Tres días antes de que el Centro de Estancia Temporal de
Inmigrantes (CETI) se convirtiera en un campo de batalla el
pasado viernes por la noche, los trabajadores ya habían
advertido a la directora, Rabea Aomar, de que el nivel de
“agresividad” que estaban mostrando algunos de los
inmigrantes subsaharianos estaba aumentando en los últimos
días “cada vez más” hasta el punto de que temían por su
integridad.
La petición de soluciones por parte de la plantilla recibió
como respuesta que se habían contratado a dos vigilantes más
y que si tenían algún problema, acudieran a denunciar la
situación a título particular ante la Policía Nacional o la
Guardia Civil.
Una de las delegadas sindicales del CETI, arropada por el
resto de sus compañeras, dijo en declaraciones a MELILLA HOY
que la respuesta de Rabea Aomar era “insuficiente” porque
“los vigilantes no pueden hacer nada por orden de la
directora”, a diferencia de lo que ocurría hace años, cuando
el CETI era dirigido por José Santed.
Según la plantilla, la actual directora prima los derechos
humanos de los inmigrantes sobre los de los propios
trabajadores. Para demostrarlo, una de las trabajadoras
explicó con un ejemplo muy ilustrativo: “si un inmigrante me
insulta recordándome a mi madre no pasa nada; pero si yo me
acuerdo de su madre, entonces me puede costar el pan de mis
hijos”, aludiendo a un despido o expediente disciplinario.
Las empleadas aseguraron que últimamente reciben constantes
“agresiones verbales” de varios subsaharianos, además de
otras muestras de desprecio como, por ejemplo, empujones y
lanzamientos de comida “a nuestra propia cara”.
“Nos insultan por coger el teléfono cuando nos llaman al
móvil por cosas urgentes, nos dicen que nos comamos nosotros
la porquería de comida que les servimos, y hasta nos han
prohibido que pongamos música en el comedor y la cocina,
como hemos hecho siempre para hacer el trabajo más ameno,
porque dicen que están de luto por la muerte de sus
compañeros. Hasta ese extremo llegan”, denunciaron las
empleadas.
“La Delegación miente”
Según manifestaron a este Diario varias de las trabajadoras,
la versión que ha dado la Delegación del Gobierno respecto a
que no hubo un motín contra la plantilla, sino que los
altercados fueron por una pelea entre inmigrantes de varias
nacionalidades, la delegada sindical aseguró rotundamente
que “todo eso es mentira”.
Así, explicó que los problemas empezaron en el comedor,
mientras se servía la comida, momento en que los
trabajadores se vieron obligados a encerrarse en los baños y
la cocina ante la crispación que empezaron a mostrar algunos
de ellos. “Después de arremeter contra las trabajadoras,
empezaron a pegarse unos a otros y la pelea se extendió a
todo el CETI”, aclararon las trabajadoras.
En su opinión, el hecho de que la versión oficial discrepe
es porque “no quieren que se sepa lo que pasa por razones
políticas”. Sin embargo, todos los trabajadores están “en el
mismo barco” y mantienen su versión, aseguró la delegada
sindical, que reveló que ayer mismo fueron llamadas por la
Delegación del Gobierno para que confirmaran si la versión
que habían dado a este Periódico en su edición de ayer era
verdad o no.
Tienen miedo
Las empleadas admitieron que tras los altercados del
viernes, siguen teniendo “miedo”. Así, explicaron que los
trabajadores del primer turno llegaron al CETI con escolta a
las siete de la mañana. Además, un retén especial de la
Policía Nacional y la Guardia Civil estuvo durante la
mañana, aunque según las trabajadoras, por la tarde
volvieron a quedarse solas. Según aseguraron, los ánimos no
se han calmado en el CETI, ya que ayer por la tarde, en
torno a las 18,00 horas, un subsahariano y un argelino
protagonizaron una pelea “a puñetazos” por la que tuvo que
intervenir la Guardia Civil.
Además, el CETI retiró ayer la televisión del comedor, donde
los inmigrantes suelen ver los partidos de fútbol, para
evitar posibles nuevas revueltas entre ellos con el clásico
Real Madrid-F.C. Barcelona, pero “no como castigo, sino por
previsión”.
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