Tras la tregua de Semana Santa,
que ha venido muy bien para serenar mi espíritu, y, por qué
no, para deleitarme con las tradicionales torrijas, que
tan bien me sentaron el Jueves Santo, vuelvo a la realidad.
La que me hace ver que otra vez volverán a la carga los
partidos de la oposición.
El objetivo legítimo de los partidos de la oposición es
ganar las elecciones. Los ciudadanos comprendemos que en
esta lucha por el poder lo lógico es el aprovechamiento de
la debilidad del otro y el truco recurrente de ser
olvidadizos con los errores propios y airear machaconamente
los ajenos. Aunque en esta ciudad, debido a que el Partido
Popular lleva ya gobernando la tira de años, los errores de
los partidos oponentes no existen. Entre otras cosas, porque
los hay que no han gobernado nunca y los socialistas ni se
acuerdan ya de cuando lo hicieron coaligados con otras
formaciones.
Los partidos de la oposición han tenido la mala suerte, y
¡lo que te rondaré, morena!, de coincidir con el liderazgo
de Juan Vivas. Quien, por más que muchas personas se
me molesten, ha personalizado a tal extremo la opción
popular, sustituyendo la marca PP por la suya propia, y
acumulando tal poder personal, que se ha convertido en un
rival tan poderoso cual imposible de ser batido por sus
rivales políticos.
Rivales que no cesan, y están en su perfecto derecho, de
buscar argumentos con los que intentan demostrar que todo lo
hecho por el gobierno de Vivas, desde el 2001, no tiene nada
que ver con lo que éste propala cuando interviene en actos
electorales.
Los rivales de Vivas, es decir, los candidatos a la
presidencia de los otros partidos, están convencidos de que
debatir con Vivas les puede reportar beneficios en las
urnas. Y han salido a la palestra, en los últimos días,
reclamando ese enfrentamiento con el hombre que, según las
encuestas, volverá a ganar las elecciones por mayoría
absoluta.
Uno, cuando oye a los dirigentes de los partidos de la
oposición, pidiendo enfebrecidamente que Vivas acceda a
sentarse en un plató a discutir con ellos sobre argumentos
relacionados con la mejor manera posible de hacer políticas
provechosas para la ciudad, intuye que, por encima de ello,
creen más bien que Vivas es persona feble, débil, pusilánime
y, por tanto, muy dada a no dar la talla cuando enfrente
tenga a quienes estén dispuestos a levantar la voz, a
conducir la discusión por caminos tortuosos y a cantarle las
cuarenta. Y uno, claro está, no tiene el menor empacho en
recordarles a los que piensan así, que se equivocan; o sea,
que cometen craso error. Por razones obvias.
Juan Vivas ha ganado dos elecciones con mayorías absolutas Y
ha ganado en confianza en la misma medida que Guardiola
o Mourinho la han ido adquiriendo por medio de los
triunfos obtenidos.
La confianza de Vivas, amén de porque lleva ya muchos años
gobernando, se debe también a la autoridad que conceden los
votos y al afecto que le vienen demostrando los ceutíes,
mayoritariamente.
Tampoco conviene olvidar que Vivas ha perdido el apresto de
su tan cacareada timidez, desfilando por televisiones, dando
conferencias y discurriendo en foros destacados. Debatir en
Ceuta, con sus adversarios políticos, será para Vivas pan
comido.
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