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sucesos - JUEVES, 21 DE ABRIL DE 2011


Rachida. fidel raso.

tribunales e inmigracion
 

Entre dos aguas, sin llegar al mar

Una joven reivindica su derecho a “recuperar” la tarjeta de residencia comunitaria, que le fue retirada por “error” y cuya posesión avalan dos sentencias judiciales
 

CEUTA
Cristina Marzán

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Su historia ha pasado por las oficinas del Defensor del Pueblo, el Centro Asesor de la Mujer, los Servicios Sociales y varias ONG’s y otros organismos pero lo cierto es que su interrogante existencial sigue sin cerrarse desde 2007. “Me veo de nuevo en la lucha y acudo a toda persona, asociación o medio que me pueda ayudar”, lamenta Rachida El Marabet, una joven marroquí de 27 años, divorciada, con un hijo de 8 años, sin tarjeta de residencia comunitaria ya que le fue retirada por “error” y desea recuperar puesto que la avalan dos sentencias judiciales. Pese a ello, “Extranjería dice que no me la concede porque no cumplo los requisitos, que son tener un contrato de trabajo, que sin papeles no me pueden hacer; o por consanguinidad, ya que mi hijo es español pero eso debe recurrirse a Madrid y nadie me asegura nada”, relata, preocupada, la joven.

Rachida llegó a Ceuta en 1995, encontrando refugio en el hogar de una tía suya que habitaba en el Príncipe pero nunca fue empadronada ni optó a solicitar ningún “papel” que la documentase puesto que en Marruecos, su país de origen, “no me daban el pasaporte hasta cumplir los 18 años”. Al cumplir la mayoría de edad, “me enamoré de mi ex marido y me casé”, sonreía recordando aquellas fechas en la que contrajo matrimonio por el rito coránico, allá por 2002, y luego celebrando la unión en los juzgados de la ciudad. Pero, “nunca se sabe qué va a pasar”, y en 2007 los trámites del divorcio se hicieron efectivos meses antes de estar en posesión de la tarjeta de residencia comunitaria. “Vivía en casa de la abuela de mi ex marido y mi hijo y yo nos tuvimos que ir, pidiendo ayuda porque estábamos en la calle, sin dinero, ni techo, ni nada”. Los problemas se hicieron dueños de la mente de Rachida, cuya preocupación “ya notaba mi niño, que aunque era pequeño, me veía llorar”, rememora con brillo en los ojos, pero la caridad todavía existe y mediadores sociales de la entidad ACCEM hicieron posible que Cruz Blanca guardasen una plaza para Rachida e Ibrahim en la casa de acogida de San Isidoro.

El 10 de octubre de 2007, la joven marroquí recibía la sentencia de divorcio, que decretaba la guarda y custodia del menor y la pensión alimenticia de 150 euros. Pero las preocupaciones superaron la escala cuando Rachida enferma, acude a un centro sanitario para obtener una cartilla y la derivan a Extranjería al no tener la tarjeta de residencia, “sólo el resguardo”. Fue entonces cuando el “analfabetismo” le jugó una mala pasada a Rachida ya que “al no saber leer” firmó un documento por el que hacía firme la extinción de su tarjeta de residencia comunitaria, “que se quedó la funcionaria sin darme explicaciones”.

El Colegio de Abogados entró a formar parte de la historia y facilitó un letrado a la joven, que interpuso un recurso contencioso-administrativo contra Delegación de Gobierno, que ganó en base a que dicha resolución no le había sido comunicada en el tiempo y la forma correcta por lo que le producía indefensión. Pese a ello, los servicios jurídicos de Delegación recurrieron la resolución ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía que, una vez más, emitía su veredicto a favor de la joven. Hasta la fecha, “sigo sin tarjeta de residencia comunitaria, nadie me ayuda y no sé ni qué hacer puesto que los jueces me han dado la razón pero no me devuelven mi tarjeta”, sentencia la joven, que desata su ira contra aquellas personas que “me han dejado sin nada, contra mi marido que me engañó y maltrató, contra todo”. Porque regresar a Marruecos es un opción descartada por el simple hecho de “perder la custodia” de su hijo, “que es español”. Y el temor al rechazo de una sociedad que quizás no entendiese a “una madre joven, divorciada, con un hijo”. Por lo que los interrogantes, no se cierran, y las dos aguas en las que Rachida navega no terminan por alcanzar el mar.
 

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