Columna publicada el jueves, 27 de
mayo de 2010. Y creo que viene a cuento repetirla.
Se dice que José Mourinho está a punto de ser
entrenador del Madrid. Lo cual propicia que las opiniones se
disparen en contra y a favor de un fichaje que los
madridistas deberíamos aceptar como la decisión más juiciosa
que va a tomar Florentino Pérez.
El entrenador portugués es un tipo que se pasa por la
taleguilla la actitud dogmática de quienes han dado en la
manía de preconizar que al fútbol se ha de jugar vestido de
frac. Ese fútbol que nos explica Jorge Valdano, a
cada paso. En el fútbol, por más que se diga lo contrario,
lo primero es ganar. Porque es ganando cuando el buen juego
irrumpe en el césped. Debido a la enorme confianza que
generan los triunfos entre los jugadores. El Madrid jamás
podrá jugar como lo viene haciendo el FC Barcelona. Pero la
prensa de los madriles se empeña en que se plagie al equipo
azulgrana. Craso error.
La llegada de Mourinho al Madrid hará posible que la
disciplina sea férrea. Y pronto se percatarán los jugadores
cizañosos, capaces de crear mal ambiente en la plantilla, de
que serán condenados al ostracismo. Es necesario, por más
que parezca una contradicción en los tiempos que corren, que
el entrenador sea, cuando la ocasión lo requiera, un
dictador. De no ser así, el vestuario terminará siendo
maleado por futbolistas discordantes y que sirven a la
prensa para que ésta nos relate cada día el cuento del
alfajor futbolístico.
Lo de Mourinho es de sombrerazo: triunfa en Portugal,
triunfa en Inglaterra y logra mil vueltas al ruedo en una
plaza tan complicada cual es la italiana. A Mourinho, pues,
le duelen los huevos ya de salir a hombros en cosos tan
reputados. Y si ha decidido venir a España y al Madrid es
porque anda sobrado de conocimientos y recursos para salir
victorioso del reto que ha decidido afrontar. Hacer que el
Madrid gane todo lo que merece ganar por su potencial
económico y por la historia que atesora la institución.
Ahora bien, a Mourinho lo esperan en Madrid como si fuera
José Bonaparte redivivo. Para tacharle de todo lo malo
habido y por haber, y tratar de desequilibrarle y hacerle
ver que su fichaje está mal visto. Que es un trágala. Y que
en Madrid cavará su tumba. Pues en Madrid sus métodos serán
detestados a cada paso. Porque los madridistas no conciben
que a su equipo lo dirija un portugués que ha hecho posible,
por ejemplo, que Etoo y Pandev, cuando la
ocasión lo requiere, defiendan como si fueran futbolistas
meritorios en el Inter.
De modo que saldrá Tomás Roncero, vestido de vikingo,
pidiendo muy pronto la destitución del técnico portugués;
mientras Alfredo Relaño tratará de deteriorarle la
imagen -apelando a su falta de señorío- a un ganador que
necesita tranquilidad para repetir en Madrid lo que ya es
costumbre en él: ganar, ganar y ganar… También intervendrá
Segurola; quien habla y escribe de fútbol como si
hubiese estado veinte años ejerciendo de entrenador. Y,
amparados en la sombra, actuarán Valdano y
Butragueño: ambos con más tonterías que un mueble bar.
(Nota: lo que no sabía yo, en mayo de 2010, es que Cruyff
y Di Stefano acabarían por sumarse al coro de los
derrotistas del entrenador portugués. Por el mero hecho de
que éste gana títulos.
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