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OPINIÓN - DOMINGO, 24 DE ABRIL DE 2011

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES. 18


Javier Arenas visita la ciudad. Y se le recibe como si fuera un hijo predilecto de Ceuta. Lo cual no me parece mal. Aunque yo tenga motivos suficientes para creer que el afecto que le profesan los de su partido es exagerado. Lo cual se debe a que un día tuve la mala suerte de estar muy cerca de él como para oírle decir cosas que nunca debe decir un político en público. Y menos un político que lleva la tira de tiempo aspirando a ser presidente de la Junta de Andalucía. Pero tengamos la fiesta en paz. Ya que Juan Vivas, que fue el damnificado en aquella conversación, ha decidido olvidarse de lo que pensaba de él el hoy su admirado Arenas. Y si Vivas ha sido capaz de perdonar la metedura de pata de Javier Arenas, en la cafetería Real, el día en el cual Vivas tomaba posesión de su cargo como presidente, tras un voto de censura al GIL, a uno no le queda más remedio que morderse la lengua.

MARTES. 19

Me encuentro con Nuria Van Den Berghe en la sala de estar de este periódico. Y, tras los saludos de rigor, acordamos tomar café en el bar de la esquina. Y allí nos ponemos a pegar la hebra. Nuria me va preguntando, con suma delicadeza, sobre cuestiones de mi pasado y yo no tengo el menor inconveniente en explicarle algunas de mis vivencias. Y ella no duda en pedirme que las escriba. Que no dude lo más mínimo en hacerlo, me dice. Y a medida que la conversación avanza nos vamos entendiendo mejor. Es la segunda vez que se me presenta la oportunidad de hablar con una mujer a la que solamente conocía por sus escritos. Y debo decir que me ha vuelto a causar una magnífica impresión. Hasta el punto de que haré todo lo posible porque ella acepte el hablar conmigo cuantas veces le sea posible y lo crea conveniente. Pues tengo la impresión, por más que hayan sido muchos los desengaños recibidos, de que entre Nuria y yo ha comenzado una amistad que puede dar sus frutos.

MIÉRCOLES. 20


Me acuesto pensando en que ha sido un día especial para todos los que somos madridistas desde que tuvimos uso de razón. Madridistas fetén. Aunque, como ya he repetido hasta la saciedad, no comulgo con ruedas de molino de los nuevos tópicos. Es decir, me sublevo cuando observo una predisposición permanente a exagerar las actuaciones de ciertos jugadores por sistema, por parte de la prensa, y, sin embargo, los mismos periodistas no dudan en ocultar los petardos que pegan los mismos futbolistas en bastantes ocasiones. Pero hoy no es día propicio para meterse en terreno escabroso sino que lo es para contar la enorme satisfacción que siento por lo ocurrido en Valencia y, concretamente, en el césped de Mestalla. Allí, después de muchos años, el Madrid volvió a ganar la Copa del Rey. Y la logró tras derrotar a un equipo fabuloso: el FC Barcelona. Lo cual tiene un mérito indiscutible. Puesto que para derrotar al Barça se necesitan jugadores de mucha calidad y que sean capaces, además, de aceptar de buen grado ponerse al servicio de un sistema táctico donde las exigencias de voluntad, espíritu de sacrificio y disciplina obligan a realizar grandes esfuerzos físicos. Y no resulta fácil convencer a figuras indiscutibles del universo futbolístico, la necesidad que tienen de entregarse de lleno a esa tarea si quieren salir airosos de un trance tan duro. Lo logró José Mourinho, una vez más. Por algo es especialista en ganar títulos. Y en distintas ligas europeas.

