La exclusiva luz de abril en
Ceuta, con una luminosidad intensa y sin igual; Esos olores
de naranjos en flor por el Revellín, hemorragia de azahares
mezclados con la inconfundible percepción del mar por ser
esta, una tierra que mira al mar. Añadámosle a todo ello la
calidez de una temperatura primaveral mediterranea y ya
tenemos las sensaciones que nos acercan inconfundiblemente a
la celebración de una de las tradiciones mejor preservadas
en la ciudad. La Semana Santa.
El cénit de la Cuaresma se abre paso en Ceuta con la
expectación y, al tiempo, la certidumbre de hallar en sus
calles una espectacular muestra de arte aderezada con la
disciplina, sentimientos y sensaciones de vivir, desde
cualquier prisma, esta ancestral tradición ceutí.
Porque si hay algo único, insólito, y al tiempo
diferenciador, la Semana Santa de Ceuta se mira con ojos
católicos, musulmanes, hebreos e hindúes. Con verdadera
pasión y fe en el caso de los primeros, pero con enorme
respeto y también admiración por los demás.
Nadie duda que la Semana de Pasión es un verdadero torrente
de sensaciones, donde la vista disfruta por lo que ve, donde
el tacto adivina el raso, la madera, la plata... donde el
olfato se llena de incienso, cera quemada... y el gusto
saborea la dulzura de postres tradicionales o la acidez de
un limón en caso de realizar penitencia como costaleros.
Esos hombres valientes, pies de Nazarenos, Cristos y
Dolorosas.
Con las Palmas en este Domingo de Ramos se da inicio a la
Semana Santa de Ceuta llena, como cada año, de expectación y
de impaciencia. Esa impaciencia sana atribuida a los
hermanos y seguidores de las distintas confradías de la
ciudad para ver en la calle a sus titulares. Una Semana
Santa de Ceuta para vivirla, para disfrutarla y para
sentirla.
Hoy la Pollinica, mañana el Medinacelli, pasado el
Encuentro, el Miércoles... Vivámosla
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