jugadores de Ceuta. Y le dije que sí. Que era cierto. Puesto
que a los futbolistas veteranos, es decir, los Almagro,
Cherino, Cerezo y Lolo, se sumaron a veces
jóvenes como Rafa, Castillo, Barrientos, Castro,
mientras otros estuvieron a punto de debutar en la Segunda
División B. En fin, que antes de despedirnos, le digo que
día llegará, más pronto que tarde, en el cual la ADC tenga
en su plantilla a varios jugadores ceutíes. Y allá que mi
interlocutor, tras darme las gracias, siguió su camino.
SÁBADO. 26
Repaso mis apuntes, en este sábado sin periódicos, de las
lecturas que he ido haciendo durante años, y a fe que los
disfruto de lo lindo. He elegido, de entre los muchos que he
vuelto a leer, uno relacionado con las ideas, que reza así:
“Yo no creo que las ideas deban ser inamovibles, creo que la
gente tiene derecho a cambiar, a arrepentirse. Como lo
hicieron tantos personajes relevantes”. En los últimos
tiempos, he asistido en esta ciudad a cambios de actitud y
de ideas también, por parte del secretario general de
Comisiones Obreras. Y está en su perfecto derecho. Eso sí,
le recuerdo, como ya lo he hecho otras veces, que no se
puede alardear del cambio propio, despreciando la
inmovilidad ajena, en un sentido o en otro. Juan Luis
Aróstegui necesita combinar esa gran inteligencia que él
dice tener, con sentido común y sentido del humor. Y así, a
lo mejor, perdería la vitola de perdedor de elecciones que
se ha ganado a pulso.
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