JUEVES. 21

En España, decía Benavente, se perdona el éxito sin mérito, y el mérito sin éxito, pero el mérito con éxito resulta insoportable. Al Madrid, cuando ya han transcurrido muchas horas de su triunfo en Mestalla, se le sigue criticando su forma de conseguirlo. Que es la mejor manera de quitarle méritos al sistema táctico empleado por José Mourinho. Y es que los hay, muchísimos todavía, me refiero a los periodistas, que son incapaces de premiar el ingenio de Mourinho para contrarrestar el enorme caudal de juego que ofrece el equipo de Pepe Guardiola, gracias a que cuenta con los hombres idóneos para desarrollar un sistema basado en la posesión del balón y que esté se mueva a velocidad de vértigo. Ingenio, por si alguien no lo sabe, es la facultad de inventar con facilidad cosas nuevas o echar mano de soluciones de emergencia por más que éstas sean tan conocidas como catalogadas de primarias por los consabidos exquisitos de guardia. Los fracasos son inevitables para quien busca el éxito. Y no cabe la menor duda de que el entrenador madridista arriesgó para obtenerlo. Y lo hizo con la grandeza de los emprendedores. Y, aunque solamente fuera por la asunción de los riesgos afrontados, merece reconocimientos. El problema está en cómo Guardiola ha conseguido ganarse el afecto casi generalizado de los españoles, debido a que parece representar la mejor imagen de la moderación, el equilibrio, la humildad. Mientras Mourinho, ese portugués tachado de arrogante y soberbio, encarna perfectamente la idea que se tiene del fanfarrón. Y a mí, en este caso, se me viene a la memoria lo que dijera el poeta en un momento de soledad: “Una sociedad de fanfarrones es plausiblemente concebible: una sociedad de humildes sería inhabitable y peligrosísima”. En cualquier caso, a mí tampoco me parece que el entrenador del Madrid sea un fanfarrón. Más bien me parece un tipo inteligente, ingenioso y ganador, que habla sin tapujos en el mundo de fútbol; un mundo donde muchos entrenadores y futbolistas dicen lo contrario a lo que piensan para evitar problemas. La llegada de Mourinho ha supuesto una expresión de realidad.

VIERNES. 22


Viernes. A las 9 de la mañana me encuentro en los alrededores de los jardines de la Argentina, caminando con Oasis, mi perro labrador. Y se me acerca una persona a la que conozco de vista, pero que nunca antes se había parado conmigo. Tras pedirme perdón por abordarme, me dice que es aficionado al fútbol de toda la vida. De los que nunca han dejado de ir al Murube a ver a la Agrupación Deportiva Ceuta, antes, y ahora a la Asociación Deportiva Ceuta. Y me pregunta cuál es la razón por la que hace tantos años que en el primer equipo de la ciudad no juegan, asiduamente, cuatro o cinco jugadores de la tierra, como mínimo. Y le respondo que no lo sé, debido a que llevo muchos años sin ser espectador del fútbol base ni de la competición de aficionados. El hombre, educado y atento, me responde que él se acuerda de cuando, siendo yo entrenador de la Agrupación, había veces que el equipo estaba compuesto por seis o siete jugadores de Ceuta. Y le dije que sí. Que era cierto. Puesto que a los futbolistas veteranos, es decir, los Almagro, Cherino, Cerezo y Lolo, se sumaron a veces jóvenes como Rafa, Castillo, Barrientos, Castro, mientras otros estuvieron a punto de debutar en la Segunda División B. En fin, que antes de despedirnos, le digo que día llegará, más pronto que tarde, en el cual la ADC tenga en su plantilla a varios jugadores ceutíes. Y allá que mi interlocutor, tras darme las gracias, siguió su camino.

SÁBADO. 26


Repaso mis apuntes, en este sábado sin periódicos, de las lecturas que he ido haciendo durante años, y a fe que los disfruto de lo lindo. He elegido, de entre los muchos que he vuelto a leer, uno relacionado con las ideas, que reza así: “Yo no creo que las ideas deban ser inamovibles, creo que la gente tiene derecho a cambiar, a arrepentirse. Como lo hicieron tantos personajes relevantes”. En los últimos tiempos, he asistido en esta ciudad a cambios de actitud y de ideas también, por parte del secretario general de Comisiones Obreras. Y está en su perfecto derecho. Eso sí, le recuerdo, como ya lo he hecho otras veces, que no se puede alardear del cambio propio, despreciando la inmovilidad ajena, en un sentido o en otro. Juan Luis Aróstegui necesita combinar esa gran inteligencia que él dice tener, con sentido común y sentido del humor. Y así, a lo mejor, perdería la vitola de perdedor de elecciones que se ha ganado a pulso.
 

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