El 23 de abril de hace treinta años falleció el escritor
catalán Josep Pla. Se definía a sí mismo como un “escritor
que ha leído mucho”. No parecen leer tanto los ceutíes. Al
menos, si se calcula con la cantidad de libros que compran.
Pla fue un auténtico grafómano. No en vano escribió más de
25.000 páginas. Y al morirse, acertó eligiendo fecha. Ya por
entonces el 23 de abril estaba declarado como ‘Día Mundial
del Libro’, conmemoración que nace con el objetivo de
fomentar la lectura.
La Unesco promulgó tal fecha en 1995. Pero en España ya se
había instaurado el ‘Día del Libro’ en el 23 de abril desde
1930, con especial relevancia en Cataluña, ya que
coincidiendo con la celebración de su patrón, San Jordi, se
hizo tradición regalar una rosa y un libro. La muerte de Pla
tenía precedentes. La elección del día 23 de abril como día
del libro se debe a que tal día, de 1616, es el que se
vincula con las muertes de Miguel de Cervantes y William
Shakespeare (aunque en realidad, Cervantes falleció un día
antes, y el 23 fue enterrado; y la muerte de Shakespeare
parece estar indicada por calendario juliano, lo que no
coincidiría con el actual calendario, que es gregoriano).
Pero ayer, en la bajada del Paseo del Revellín, la mayoría
de los ciudadanos se sorprendían al ver en las puertas de la
librería ‘Cervantes’ una mesa llena de libros con carteles
que anunciaban, con motivo de tal festividad, descuentos del
10% en el precio de la compra de todos los libros. Ni por
esas. El escaparate apenas duró quince minutos y, ni dentro
ni fuera, el nivel de ventas aumentó.
En la librería ‘Cervantes’ ocurría lo mismo. Casi ningún
cliente sabía que ayer se celebraba el ‘Día del Libro’. El
descubrimiento llegaba cuando al ir a pagar, la dependienta
les informaba de que por ser 23 de abril tenían un 10% de
descuento. “La mayoría de la gente no lo sabe, pero se
sorprenden gratamente con el descuento”, explicaba. Aunque
no todos pecaban de ignorancia. En la misma librería, una
clienta llamada Ana Belén instaba a su pareja: “Coge algún
libro”. Él le contestaba: “Pero mujer, si es que tengo
cuatro a medias”. “Pero hoy hay que comprar un libro”,
insistía ella. Mientras el chico se decidía, ella se
decantaba por Excusas para no pensar, de Eduardo Punset, y
para la niña uno de la colección de Dora, la exploradora.
“Leemos mucho siempre, pero el día 23 es tradición en casa
venir a comprarnos un libro”, explicaba.
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