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sociedad - MIÉRCOLES, 20 DE ABRIL DE 2011


Juan García. gardeu.

REPORTAJE / DROGODEPENDENCIAS
 

“La droga es una enfermedad”

‘Betel’ es una organización sin ánimo de lucro dedicada a apoyar a las personas en riesgo de exclusión social, con especial atención a aquellas que tienen problemas con los estupefacientes
 

CEUTA
Patricia Gardeu

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Cuando Manuel Moreno entró en ‘Betel’ pensaba que no duraría nada dentro de esta asociación, que centra su labor en atender a diversos colectivos en riesgo de exclusión social, con especial atención a drogodependientes. Catalogada como ONG de Cooperación al Desarrollo, de corte cristiano evangélico, ‘Betel’ cuenta con sedes repartidas por casi todos los países europeos, además de en zonas como la India o Australia. Y entre estas, Ceuta. Manuel estuvo en la asociación un día, al segundo quiso marcharse. De aquello hace ya casi una década. Después recapacitó y no sólo logró salir de las drogas, sino que se convirtió en uno de los monitores del centro. En ese proceso fue clave que supieran motivarlo: “La ociosidad hace que uno lo pase mal, por eso es importante que haya un programa de actividades y que desde el centro potencien lo que uno sabe hacer”, explica.

Las personas que llegan a la asociación pasan por diferentes fases, pero lo habitual es que en el momento en que ingresan “hayan perdido todos los papeles”, por lo que se hace necesario un tiempo de aislamiento, en el que permanecen internados, según explica el presidente de ‘Betel’, Juan García. En Ceuta, el régimen de internado se realiza en la finca ‘La Ponderosa’, en el monte de García Aldave. Pero para empezar este programa de desintoxicación es necesario que el usuario llegue por voluntad propia. “No se puede ingresar a nadie obligatoriamente, por eso, lo primero que hacemos es una entrevista personal en la que valoramos si realmente quiere empezar el programa”.

“La droga es una enfermedad provocada por ellos mismos”, explica. Por eso, el primer paso, una vez dentro del programa, es “deshabituarlos de las drogas, un proceso que requiere de unos veinte días o un mes de total aislamiento, incluido familiar”.

La desintoxicacion se hace “a pelo”, sin sustancias para superar el síndrome de abstinencia. Por eso, los internos nunca pueden estar solos, “ni siquiera cuando, ya en la segunda fase del proceso, pueden realizar visitas a sus familias. Será esta la primera en notar el cambio, porque es físicamente donde antes se aprecia”, añade.

El entorno familiar es clave también para detectar los problemas con las drogas. “Muchas veces, la familia se da cuenta por los problemas económicos que empieza a tener la persona, ya que no es fácil sostener un gasto medio de drogas de unos cien euros diarios. A veces, la gente empieza a darse cuenta que en su casa faltan cosas”, explica García. “Muchas veces se rompen vínculos familiares durante ese proceso, pero después, para volver a integrar en la sociedad a las personas es fundamental restablecer esos lazos, que el joven aprenda a pedir perdón y sea perdonado”.

La media de edad de los ingresados en Ceuta, una quincena de personas, oscila entre los 21 y los cuarenta años, aunque también hay un porcentaje de gente entre cincuenta y setenta años que suelen ser indigentes.

García explica que la evolución se ha notado más que en el número de drogodependientes en el tipo de drogas que se consumen: “Ya no se utiliza la aguja, sino que se tiende más a fumar o a inhalar. Antes lo que más se consumía era heroína, que ya ha descendido; ahora la gente opta por las drogas de diseño. Entran en un círculo donde una pequeña dosis de fin de semana termina convirtiéndose en un reclamo diario, donde además se empiezan a consumir otras sustancias, por ejemplo, la cocaína, que contrarresta el efecto del alcohol. Esto conlleva a un perfil de politoxicómano, el cual se alcanza cada vez a una edad más temprana, porque los jóvenes piensan que el cuerpo a esos años puede absorberlo todo, cuando, sin embargo, a la larga, provoca importantes problemas de hígado, de azúcar, etcétera”.

En ‘Betel’ intentan que los jóvenes se sientan útiles. Parte de ese trabajo lo consiguen dándole responsabilidades. Se convierten en dependientes de las tiendas de muebles o en porteadores. Otros se integran en el Plan de Empleo. “Tienen que demostrar que están capacitados para poder realizar cualquier tipo de trabajo, y para ello suele ser necesario un mínimo de un año de recuperación”.

En ese proceso es importante también que sigan unas rutinas: levantarse a las 7.30 horas, desayunar, charlas y talleres, trabajos en los que participan, hora de la comida, siesta... y así hasta las ocho de la tarde, momento en el que, después de una ducha, cenan y descansan. “Cualquier cambio en los hábitos pueden ser claves, por eso siempre hay monitores dependientes de cada detalle”.

Esos monitores son, como Manuel, jóvenes que ingresaron el centro y que ya completamente recuperados, y de manera voluntaria, ayudan en la asociación. De hecho, de Ceuta salieron el que ahora es director de ‘Betel’ en México, que era un joven drogodependiente de la barriada de Los Rosales; y otro chico del barrio de Hadú, que en estos momentos es director en una sede de Inglaterra. El centro de Ceuta tiene la ventaja de ofrecer un trato más cercano. Hay más tranquilidad para que el usuario pueda rehacer su vida. “Un ambiente que propicia la reinserción”, explica García. “La sorpresa que algunos sienten cuando, por ejemplo, disfrutan de una Navidad sin una gota de alcohol”.
 

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